RESEÑA HISTÓRICA DE LA POLICÍA NACIONAL DE 1930 A 1945
“Trasegar policial del señor Capitán Rafael Colmenares del Castillo”
Los anales históricos de la Policía Nacional para los años 30´s, inician con el triunfo del partido liberal en las urnas, lo que generó a que el país tuviera un cambio de marcha. El liberalismo asumió el poder después de más de cuarenta años de estar ausente de la dirección suprema del Estado. No era fácil esta transición. El partido conservador caía por una división interna, pero, teniendo una inmensa mayoría sobre su opositor, confiaba en recuperar el poder.
Presidente Enrique Olaya Herrera |
Enrique OlayaHerrera, t triunfador en la contienda, había realizado su campaña presidencial sobre una plataforma no revolucionaria, pero sí de amplio contenido social, para realizarla con un gobierno de “CONCENTRACIÓN NACIONAL”. Al llegar a la presidencia Olaya Herrera se encontró con un liberalismo ansioso por el poder completo. La situación tuvo un mensaje hábil por parte del nuevo presidente, quien llamo a varios conservadores a colaborar en el gobierno.
Por lo demás, el alevoso ataque del Perú en Leticia para arrebatarle a Colombia este pedazo de la soberanía nacional, exalto los ánimos patrióticos, lo que fue favorable para atemperar las relaciones entre los partidos y entre el conservatismo y el gobierno.
De todas maneras, sobre Colombia soplaron vientos renovadores. Desaparecía una época y comenzaba otra con cambios políticos y progresos en los órdenes sociales y económicos. Pero fueron inevitables en este despertar serios conflictos que, infortunadamente, bañaron con sangre algunas regiones del país, propiciados por el choque entre facciones conservadoras y liberales, conflictos que se prolongaran después por muchos años, atizados por un sectarismo implacable.
En términos policiales es oportuno notar, que la primera norma para la Policía Nacional que se dictó en este mandato, fue el Decreto 1735 de octubre 15 de 1930, ddonde se dispuso efectuar algunos cambios en las denominaciones de las divisiones orgánicas del cuerpo de Policía.
También facultó al Director General del Cuerpo para que, con cargo a la Caja de Auxilios de la Policía, pensionara a los empleados que después de servir no menos de dos (2) años a la Institución y por causa del mismo servicio, hubiesen adquirido enfermedades incurable o invalidez.
Prohibición de deliberar
Fue precisamente bajo el mandato del presidente Olaya Herrera cuando se dictó la Ley 72, dediciembre 13 de 1930, para reglamentar el precepto de la Constitución según el cual < la fuerza armada no es deliberante>.
El artículo 1º de aquella ley quedó en los siguientes términos <La fuerza armada no es deliberante. En consecuencia, los miembros del Ejército, de la Policía Nacional y de los cuerpos armados de carácter permanente, departamental y municipal, no podrán ejercer la función del sufragio mientras permanezcan en servicio activo>. Se daba vida así a un principio de inapreciable valor para la purificación de la Policía, liberándola de grave peligro causado por el morbo político, y se volvía por los fueros de la voluntad popular, libremente expresa, sin el temor de la coacción de fuerzas sectarias.
Alteraciones del orden público
Sin embargo, como ya se expresó, el cambio político en la dirección del estado y el trato dado en algunas regiones a los contrarios del régimen, promovieron turbaciones del orden público en los primeros meses del año de 1932 en diferentes departamentos del país. Parecidos encuentros se habían presentado en otras épocas, con la diferencia de que el restablecimiento del orden había estado a cargo del Ejército, mejor preparado como organización armada.
En esta emergencia, la Policía, la nueva Policía, fue enviada a esas regiones para participar en las labores de pacificación y ciertamente no fue ajena a la lucha que se libraba. Por algo había sido integrada por personas de firmes convicciones políticas y precisamente por esas convicciones. Y ellos lo sabían.
Por eso muchas veces sus actuaciones, fueron más parcializadas que profesionales y más persecutorias que protectoras. No fueron ciertamente agentes de la ley ni obraron sujetos a ella; fueron exponentes de unas ideas políticas que guiaron sus actuaciones y, en muchos casos, determinaron violentas reacciones que agudizaron el enfrentamiento de los conservadores, que no estaban convencidos de haber perdido el poder, y los liberales, que anhelaban ansiosamente la totalidad del gobierno en forma inmediata.
Con todo, en ciertas ocasiones, también actuó el Ejército coadyuvando a la acción policial, particularmente en los lugares más apartados, como el Departamento de Santander, adonde se había destinado la División de Carabineros con la misión específica de lograr el orden, pues en los departamentos del nororiente las contiendas partidistas fueron graves y propiciatorias de una masiva emigración de campesinos colombianos a Venezuela (al Estado de Táchira especialmente)
Por aquella época, se registró un hecho desventurado que alteró la paz en el ámbito externo al presentarse la guerra con el Perú, provocada por la felonía del presidente Luis Miguel Sánchez Cerro.
El Ejército de Colombia fue puesto en pie de guerra y movilizado a las fronteras amazónicas, la Policía, al contrario de lo que había sucedido en otras ocasiones, no fue incorporada a la milicia, sino que se le confió la guarda del orden público interno del país. En esta forma tomó cuerpo el principio legal de que el Ejército Nacional está para preservar el orden externo y la Policía establecida para velar por el orden público interno de la nación.
El gobierno del presidente Olaya Herrera terminó su periodo con el país en relativa calma, pero dejando una Policía integrada casi exclusivamente por el personal de filiación correspondiente al partido de gobierno, sectario e improvisada, a la cual se trató de entrenar superficialmente en una escuela que el gobierno abrió en el mes de diciembre de 1930.
De esta manera los viejos servidores de la hegemonía, que eran preparados, honestos y eficaces, se desestimaron perdiéndose el bagaje de sus conocimientos, adquiridos tras largos años de trabajo y de preparación en la escuela que desde el año de 1919 había sido fundada por el presidente Marco Fidel Suárez.
Tras el cambio de gobierno que se dio en el mes de agosto de 1930, se produjo el retiro del doctor José María Dávila Tello de la dirección de la Policía el 10 de septiembre del mimo año, asumiendo las riendas de la Institución el doctor Alfonso Araujo Gaviria, quien fue nombrado mediante Decreto 1414 de fecha 11 de septiembre de 1930 y se posesiono del cargo el día 13 del mismo mes.
El doctor Araujo profesó siempre la tesis “La Policía Nacional, por la índole de su misión es inminentemente un cuerpo civil”. Se interesó por la Policía de Vigilancia Urbana y Rural y de la creación de un escalafón que reguló la estructura misma de la Institución. A escaso un mes de asumir el cargo de director, el gobierno nacional expidió el Decreto 1735 del 15 de octubre de 1930, reorgánico de la Policía Nacional, donde facultó al director para nombrar en propiedad empleados subalternos y le otorgó atribuciones con respecto a ascensos, traslados, pensiones y permisos; estableció pensiones de jubilación por enfermedades incurables y dispuso el ingreso a la Caja de Protección Social, de los valores de los sueldos, licencias y excusas medicas menores de quince días.
También organizó la Policía Nacional en doce secciones administrativas y señaló su personal; creó el Escuadrón de Carabineros; dispuso la organización de las Escuelas de Aspirantes a Agentes y se dictaron disposiciones relacionadas con su funcionamiento; ordenó pagar sueldos a los enfermos de lepra, modificó los circuitos de vigilancia y creó la Sección XIII de Circulación y Tránsito, “Vigilancia de Trafico Urbano”. Se dispuso además la construcción de un Mausoleo para la Policía Nacional en el Cementerio Central de Bogotá.
Fotografía del señor Teniente Rafael Colmenares del Castillo |
Para la misma anualidad, se da el ingresó a las filas de la Policía Nacional del joven Rafael Colmenares del Castillo, oriundo del municipio de Gámeza (Boyacá) quien, al terminar los estudios secundarios en el Semanario de Bogotá, se vio atraído por la convocatoria que hizo la Institución para conformar el Primer Curso de Oficiales Subalternos. Ingresaron a este curso distinguidos jóvenes de la sociedad que, llenos de entusiasmo y con el mejor deseo de servir y acertar, terminaron su brillantemente proceso de formación y pasaron a las filas a cumplir su servicio a la patria, siendo destinados a diferentes unidades del país a prestar sus valiosos servicios a la comunidad.
Mientras tanto, en los altos niveles de la Institución el gobierno nacional había dispuesto que el Doctor Alfonso Araujo Gaviria entregara el cargo de Director General del Cuerpo al señor Capitán del Ejército Gustavo Gómez Posada, quien asumió a partir del 27 de agosto de 1931, siendo nombrado mediante el Decreto Ejecutivo 1472 del 25 de mismo mes y año.
El nuevo director, llamó a colaborar con él, en los cargos de Comando de División a otro distinguido grupo de Oficiales de la Reserva del Ejército como lo eran, Don Miguel Franco González, Francisco Calderón Úmaña, Eduardo Cuevas, Pablo Aza Terán, Carlos Galviz, Federico Franco, Carlos Otálora y otros que fueron base de la organización policial.
Las capacidades Intelectuales y profesionales del nuevo director le permitieron desempeñar una brillante labor en la Dirección General y a pesar de la crisis económica que vivía el país, pudo obtener los siguientes logros:
Reorganización de la División de Bomberos. El gobierno estableció también una indemnización para los herederos del personal de la Institución que falleciera por hechos o accidentes ocurridos en actos del servicio. Se construyó una escuela para los hijos del personal de agentes, sostenida con las ganancias de la Seccional de Casinos, hecho muy importante sobre el cual habría de organizarse la actual Dirección de Bienestar Social de la Policía Nacional.
El 1 de mayo de 1932 se inauguró el moderno edificio, situado en la carrera 7ª con calle 4ª, el cual fue destinado para cuartel de las Divisiones 3ª y 4ª, inmueble que hoy se considera “Patrimonio arquitectónico e histórico de Bogotá” y es sede de la Estación de Policía, La Candelaria.
Afrontó con creces la delicada situación de desorden público que se presentó en algunos departamentos de la República y supo, con prudencia, criterio y talento encauzar los procedimientos policiales, en tan grave situación, con gran acierto.
Estación de Policía, La Candelaria. |
Cabe recordar aquí, la valiosa cooperación que en estos delicados momentos le prestaría el comandante Pablo Aza Terán, Jefe de las Fuerzas de Policía, en uno de los lugares más afectados por los sucesos que en esa época se desarrollaron, como lo fue la ciudad de Bogotá.
Ahora bien, durante esta época de vicisitudes y conflictos que se vivía en todo el territorio nacional, el gobierno dispuso nombrar Alcaldes Militares para aquellos departamentos o municipios con alteraciones del orden público.
Cargos que además de ser cumplido por oficiales del Ejército, también fueron ocupados por oficiales de la Policía Nacional y es por ello que para el periodo de 1930 a 1934 (durante el gobierno de Enrique Olaya Herrera) vuelve a aparecer en las líneas de esta reseña histórica, la figura del Teniente Rafael Colmenares del Castillo, quien tras la contingencia que se vivía en el país debió asumir el rol de Alcalde Militar en las siguientes poblaciones: Herrán, Ragonvalia, Chinácota, Mutiscua, Cacota, Bochalema, Arboledas, Cucutilla, Sardinata, Convención y Ocaña, todas ellas en el Departamento de Norte de Santander.
Ya en 1935, fungía como nuevo presidente de Colombia el doctor Alfonso López Pumarejo quien nombró como director de la Policía al doctor Alejandro Bernate, mediante el Decreto Ejecutivo 1503 del 23 de agosto de 1935.
Desde cuya administración la Policía Nacional logró un gran perfeccionamiento, obteniendo enorme progreso profesional.
Fue el doctor Bernate quien, en forma definitiva, dio a la Institución caracteres sobresalientes, colocándola en un alto plano ante el aprecio público.
Acometió el doctor Bernate, con sin igual entusiasmo, el perfeccionamiento de la Policía en toda la república, consiguiendo la nacionalización de las Guardias Civiles y Policías Departamentales, involucrando bajo la dependencia de la Policía los Resguardos y Gendarmerías de Aduana, creó el Departamento Administrativo, creó el Departamento Nacional de Seguridad y modificó todas las dependencias de la Policía creando otras nuevas, aumentando el personal de oficiales y agentes; logró además traer para la Institución una Misión de Carabineros de Chile (1936), que vino integrada por los distinguidos oficiales: Coronel Armando Romo Boza, el Capitán Belarmino Torres Vargas y el Teniente Emilio Oelckers Hollstein.
La Misión Chilena tuvo como fin esencial dar instrucción técnica a los oficiales, contribuir a la formación del plan general sobre servicio de Policía en el territorio nacional, redactar el reglamento de Policía y asesorar a los comandantes de Policía Rural.
Para lograr todos los objetivos planeados, la Misión de Carabineros de Chile convocó a un grupo de oficiales de las diferentes unidades del país, donde salió favorecido el señor Teniente Rafael Colmenares del Castillo, quien después pocos meses de ardua labor educativa fue certificado en los siguientes cursos: CURSO ESPECIAL DE POLICÍA GENERAL Y CURSO DE EDUCACIÓN FÍSICA.
Integrantes de la Misión Chilena Coronel Armando Romo Boza, el Capitán Belarmino Torres Vargas y el Teniente Emilio Oelckers Hollstein |
El profesionalismo y deseo de superación que identificaban siempre al teniente Comenares, le permitieron convertirse en un oficial notablemente transformado, con derroteros precisos, llenando a cabalidad su función social que lo llevaría a disfrutar de un gran aprecio y admiración por parte de sus superiores y compañeros.
Revista de la Policía Nacional, en su edición 150 y 151 publicada en 1939 |
Tanto así, que la Revista de la Policía Nacional, en su edición 150 y 151 publicada en 1939, en la página 54, exaltó algunas de sus cualidades con la siguiente Nota de pie de foto:
“Teniente Rafael Colmenares Del Castillo, uno de los muchachos mejor preparados con que cuenta la Policía Nacional. Militar de vocación, su hoja de servicios profesionales es modelo de eficiencia y cultura. El Teniente Colmenares del Castillo es autor de excelentes textos de educación policiva en sus ramas más importantes y que han merecido elogiosos conceptos de técnicos en la materia tanto nacionales como extranjeros…”
Incluso, la misma edición de la revista en las páginas 53 a 64, trascribió el texto completo de uno de sus escritos denominado “JUEGOS PROHIBIDOS”. (ver anexo I)
Como se dijo antes, una de las grandes pasiones del señor Teniente Rafael Colmenares del Castillo, fue la escritura, tanto así, que aún hoy podemos disfrutar del siguiente legado documental que lo inmortalizó en el tiempo.
- Directorio de Bogotá de los años 1935, 1939 y 1940.
- Guía Policiva- publicada en 1938 (Tres ediciones).
- Legislación Policial Colombiana – primera y segunda edición, publicadas en 1941.
- Compilación de Transportes y Tarifas – primera edición, publicada en 1942.
- Compilación de Disposiciones sobre Transportes y Tarifas, Caucho y Consejos para Evitar Accidentes– publicada en 1945.
- Código de Justicia Penal Militar Colombiano y Prestaciones Sociales par a el Personal de Oficiales, Tropa y Empleados Civiles del Ramo Militar – primera edición, publicada en 1945.
- Guía para la Instrucción de los Cuerpos de Policía de Colombia- segunda edición, publicada en 1958.
(Ver anexo II, copia del Diario Oficial número 25914 de fecha lunes 20 de agosto de 1945, donde fueron publicadas las solicitudes que el señor Rafael Colmenares de Castillo diligenció ante el Ministro de Educación de la época con el fin de obtener la inscripción en el Registro General de Propiedad Literaria y Artística, a dos (2) de sus obras)
Otras publicaciones que se le atribuyen son:
- Historia, legislación y reglamentos de la Caja de Protección Social de la Policía Nacional. Breve historia de la Caja; leyes, decretos, acuerdos y resoluciones de la Dirección General y de la Junta Directiva; conceptos del Ministerio de Gobierno y del Departamento Nacional del Trabajo; doctrinas del H. Consejo de Estado; disposiciones sobre lepra, etc.
- Identificación Personal, Dactiloscopia; Instrucciones Técnicas para Registradores, Visitadores y Preparadores de la Cédula de Ciudadanía.
- Leyes para beneficiarios de Oficiales y Suboficiales del Ejército; soldados que prestan servicio en la Guerra de “COREA”.
- Ley de Aumento de Sueldo al Uniformado y Civil de la Policía Nacional, Civiles del Ramo de Guerra y Prestaciones Sociales para dicho personal.
- Redactó leyes sobre Prestaciones Sociales para el Personal Uniformado de la Policía Nacional y Civiles de la misma, Civiles del Ministerio de Guerra.
Bomberos de Bogotá |
Otro gran evento importante que hay que citar en la vida del Teniente, Rafael Colmenares Del Castillo, es que él no solo era un apasionado por las letras, sino también fue un gran comandante de Policía, el liderazgo, vocación y entrega que le imprimió a todos sus actos, lo llevaron a ocupar altos cargos en la Institución, así: Comandante y administrador de las Minas de Muzo y Coscuez, Comandante de la Policía encargado de la Vigilancia de Aeródromos en todo el país durante el tiempo de la Segunda Guerra Mundial (1939). Comandante del Cuerpo de Motociclistas de Bogotá, Comandante de las Divisiones de Puerto Carreño, Arauca y Amazonas, Comandante Novena División de Policía, en Bogotá (Chapinero), Comandante de los Bomberos de Bogotá y Secretario de la Subdirección General de la Policía Nacional.
Ahora bien, durante su paso por la Comandancia de los Bomberos de Bogotá, dejó una gran huella con la elaboración y defensa ante el Congreso Nacional, de la Ley 54 de 1943 que le concedió AUXILIOS a los Cuerpos de bomberos de la ciudad Capital y Medellín para la renovación de su equipo en cuantía de $200.000.00 y $100.000.00 respectivamente. Aparte de lo anterior organizó una colecta entre el comercio de Bogotá con el mismo fin, que recogió $100.000.00.
También fue autor de los decretos por medio de los cuales se obligó a los establecimientos comerciales al uso de extintores y escaleras de emergencias para prevenir desastres en la ciudad capital.
Llega el presidente Eduardo Santos Montejo
Presidente Eduardo Santos Montejo |
El 7 de agosto de 1938 llegó a la presidencia de la república Eduardo Santos Montejo, demócrata integérrimo, de principios, acendrado santanderista, porque <Solo el imperio de la Ley nos dará la libertad>, hombre ecuánime y conciliador, capaz de conservar la serenidad en los peores momentos de su vida o de la vida de la nación, enarbolada en su propia enseñanza de <fe y dignidad>. Durante su administración estalló la Segunda Guerra Mundial.
Ante el peligro de los Nazis, aunque neutral, alinderó de inmediato al país al lado de las potencias occidentales. Mandatario altruista, jamás carcomido por la envidia, consolidó las reformas del gobierno anterior y siguió adelante con iniciativas propias de indiscutible importancia, impulsadora del progreso nacional y de la sana convivencia. Fácilmente se explica entonces que siguiera sin interrupción el proceso de dar al país una Policía siempre mejor.
Creación de la Escuela de Policía General Santander
Así, pues, la obra adelantada por la Misión Chilena continuó, y se finalizó la construcción de la Escuela de Policía General Santander, disponiéndose su organización por medio del Decreto945 del 15 de mayo de 1940. las labores se iniciaron el día siguiente, 16 de mayo, con los cursos para aspirantes a oficiales, suboficiales y agentes.
Escuela de Policía General Santander |
Las labores docentes comenzaron bajo la dirección de Luis Andrés Gómez, profesional del derecho. Los programas se basaron fundamentalmente en la enseñanza de los principios constitucionales, Derecho Penal y Procedimiento, Medicina Legal, Psicotecnia Policial y otras materias afines. Anqué la organización formal de la Escuela seguía rigiéndose por la disciplina militar, prevaleció el espíritu civil que se dedicaban a la enseñanza de los códigos, que a los ejercicios de connotación castrense.
Sin embargo, no había ciertamente hasta entonces una idea clara sobre la organización de las labores docentes y por tal razón, meses más tarde, de derogó el Decreto 945 de 1940 con el Decreto 1158 del 18 de junio del mismo año, dando una nueva estructura al instituto que se colocó bajo la dirección de un viejo servidor de la Policía, el coronel Pablo Azá Terán, continuando con los servicios de instructores de trayectoria, formados por la Misión Chilena.
El Capitán Rafael Colmenares Del Castillo crea la fundación el “AMPARO DE NIÑOS”
De este trasegar institucional, es oportuno no dejar pasar por alto otra gran historia que vivió el ya capitán Colmenares, cuando prestó sus servicios en el Departamento de Norte de Santander, donde estuvo como comandante de la Policía Municipal de Cúcuta en el año de 1942, durante su instancia en esa ciudad tuvo la brillante idea de fundar el “AMPARO DE NIÑOS”, considerado uno de esos actos que ensalzan la dignidad humana, pues la historia registra que fue una gestión de voluntad personal, que con el apoyo de la institución a su mando, marcó el inicio de ese noble establecimiento el cual aún hoy se mantiene.
Esta loable acción del capitán Colmenares se dio ante la situación de desamparo y pobreza que se vivía en la ciudad, por el abandono que algunos padres hacían de sus hijos, debido a las penurias y estrecheces que la época traía, en buena razón, por los rezagos de guerra que se libraba en el viejo continente, escenario de dificultades que se había extendido por el mundo entero. Los niños, principales damnificados, debían sobrevivir acudiendo a la caridad de sus congéneres, algunos con la complicidad de sus progenitores, hizo que la Policía Municipal viera el problema y le buscara una solución, por lo menos transitoria mientras se tomaban decisiones de fondo por parte de las autoridades, tanto locales como nacionales.
Sin embargo, algo que desconocía el ilustre capitán, es que su idea había germinado años atrás en la mente de otro insigne personaje, a quien su preocupación por los menos favorecidos, estuvo presente siempre en el primer lugar de sus prioridades. Se escribía en las crónicas de comienzos de siglo que don Virgilio Barco Martínez, en una de esas noches de insomnio y divagaciones testamentarias, pensó en la niñez desamparada, tal vez en remembranza de sus cinco pequeños hijos fallecidos en la infancia y que por estos y otros motivos, concibió la benemérita idea de legarle un porcentaje, en barriles de petróleo de su fecunda participación en la explotación que se hiciera en el Catatumbo, a una institución que velara por el bienestar de la niñez desvalida.
Aunque no exista claridad sobre este hecho, lo que sí es cierto, fueron las dificultades que se presentaron entre quienes tenían a su cargo la administración del legado, pues sólo desde finales de 1936 comenzaron a recibirse los beneficios de lo que se llamó la Concesión Barco. Se sabe que la Fundación Barco obtuvo las ayudas estipuladas en el testamento y al parecer, la intención de patrocinar un organismo de ayuda exclusiva para la atención de la niñez se incluyó en las actividades del Centro Materno Infantil de Cúcuta, como se llamó originalmente la Clínica de la Fundación.
A comienzos del mes de julio del año 42, se dio inicio, por parte de la comandancia de la Policía Municipal, al proyecto del AMPARO DE NIÑOS, cuyo principal objetivo era brindarle a los numerosos niños y niñas en condición de mendicidad, que vagaban por las polvorientas calles de Cúcuta, un abrigo y unas condiciones que les diera un mínimo de seguridad y descanso. Para ello se logró acondicionar un vetusto caserón en el barrio de Curazao, al oriente de la ciudad, al pie de uno de los brazos de la toma pública, donde antes había funcionado el matadero municipal. Era una edificación, como podrán imaginarse, antihigiénica y totalmente riesgosa para la salud, sin embargo, los buenos oficios de doña Inés Lizarazú de Moncada, esposa del gobernador, se dio a la tarea de gestionar su remodelación, la cual se logró dentro de los más expeditos plazos.
En esos alrededores, posteriormente se trazaría la avenida cero y se propuso la construcción del hotel de turismo, que a propósito, se pensaba darle el nombre de Hotel Guasimales, era entonces, la vía que conducía a la frontera y que por mucho tiempo fue la carretera a San Antonio y Ureña.
Al comienzo se le miraba con recelo, toda vez que allí eran llevados los niños callejeros o limosneros y además era administrado por personal de la policía al mando del Sargento Víctor Manuel Vera, quien después de un largo periodo al frente de la institución, fue condecorado con la medalla del civismo por su ejemplar actuación, al lograr llevar ese organismo a la más alta categoría de beneficencia social.
En esas instalaciones, el Amparo alcanzó a permanecer alrededor de diez años, pero los avances del progreso urbano de la ciudad hicieron necesario que desalojaran el lugar y a partir de entonces comenzó una ardua discusión sobre la ubicación más apropiada para continuar con su generosa labor. Ya por esos años, el Amparo había pasado a manos civiles y era su director el señor Jorge Gómez que al igual que sus predecesores se había esforzado por mantener en buen estado de funcionamiento el establecimiento.
El ocaso de su carrera policial
Ya en el ocaso de su carrera como oficial de la Policía, la sapiencia adquirida por el Capitán Colmenares Del Castillo en las Ciencias de Policía y Anatomía, Fisiología y Dietética que adquirió con la Misión Chilena, la Escuela de Medicina de Bogotá y en las diferentes unidades de policía por donde paso, le permitió, ser llamado a integrar la lista de un selecto grupo de profesores de la Escuela de Policía General Santander (nombrados mediante Resolución 57 del 4 de mayo de 1943), donde entre otros, también figuraban los insignes doctores Miguel Antonio Lleras Pizarro y Roberto Pineda Castillo, considerados los precursores del Derecho de Policía. Al Capitán Colmenares, Le correspondió dictar la materia de PRACTICA POLICIAL Y DOCUMENTACIÓN. (ver anexo III)
El señor Capitán Rafael Colmenares Del Castillo contrajo matrimonio con doña Clementina González de cuya unión nacieron tres (3) hijos: Rafael, Ana Dolores y Elvia Colmenares González.
Otros cargos desempeñados
Tras su retiro de la Institución, fundó el Colegio “LICEO DE COLOMBIA” de Bogotá, donde se desempeñó como profesor en las cátedras de Castellano y Cívica. Muy experto en Dactiloscopia.
Fue Representante a la Cámara por el Departamento de Cundinamarca, en el periodo de 1949 a 1951, También estuvo como miembro principal del Directorio Liberal de Bogotá de 1951 a 1953. habiendo sido elegido como su presidente en varias ocasiones.
Estudios universitarios realizados
Inició sus estudios universitarios de derecho de la Universidad Libre de Bogotá en los años de 1952 a 1958, fecha en la que terminó sus estudios sobre la materia. Obtuvo su grado de Abogado el 24 de noviembre de 1967.
Por medio del Acuerdo UNO de 1968, el Honorable Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, le autorizo para ejercer la Profesión de Abogado, Especialista en: Derecho Administrativo, Civil, Comercial, Penal, Agrario, Legislación Militar y Policial.
Durante su cargo de abogado, se desempeñó como Jefe de Personal de la Beneficencia de Cundinamarca y también fue nombrado como Juez Once Civil Municipal de Bogotá.
El deceso del señor Capitán Rafael Colmenares Del Castillose se produjo el día 20 de octubre de 1998.
Epílogo
Si hojeamos las páginas de los diferentes documentos que hablan de nuestra historia policial, podemos darnos cuenta que muchos son los grandes servidores de la Institución que no figuran en ella, debido a la fragilidad de la memoria y más que todo a las pocas y escasísimas fuentes de información que sobre tan interesante tópico existen, pero ello no significa, aunque sus nombres no aparezcan, que el contingente de sus luces dejen de brillar en la trayectoria, siempre ascendente, de la Policía Nacional de Colombia, la que día a día se relieva con caracteres de mejoramiento y de progreso.
Para ellos, el mejor homenaje es el poder engalanar a través de estas sencillas páginas su nombre y la nobleza de sus actos que contribuyeron a facilitar la labor de los dirigentes de la Institución.
Por lo tanto, es un honor para la Oficina de la Reserva Policial sacar del anonimato la historia del señor Capitán Rafael Colmenares Del Castillo, un abnegado oficial de la Policía Nacional quien sirvió leal y eficazmente a la Institución, para él y su familia, con la gratitud que su patriótico servicio a la sociedad merece, se dedica este escrito.
También nos place infinitamente, que hoy el Doctor David Colmenares Spence haya tomado la decisión de dar continuidad al legado de su abuelo, el señor Capitán Rafael Colmenares y nos acompañe portando el uniforme verde aceituna de la Policía Nacional como integrante del curso 005 de Oficiales Profesionales de la Reserva.
Bibliografía.
Diferentes revistas de la Policía Nacional.
Historia de la Policía Nacional- Planeta colombiana editorial s.a. 1993
Libro histórico de Escuela Nacional de Policía “General Santander”, hechos y crónicas 1940-1999- impreso por Panamericana formas e impresos.
Páginas electrónicas consultadas:
ANEXOS:
ANEXO I.
Transcripción del Facsímil denominado “JUEGOS PROHIBIDOS”
ANEXO II.
Facsímil del Diario Oficial número 25914 de fecha lunes 20 de agosto de 1945, donde fueron publicadas las solicitudes que el señor Rafael Colmenares de Castillo diligenció ante el Ministro de Educación de la época con el fin de obtener la inscripción en el Registro General de Propiedad Literaria y Artística, a dos (2) de sus obras.
Para ver el documento completo bájalo del siguiente linkhttps://sidn.ramajudicial.gov.co/SIDN/NORMATIVA/DIARIOS_OFICIALES/1945%20(25731%20a%2026021%20BIS)/DO.%2025914%20de%201945.pdf
ANEXO III
Resolución 57 de 1943.