La Carta a García
Quienes tuvimos el gran privilegio de haber trasegado por la institución policial, no es extraño, escuchar con familiaridad la expresión “Carta a García”, la cual de inmediato nos transporta a revivir aquellos momentos donde recibíamos una orden y para cuya realización o cumplimiento, no existía la más mínimas indicación de cómo lograrla. En su defecto el superior ante cualquier interrogante que se hiciera, solo se limitaba a decir “Carta a García”.
Por lo tanto, para quienes aún no se familiarizan con dicho término, les comparto su historia.
La famosa "Carta a García" enlaza el nombre de Ramón Calixto García Íñiguez, prócer de la independencia de Cuba, con William McKinley presidente de los Estados Unidos de América en 1899 y con el teniente del ejército Andrew Summers Rowan, el hombre correo que debía entregarla.
Ramón Calixto García Íñiguez |
Imagen tomada de: https://es.wikipedia.org/wiki/Calixto_Garc%C3%ADa#/media/Archivo:Calixto_Garc%C3%ADa_I%C3%B1%C3%ADguez_1898.jpg
Imagen tomada de: https://es.wikipedia.org/wiki/William_McKinleyWilliam McKinley Andrew Summers Rowan
Imagen tomada de: https://en.wikipedia.org/wiki/Andrew_Summers_Rowan
Calixto García era uno de los generales cubanos que luchaba por la independencia de Cuba desde 1895. En 1898 Estados Unidos interviene en el conflicto y declara la guerra a España.
El Presidente McKinley escribe una carta al general García, pero le informaron que éste era poco menos que imposible de encontrar para poderle entregar la carta porque andaba emboscado por los montes pero que el teniente del ejército Rowan era el hombre más indicado para intentarlo. Rowan aceptó el importante encargo diciendo que lo dieran por hecho.
A partir de este hecho, Elbert Green Hubbard escribió una historia titulada Un
mensaje a García.
Elbert Hubbard |
Imagen tomada de: https://es.wikipedia.org/wiki/Elbert_Hubbard
"Las gentes que nunca hacen más de lo que se les paga, nunca obtienen pago por más de lo que hacen".
Elbert Hubbard
Apología
El pasatiempo literario que va a leer
usted, amigo, "UNA CARTA A GARCÍA"; fue escrito de sobremesa, una
tarde, en el corto término de una hora. Pasó esto el 22 de Febrero de 1899,
aniversario del natalicio de Jorge Washington y en Marzo del mismo año ya se
había publicado en la revista "Philistine". Fue algo que brotó
caliente de mi corazón y lo escribí tras un día gastado en la pesada faena de
excitar a infelices sumidos en los limbos de una inacción criminal a que se
tornasen hombres auténticos, radiactivos.
Pero la verdadera idea creadora brotó de labios de mi hijo Bert, cuando en el curso de la conversación entre taza y taza de té, sugirió que el héroe verdadero de la guerra de independencia de Cuba había sido Andrew Summers Rowa.
Si, dijo mi hijo, porque Rowan fue quien en la hora oportuna, culminante, llevó a cabo el hecho único, necesario; llevar el mensaje a García.
La frase me hirió como un rayo. Sí,
exclamé, el muchacho tiene razón: el héroe es siempre aquel que cumple su
misión, el que lleva la carta a García. Corrí a mi escritorio y de un tirón de
uno a otro cabo, escribí: "UNA CARTA A GARCÍA". Tan poco caso hice a
mi escrito, que fue publicado en la revista sin encabezamiento siquiera.
La edición salió y empezaron a llover
pedidos por docena, por cincuenta, por cien ejemplares, de la revista, y cuando
THE AMERICAN NEWS CO., pidió mil ejemplares, pregunté lleno de asombro a uno de
mis ayudantes qué era lo que en ese número de la revista levantaba tal
polvareda; con asombro oí la respuesta: "Esa historia tuya acerca de
García".
Al día siguiente recibí un telegrama de
George H. Daniels del New York Central Railroad, que decía: "deme el
precio de 100,000 ejemplares de artículo de Rowan, en forma de folleto, con un
aviso en la portada sobre el Empire State Express, y diga cómo puede hacer la
entrega".
Contesté dando el precio y avisando que
la entrega se podía hacer en dos años. Disponíamos de tan pocos elementos, que
eso de imprimir 100,000 ejemplares, nos parecía una empresa temeraria. el
resultado fue que dí permiso a Mr. Daniels para reimprimir el artículo por su cuenta.
Hízolo en ediciones de a medio millón de folletos. Dos o tres lotes de a
500,000 fueron puestos en circulación y además fue reproducido por cerca de 200
revistas y periódicos y traducido a todas las lenguas vivas.
En los tiempos en que Mr. Daniels distribuía
"LA CARTA A GARCÍA", vino a los Estados Unidos el Príncipe Kilakoff,
director de los ferrocarriles rusos. Y como dicho príncipe fuese huésped del
New York Central y saliera a una gira por todo el país bajo la dirección
personal de Mr. Daniels, conoció el folleto y se interesó por él más, quizá por
ser Mr. Daniels quien lo repartía y por la gran cantidad que vio circular, de
mano en mano, que por cualquier otra causa.
Lo cierto del caso fue que, de vuelta a
su país, lo hizo traducir al ruso e hizo repartir sendos ejemplares a los
empleados de todos los ferrocarriles del imperio. De Rusia pasó a Alemania, a
Francia, a España; a Turquía, al Indostán, a la China...
Durante la guerra rusa-japonesa, cada
soldado ruso que iba al frente llevaba un ejemplar de "LA CARTA A
GARCÍA". Al encontrar los japoneses el folleto en poder de todos y cada
uno de los prisioneros de guerra, concluyeron que debía ser algo excelente y lo
vertieron a su idioma. Por orden de Mikado fue repartido a cada uno de los empleados
del gobierno, militares o civiles.
Alrededor de 40,000,000 de ejemplares
de "LA CARTA A GARCÍA" han sido impresos, siendo esta la mayor
circulación que una obra, en vida de su autor, haya logrado en tiempo alguno de
la historia, gracias a qué serie de afortunados incidentes.
Que dice la Carta a García
Hubo un hombre cuya actuación en la guerra de Cuba, culmina un astro en su perihelio.
Sucedió que cuando hubo estallado la guerra entre España y los Estados Unidos, palpóse clara la necesidad de un entendimiento inmediato entre el Presidente de la Unión Americana y el General Calixto García. Pero, ¿cómo hacerlo? Hallábase García en esos momentos Dios sabe dónde en alguna serranía perdida en el interior de la Isla. Y era precisa su colaboración. Pero, ¿Cómo hacer llegar a sus manos un despacho? ¿Qué hacer? Alguien dice al Presidente: "Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna persona en el mundo es capaz de dar con García es él: Rowan".
Cómo el sujeto que lleva por nombre Rowan toma la carta, guárdala en una bolsa que cierra contra su corazón, desembarca a los cuatro días en las costas de Cuba, desaparece en la selva primitiva para reaparecer de nuevo a las tres semanas al otro extremo de la Isla, cruzando un territorio hostil, y entrega la carta a García, son cosas de las cuales no tengo especial interés narrar aquí. El punto sobre el cual quiero llamar la atención es éste:
"McKinley da a Rowan una carta para que la
lleve a García. Rowan toma la carta y no pregunta: ¿en dónde podré
encontrarlo?".
¡Por Dios vivo!, que aquí hay un hombre
cuya estatua debería ser vaciada en bronces eternos y colocada en cada uno de
los colegios del universo. Porque lo que debe enseñarse a los jóvenes no es
esto o lo de más allá; sino vigorizar, templar su ser íntegro para el deber,
enseñarlos a obrar prontamente, a concentrar sus energías, a hacer las cosas,
"a llevar la carta a García".
El General García ya no existe. Pero
hay muchos Garcías en el mundo. Qué desaliento no habrá sentido todo hombre de
empresa, que necesita de la colaboración de muchos, que no se haya quedado
alguna vez estupefacto ante la imbecilidad del común de los hombres, ante su
abulia, ante su falta de energía para llevar a término la ejecución de un acto.
Descuido culpable, trabajo a medio hacer, desgreño, indiferencia, parecen ser
la regla general. Y sin embargo no se puede tener éxito, si no se logra por uno
u otro medio la colaboración completa de los subalternos, a menos que Dios en
su bondad, obre un milagro y envié un ángel iluminador como ayudante.
El lector puede poner a prueba mis
palabras: llame a uno de los muchos empleados que trabajan a sus órdenes y
dígale: "Consulte usted la Enciclopedia y hágame el favor de sacar un
extracto de la vida de Corregio". ¿Cree usted que su ayudante le dirá:
"sí señor", y ponga manos a la obra?
Pues no lo crea. Le lanzará una mirada
vaga y le hará una o varias de las siguientes
preguntas:
¿Quién era él?
¿En qué Enciclopedia busco eso?
¿Está usted seguro de que esto está
entre mis deberes?
¿No será la vida de Bismark la que
usted necesita?
¿Por qué no ponemos a Carlos a que
busque eso?
¿Necesita usted de ello con urgencia?
¿Quiere que le traiga el libro para que usted mismo busque allí lo que necesita?
Diga: ¿para qué
quiere saber eso?
Y apuesto diez contra uno a que después
de que usted haya respondido íntegramente el anterior cuestionario y haya
explicado el modo de verificar la información y para qué la necesita usted, el
prodigioso ayudante se retirará y buscará otro empleado para que le ayude a
buscar a "GARCÍA" y regresará luego a informarle que tal hombre no
existió en el mundo.
Puede suceder que yo pierda mi apuesta,
pero si la ley de los promedios es cierta, no la perderé. Y si usted es un
hombre cuerdo no se tomará el trabajo de explicarle a su ayudante que Corregio
se busca en la C y no en la K; se sonreirá usted y suavemente le dirá:
"dejemos eso". Y buscará usted personalmente lo que necesita
averiguar. Y esta incapacidad para la acción independiente, esta estupidez
moral, esta atrofia de la voluntad, esta mala gana para remover por sí mismo
los obstáculos, es lo que retarda el bienestar colectivo de la sociedad. Y si
los hombres no obran en su provecho personal, ¿qué harán cuando el beneficio de
su esfuerzo sea para todos?
Se palpa la necesidad de un capataz
armado de garrote. El temor de ser despedidos el sábado por la tarde es lo
único que retiene a muchos trabajadores en su puesto. Ponga un aviso
solicitando un secretario, y de cada diez aspirantes, nueve no saben ni
ortografía ni puntuación.
¿Podrían tales gentes llevar la carta a
García?
En cierta ocasión me decía el jefe de
una gran fábrica: "Ve usted a ese contador que está allí?"
"Lo veo, ¿y qué?"
"Es un gran contabilista; pero si lo envió a la parte alta de la ciudad con cualquier objeto, puede que desempeñe la misión correctamente; pero puede ser también que en su viaje se detenga en cuatro cantinas y al llegar a la calle principal de la ciudad haya olvidado absolutamente a qué iba". ¿Podría confiársele a un tío semejante la carta para García? En los últimos tiempos es frecuente oír hablar con gran simpatía del pobre trabajador víctima de la explotación industrial, del hombre honrado, sin trabajo, que por todas partes busca inútilmente emplearse. Y a todo esto se mezclan palabras duras contra los que están arriba, y nada se dice del jefe de industria que envejece prematuramente luchando en vano por enseñar a ejecutar a otros un trabajo que ni quieren aprender ni les importa; ni de su larga y paciente lucha con colaboradores que no colaboran y que sólo esperan verlo volver la espalda para malgastar el tiempo.
En todo almacén, en toda fábrica,
hay una continua renovación de empleados. El jefe despide a cada instante a
individuos incapaces de impulsar su industria y llama a otros a ocupar sus
puestos. Y esta escogencia no cesa en tiempo alguno ni en los buenos ni en los
malos. Con la sola diferencia de que cuando hay escasez de trabajo la selección
se hace mejor; pero en todo tiempo y siempre el incapaz es despedido; "la
ley de la supervivencia de los mejores se impone". Por interés propio todo
patrono conserva a su servicio a los más hábiles: aquellos capaces de llevar la
carta a García.
Conozco a un hombre de facultades
verdaderamente brillantes, pero inhábil para manejar sus propios negocios y
absolutamente inútil para gestionar los ajenos, porque lleva siempre consigo la
insana sospecha de que sus superiores lo oprimen o tratan de oprimirlo. Ni sabe
dar órdenes ni sabe recibirlas. Si se enviara con él la carta a García,
contestaría muy probablemente: "llévela usted". Hoy este hombre vaga
por las calles en busca de oficio, mientras el viento silba al pasar entre las
hilachas de su vestido. Nadie que lo conozca se atreve a emplearlo por ser él
un sembrador de discordias. No le entra la razón y sólo sería sensible al taconazo
de una bota número 45 de doble suela.
Comprendo que un hombre tan deformado
moralmente merece tanta compasión como si lo fuera físicamente; pero al
compadecerlo recordemos también a aquellos que luchan por sacar triunfante una
empresa, sin que sus horas de trabajo estén limitadas por el pito de la
fábrica, y cuyo cabello se torna prematuramente blanco en la lucha tenaz por
conservar sus puestos a individuos de indiferencia glacial, imbéciles e
ingratos que le deben a él el pan que se comen y el hogar que los abriga.
¿Habré exagerado demasiado? Puede ser;
pero cuando todo el mundo habla de los trabajadores, así, sin distinción
ninguna; quiero tener una frase de simpatía para el hombre que logra éxito;
para aquél que luchando contra todos los obstáculos, dirige los esfuerzos de
los otros, y cuando ha triunfado, sólo obtiene por recompensa --si acaso-- pan
y abrigo. Yo también he trabajado a jornal y me he hecho la comida con mis
propias manos; he sido patrono y puedo juzgar por experiencia propia y sé que
hay mucho que decir de parte y parte. La pobreza no da excelencia por sí sola;
los harapos no son recomendación; no todos
los patronos son duros y rapaces, ni
todos los pobres son virtuosos.
Mi corazón está con aquellos obreros
que trabajan lo mismo cuando el capataz está presente que cuando está ausente.
Y el hombre que se hace cargo de una carta para García y la lleva
tranquilamente sin hacer preguntas idiotas, y sin la intención perversa de
arrojarla en la primera alcantarilla que se encuentra al paso, y sin otro
objetivo que llevarla a su destino; a este hombre jamás se le despedirá de su
trabajo, ni tendrá jamás que entrar en huelga para obtener un aumento de
salario. La civilización es una lucha prolongada en busca de tales individuos.
Todo lo que un hombre de esta clase pida, lo tendrá; lo necesitan en todas
partes; en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas, en las oficinas; en las
fábricas; en los almacenes. El mundo los pide a gritos, el mundo está esperando
siempre ansioso el advenimiento de hombres capaces de llevar la carta a García.
El mundo confiere sus mejores premios
tanto en honores como en dinero, a una sola cosa: a la iniciativa.
¿Qué es la iniciativa?
Puedo definirla en pocas palabras:
hacer, lo que se debe de hacer, bien hecho; sin que nadie lo mande.
A quien hace una cosa bien hecha sin
que nadie se lo ordene, sigue aquel que la hace bien cuando se le ha ordenado
una sola vez, es decir; aquéllos que saben llevar la carta a García. Estos
reciben altos honores, pero su pago no guarda la misma proporción. Vienen luego
aquéllos que obran sólo cuando se les ha dado la orden por dos veces; no
reciben honores y sólo tienen un pago pequeño.
Se encuentran después los que hacen una
cosa bien hecha, pero sólo cuando la necesidad los aguijonea; en vez de honores
reciben la indiferencia y se les paga con una miseria. Estos tales emplean la
mayor parte de su tiempo refiriendo historias de su mala suerte. Todavía en una
escala inferior están aquéllos que no hacen nada bien hecho, aún cuando algún
compañero se lo enseñe a hacer y permanezca a su lado para cerciorarse de que
lo hacen; éstos pierden constantemente sus puestos y reciben como pago el
desprecio que se merecen, a menos que por suerte tengan un padre rico, y en
este caso el destino los acecha en su camino hasta descargarles un recio golpe.
¿A qué clase pertenece usted?
El Director General o Jefe de la
Policía de Buenos Aires ha querido dar, según leemos en La Prensa de aquella
gran metrópoli, una lección educativa a sus subordinados para establecer las
condiciones que, a su juicio, constituyen el verdadero mérito para lograr un
ascenso. Sobre los años de servicio pone las aptitudes; doctrina ésta que se ha
popularizado por medio del siguiente apotegma: "Aptitud duple antigüedad".
A fin de establecer lo que entiende por aptitudes superiores, el Jefe de la
Policía bonaerense ha escrito un diálogo a la manera platónica; lo ha hecho
escribir en grandes carteles murales y lo ha mandado fijar en todos los
cuarteles de su mando. He aquí el diálogo: La escena ocurre en una de nuestras
grandes casas comerciales. Un empleado pide autorización para presentar una
queja al director general.
--¿Qué hay?
--Señor director, ayer fue nombrado X
para ocupar la vacante de Z, y X es 16 años más joven que yo.
El director le interrumpe:
--¿Quiere usted averiguar la causa de
ese ruido?
El empleado sale a la calle y regresa
diciendo:
--Son unos carros.
--¿Qué llevan?
Después de una nueva salida el empleado
vuelve diciendo:
--Unas bolsas. --¿Qué contienen las
bolsas?
El empleado hace otro viaje a la calle
y vuelve diciendo:
--No sé lo que tienen. --¿A dónde van?
Cuarta salida y responde:
--Van hacia el este.
El director llama al joven X y le dice:
--¿Quiere averiguar la causa de ese
ruido?
El empleado X sale y regresa cinco
minutos después manifestando:
--Son cuatro carros cargados con bolsas
de azúcar, forman parte de las quince toneladas que la Casa A remite a Mendoza.
Esta mañana pasaron los mismos carros con igual carga. Se dirigen a la estación
Catalinas; van consignados a...
El director, dirigiéndose al empleado
antiguo:
--¿Ha comprendido usted?
Cómo aplicar el poderoso mensaje de "La Carta a García" en la Policía Nacional.
“Una
Carta a García”. Un mensaje que apunta a la reflexión y cambio de actitud.
Es
importante hacernos las siguientes preguntas: “¿Será que para algunos
policiales realizar un trabajo o cumplir con un buen servicio, requieren siempre
la presencia de un jefe o comandante que los supervise?, ¿será que el temor de
ser trasladados a una unidad donde su estado de confort se desestabilice, es lo
único que los retiene en sus puestos?, ¿será que el único apego que sienten por
la policía es la estabilidad económica que les representa?, entonces podríamos
hacernos la gran pregunta ¿podrán estos
policiales llevar la carta a García?”
¿Cuál
es el mensaje de la carta a García para los integrantes de la Policía Nacional?
El
punto sobre el cual quiero llamar la atención es este: "McKinley da a
Rowan una carta para que la lleve a García. Rowan toma la carta y no pregunta:
¿dónde podré encontrarlo?”
Cuando
hablamos de la Institución la asociamos a la excelencia e integralidad que debe
caracteriza al talento humano que la conforma, pues hay que considerar que en
ella son muchos los colaboradores que como “ROWAN” guardan en su corazón la
mejor forma de dar todo e incluso hasta sus vidas en función de la institución y, por supuesto, en
mejorar su calidad de vida.
Así
las cosas, el DEBER SER de la Policía Nacional y de sus integrantes que quieren
lograr el éxito. Deben basar su filosofía en el compromiso, la ética y la mejor
forma de hacer las cosas, con ACTITUD, que es en eso en lo simplifica el
mensaje de la Carta a García.
Por
todos es conocido que la Policía Nacional cuenta con procesos, que expresan
claramente una serie de elementos formales y ordenados de lo que se hace en cada una de sus dependencias internas.
Además,
es lastimoso observar que los principios y valores se tengan que recordar a
través de fundamentos normativos internos, cuando debería ser naturaleza del
individuo o la organización, propia de la enseñanza y formación familiar.
También
es importante señalar, que la Policía Nacional tiene su mayor fortaleza en el
talento humano, es la base y fundamento del sistema y es ahí donde debemos
generar los mayores esfuerzos para que la actitud frente a sus compromisos vaya
direccionada a dar lo mejor de sí como persona y profesional, en busca de su
desarrollo y de la institución que representa.
¿Cómo lograr un cambio de actitud en el talento humano policial?
Actitud
frente a la planeación: Involucrando metas e indicadores no tan facilistas,
sino optimistas, ambiciosos y alentadores, donde el esfuerzo conlleve a superar
lo programado y demostrar mayor compromiso con la institución.
Actitud
frente a la presupuestación: Para hacer de él un instrumento eficaz, abundante
en recursos, pero de austeridad frente al gasto.
Actitud
frente a los procesos: Que se reviertan en términos de calidad, trámites menos
engorrosos y más ágiles, que brinden la mejor atención en tiempo y servicio al cliente
interno y cliente externo.
Actitud
frente al riesgo: Para prevenirlos a través de controles efectivos y evitar
pérdida de recursos cuantiosos e irrecuperables frente a una economía escasa y,
en ocasiones, administrada improvisadamente.
Actitud
frente al talento humano: Ofreciendo permanente capacitación como una manera de
invertir conocimientos, traducidos en mejoras prácticas, mayor capacidad
productiva y servicios para la comunidad.
Actitud
frente a la información y la comunicación: Como fuente para potenciar el
desarrollo a través de datos y medios veraces, que den fiabilidad a lo que se
informa y comunica, y sea la base oportuna y razonable para la toma de
decisiones revertida en productividad y éxito.
Actitud
frente al cliente externo: Por todos es conocido que la comunidad o sociedad es nuestro
“cliente externo” o “usuario” y son la razón de ser y existir de la Institución,
lo que supone que será la actitud de respeto, servicio y buenas maneras como se
le atienda, la que decida su aceptación.
Actitud
frente al control: Como factor retroalimentador y visor del mejoramiento
continuo y memoria de aprender sobre los errores y fundamento de una nueva
cultura, donde el autocontrol, la autoregulación y la autogestión proporcionen
el cambio de cultura traducida en éxito.
La
Carta a García nos invita a cambiar nuestra actitud.
¿Cómo podemos aplicar La Carta a García en el ámbito laboral como en el personal?
Podemos
aplicar La Carta a García en nuestras vidas diarias, tanto en el ámbito laboral
como en el personal. Algunas formas de aplicar sus
enseñanzas son:
- Sé proactivo: No esperes a que te digan qué hacer. Identifica los problemas
y busca soluciones.
- Asume la responsabilidad: No busques excusas ni culpes a los demás. Asume
la responsabilidad de tus acciones y decisiones.
- Trabaja con pasión: Encuentra tu pasión y trabaja en lo que amas. Si haces lo que
te gusta, tendrás más energía y motivación para superar los retos.
- Supera tus miedos: No te detengas por el miedo al fracaso o al rechazo. Aprende a
enfrentar tus miedos y a tomar riesgos calculados.
En conclusión, la Carta a García es un ensayo clásico que nos enseña la importancia de ser proactivos, responsables y apasionados en nuestro trabajo y en nuestra vida. Si aplicamos sus enseñanzas, podremos alcanzar el éxito y la felicidad que deseamos.
Fuentes Web Consultadas:
https://es.wikipedia.org/wiki/Calixto_Garc%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/William_McKinley
https://laley.com.co/periodicolaley/index.php/actualidad/695-la-carta-a-garcia
https://vissonar.com/administracion/carta-a-garcia-compromiso-y-responsabilidad/
Fuente documental:
Revista Policía Nacional
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