Corría el año de 1893. La República de Colombia era dirigida por Miguel Antonio Caro, en calidad de Vicepresidente Encargado del Poder Ejecutivo, vivía un período caracterizado por la inconformidad de algunos sectores políticos, con relación a ciertas medidas del Gobierno.
Fotografía de Miguel Antonio Caro -1893- |
Hacía un año y quince días, la Policía, técnicamente organizada, había iniciado en Bogotá su noble labor de garantizar el orden público interno en sus aspectos de tranquilidad, seguridad y salubridad. El Gobierno Nacional por Decreto 400 de 12 de enero firmado en Ubaque-Cundinamarca (Lugar de veraneo) había designado, por segunda vez como Director del Cuerpo Policial, al benemérito francés Comisario Especial Juan María Marcelino Gilibert, quien se aprestaba a tomar posesión de su cargo.
Fotografía de Juan María Marcelino G. |
En los días anteriores, con motivo del artículo "LA MENDICIDAD" publicado por Ignacio Gutiérrez Isaza en el periódico "COLOMBIA CRISTIANA" (un periódico cercano a la Curia Arzobispal), el 14 de diciembre de 1892, Los textos tenían como objetivo explicar la causa de la miseria de los artesanos, la cual, a juicio del autor, era consecuencia del consumo de chicha y del poco interés por el ahorro y la previsión de obreros y trabajadores.
Los artesanos de la Sociedad Filantrópica, bajo la presidencia de José Leocadio Camacho, rechazaron tajantemente el escrito por considerarlo una calumnia. En grupo, expresaron su inconformidad al sentirse discriminados por el desempeño de sus oficios y la falta de reconocimiento social y del Gobierno. La Sociedad Filantrópica insistía en que Gutiérrez debía retractarse de sus comentarios, pero ninguna demanda fue admitida.
Y fue a las cuatro (4) de la tarde del domingo 15 cuando en la "Calle del Gasómetro" apareció un numeroso grupo de personas que se dirigían a la casa de la familia Gutiérrez Isaza, situada en la Carrera 14, profiriendo toda clase de ofensas y amenazas.
La Policía que había sido alertada con anticipación, tenía establecido un servicio de protección con personal de las Divisiones Central, 1ra y 2da, al mando del Comisario de 2da clase Ignacio Antonio Rodríguez, quien impidió oportunamente los intentos de los agresores de penetrar a la casa de los Gutiérrez.
De la Primera arremetida a piedra de los exaltados, resultaron heridos los agentes Tomás Pombo (Fractura y herida abierta de la nariz) y Ramón Medina (fractura del cráneo). Durante estos hechos la Policía arrestó a gran parte de los manifestantes como medida pertinente para proteger la vida de Ignacio Gutiérrez Isaza y su familia.
A partir de esta hora y hasta las doce (12) de la noche, la turba no cesó de lanzar ultrajes y piedras contra la casa de los Gutiérrez Isaza que la Policía defendía con tenacidad y abnegación, recibiendo igualmente agresiones de palabra y de obra, sin acudir a medidas extremas para evitarlo.
Así llegó el día lunes 15 de enero.
A las once (11) de la mañana gran cantidad de individuos aún indignados por las afirmaciones del periodista y por el arresto de varios trabajadores, algunos artesanos promovieron una protesta pacífica encabezada por Félix Valois Madero, quienes se reunieron en el "Puente de San Francisco", de donde se dirigieron a la casa del Ministro de Gobierno General Antonio B. Cuervo, situada a inmediaciones del "Puente Colgante", exigiendo que se pusiera en libertad a las personas retenidas por la Policía el día anterior y la imposición de la Ley de Prensa contra Gutiérrez, pero el funcionario no los atendió (por encontrarse enfermo), circunstancias que aumentó la rabia en la multitud que seguidamente se encaminó de nuevo a la casa de los Gutiérrez Isaza.
Puente de San Francisco y al fondo, la Plaza de las Hierbas que corresponde al Parque Santander - Bogotá, Colombia- 1893 |
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Fotografía Tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Basilio_Cuervo.
Cuando ya los revoltosos tenían roto el cordón policial con el empleo de armas de fuego, machetes, cuchillos, garrotes, piedras, etc., uno de los agentes que se encontraba derribado, disparó su "Remington"(fusil de esos tiempos), causándole la muerte instantánea a Isaac Castillo, uno de los atacantes.
Aunque este imprevisto incidente contuvo parcialmente la furiosa arremetida de la multitud, momentos después los amotinados, con el cadáver de castillo recorrieron el centro de la ciudad protestando contra el Gobierno y la Policía, cometiendo por las calles por donde pasaban, toda clase de desafueros y destrozos, obnubilados por el licor y por la incitación de agitadores extremistas.
El Comisario Jefe Wenceslao Jiménez- jefe de la División de Seguridad-, dice en el parte rendido al Director General de la Policía sobre estos sucesos:
"Al llegar a la Plaza de Bolívar me encontré con el motín que venía desde Santa Barbara, bajando por la calle de San Carlos, con banderas negras y coloradas, y armados de garrotes, peinillas, cuchillos, piedras e instrumentos de varias clases y lanzando más o menos estos gritos: "Abajo el Gobierno", "Abajo la Policía", "Viva el partido Radical", "Viva el pueblo", "Vivan los artesanos" y A la Comuna! y El 93! . La Comuna aludía los sangrientos motines ocurridos en París, veinte años antes.
Esta desenfrenada turba, haciendo gala y ostentación del crimen, destruyó todos los útiles y elementos de la comisaría de la 5ta Circunscripción, a donde entraron, con fuerza, quebrando muebles y rompiendo parte del archivo.
"Serían ya como las cinco (5) de la tarde; parte de los amotinados se encaminó al local de la Dirección General (calle 10) y parte tomó por la calle Real, en dirección a San Diego, en el mayor desorden, con el propósito, según se veían de aniquilar todo elemento relacionado con la Policía, cosa acordada hace meses en juntas secretas contrarias al Gobierno, que reputan a la Policía como obstáculo insuperable para sus fines, y llevar su estandarte anarquista y disociador por los ámbitos de la culta y cristiana capital, la cual veía espantada esa turba de salvajes representada en individuos hasta ayer hombres honrados y pacíficos, pero suficientemente incitados por hombres depravados y de una conciencia manchada y tenebrosa, que se apoderaron de sus ánimos".
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Acto seguido llegaron a la 3ra División situada en la calle 24, rompiendo los muebles y útiles de la Comisaría, cometiendo todo género de violencia, destruyendo la documentación y robándose los objetos de algún valor.
Seguidamente pasaron a la 2da División (San Francisco) en donde se hallaba de centinela el Agente de Tercera Clase Julio Martínez, quien después de heroica resistencia es asesinado a machete y palo por los amotinados al igual que una mujer que se había refugiado en el local de la Comisaría. A continuación, llegaron a la 4ta División (calle 14) en donde el personal que la defendía se vio precisado a retirarse ante la superioridad numérica de los revoltosos que incendiaron todos los elementos y archivos de las oficinas.
El parte del Comisario Jefe Wenceslao Jiménez agrega, sobre lo ocurrido más tarde:
"Como a las cinco (5) la tarde, otro grupo numeroso se aproximaba al local de la Dirección en movimiento bélico, con el propósito según se veía de dirigir su ataque contra el local de la Policía ubicado en el Hotel "Universo", y las gentes con piedras, instrumentos y armas de distinto género ya habían hecho otro empuje en las primeras horas de la tarde, causando heridas de gravedad en los agentes, sin que aún ellos hicieren uso de su legítimo derecho de defensa; pero en este momento hallándose parte de los agentes estacionados frente al local indicado, el Jefe de Día del Ejército Nacional previno a la Policía se retirara a su cuartel a fin de evitar un nuevo conflicto, así se hizo, y en el acto en que los amotinados vieron retirarse a los agentes y cerrar las puertas del edificio, creyeron llegado el momento oportuno de apoderarse del local policial, y en virtud atacaron a piedras y disparos los balcones y puertas; los empleados y agentes estuvieron resistiendo con mayor calma aquellos actos de violencia, aquellas constantes y repetidas agresiones de un pueblo bárbaro y exaltado, que tenía puesto en juego sus instintos de furor y de venganza.
Usted señor Director con su impavidez e inteligencia reconocidas, nos dirigía y aguar el último extremo en que debíamos apelar a una defensa sostenida para repeler aquellos golpes, con el fin de atender a nuestras personas, restablecer en lo posible la honra de la Institución y defender a todo trance este local, que era el objeto de aquellos hombres dispuestos a pisotear todo derecho, a saciar venganzas mezquinas, dar desarrollo a rencores y a malévolas pasiones, excitadas con motín inesperado"
"Al fin, el ataque era ya tan vigoroso y persistente que el señor director Marcelino Gilibert, ordenó disparar con las pocas armas de que podíamos disponer. Así se verificó, disparando desde los balcones de la Dirección a la multitud que sedienta de nuestra sangre, dirigía sus golpes a piedra y con las armas que llevaban, manifestando anhelo por romper y entrarse a asesinarnos.
En este encuentro quedaron heridos de gravedad una serie de amotinados que arrastrados por la corriente devastadora se habían incorporado en el motín; los principales responsables que hacían alarde de su abominable influencia huían despavoridos viendo comprometida la vida de sus compañeros. Afortunadamente no lograron el intento de entrar al local de la Dirección; el fuego empezó a hacerlos disolver y poco a poco fueron separándose de este sitio para continuar su tarea criminal en otros varios puntos de la ciudad".
"Como a las siete y media de la noche se dirigió parte de la numerosa multitud a la casa del General Juan B. Cuervo (Ministro de Gobierno), que se hallaba cerrada por encontrarse éste en el Ministerio de Guerra dirigiendo personalmente la defensa de la ciudad; forzaron la puerta, penetraron al interior de la habitación, se robaron varios objetos, rompieron y destruyeron los muebles y útiles y dejaron todo en completa ruina, manifestando en esos hechos inmorales un cinismo y un encarnizamiento llevado a un grado superlativo. Quebraron puertas y ventanas y cometieron toda clase de escándalos".
"Inmediatamente después se encaminaron a la casa del señor Luis Bernal, Inspector Nacional; derribaron una de las ventanas; entraron al recinto de la casa donde se robaron todos los enseres y elementos de valor. Destruyendo luego con saña feroz el mobiliario de la casa y toda la ropa de la familia; cada vez más se notaba el desarrollo en alto grado de ese instinto salvaje de destrucción y latrocinio y la sed de sangre que con rapidez crecía en los ánimos de aquella desenfrenada multitud..."
"Otro grupo de la turba se dirigía a San Barbara. Allí forzaron y rompieron la puerta del edificio; desplazaron los muebles y útiles de la oficina y aún destruyeron casi en su totalidad el archivo que existía en aquel santuario de la ley".
"A ese tiempo una multitud se encaminaba a la casa de la Corrección de San José de "Tres Esquinas" (hoy avenida Caracas con calle 1ra), donde previamente y como medida salvadora y previsiva habían salido las Hermanas del Buen Pastor, directoras del establecimiento, y los agentes que hacían el servicio de las presas sumariadas".
"Los amotinados llegaron, desplazaron gran número de muebles, trataron de incendiar el edificio, pegando fuego a unas cortinas; abrieron de par en par las puertas y pusieron en libertad a más de 200 mujeres que estaban detenidas, el numero crecido de mujeres criminales salieron a formar parte de la infernal asonada, constituyendo de esa manera un vandalismo completo, la viva representación del vicio y la maldad elevados a un potencial de alta magnitud".
"También un grupo de amotinados se encaminó a la casa del señor Higinio Cualla, alcalde de la ciudad, y después de ataques personales y agresivos contra el nombre y la honra del citado señor, destruyeron muebles y objetos de distintas clases, se robaron una gran serie de objetos y hubieran continuado en esa labor infame, de no ser por la intervención de una Sección del Ejército que acudió en el acto al amparo de aquel distinguido servidor público".
Una parte de manifestantes fue capturada y el resto huyó con la presencia del Ejército (Batallón 3ro de Boyacá y 5to de Vargas) que, distribuido en numerosas patrullas, aprehendió más de 400 amotinados y restableció el orden antes de las doce de la noche.
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Ante esta situación, A las 8 de la noche, el Consejo de Ministros presidido por el de Gobierno y Guerra, General Antonio B. Cuervo, declaró en estado de sitio a la capital de la República durante cuarenta días (del 16 de enero al 24 de febrero de 1893) para evitar el recrudecimiento de la protesta y proteger a la Policía. Se impuso censura de prensa. Se restableció el orden.
El Ministro Cuervo, que se encontraba enfermo por los días de los motines, murió un mes después de la revuelta, el 19 de febrero.
Al día siguiente, 17 de enero, el Gobierno Nacional dictó el Decreto 416 de fecha 20 de enero por el cual dispuso el confinamiento de varios Cabecillas en la Isla de San Andrés y Bocas del Toro (por allá en Panamá). De los autores intelectuales se dispuso el extrañamiento de la capital de la República, a quienes se les condenó como reos de asonada y motín contra funcionarios y oficinas públicas de Bogotá, según comprobación hecha por el Estado Mayor de la 1ra División del Ejército.
Es de anotar que el día 21 de Enero, el periódico "EL CORREO NACIONAL" (principal órgano informativo de la época) en su editorial de la fecha titulado: "De Justicia y Caridad", después de exaltar la acción heroica de la Policía en los sucesos del 15 y 16, abre una suscripción en beneficio de las viudas y huérfanos de los agentes muertos, así como también de los heridos, para quienes se pide, además, una mención especial en la historia de la República.
No obstante, la magnitud de lo ocurrido, la Institución demostró su lealtad inconmovible a las instituciones legitimas, su denodado espíritu de sacrificio y su abnegación sin límites en el cumplimiento del deber, según aparece en los informes que sobre esos sucesos rindiera los Jefes de Policía de la Capital, corroborados por la investigación penal correspondiente, hechos estos registrados en el Diario Oficial 9.064 de 1893.
La Sociedad Filantrópica fue suspendida, acusada de haber incitado al desorden con carteles subversivos. El Decreto 390 prohibió sus reuniones, secretas o públicas, so pena de la aplicación de la Ley Marcial durante la vigencia de Estado de Excepción, y posteriormente las disposiciones del Código Penal.
A pesar de que este levantamiento popular no tuvo el éxito esperado, se sentó un precedente importante en el que la autoridad y sus instituciones fueron fuertemente cuestionadas.
Después de los motines de 1893, la semilla de la rebelión quedó sembrada en varios liberales. Para agosto de ese año, varios miembros del partido en la capital y el general Avelino Rosas en el exilio, prepararon un complot para tomar cautivos al presidente Caro y a varios miembros del Gobierno. Aunque la conspiración fracasó, y varios conspiradores fueron detenidos y enviados a otras regiones, quienes quedaron libres mantuvieron firme su intención.