PRESIDENTE CARLOS E. RESTREPO Y LA POLICIA NACIONAL
Quisiera antes de adelantarnos en la maravillosa y fecunda vida de Carlos E. Restrepo, remontarnos al momento histórico que vivía el país y la institución.
Como Policía Nacional nacimos como tal a la vida republicana en 1891, por la ilustrada
decisión del Doctor Carlos Holguín Mallarino, quien, en su condición de
designado del Doctor Rafael Núñez, ejercía la Presidencia de la República. En ejercicio de sus facultades expidió el
decreto 1.000 del 5 de noviembre, por el cual se creó el cuerpo nacional de policía,
ordenando al Ministerio de Gobierno dictar los reglamentos y demás normas que
permitieran su desarrollo.
Pero como empresa tan ambiciosa y de
tan hondo significado, requería los conocimientos y la asesoría de un experto
en materia de seguridad, se contrató la asistencia del gobierno francés, el
cual comisionó al destacado comisario especial, don Juan María Marcelino Gilibert, a
quien cupo la honra de fundar y organizar a la institución que para estas
calendas, traspasa la cumbre venerable de más de una centuria.
La culminación del siglo XIX,
coincidió con una de las épocas más luctuosas de la historia republicana,
ensombrecida por una guerra civil de inspiración partidista, que asoló el
terrorismo y diezmó irrazonablemente nuestro pueblo. A ella no fue ajena la institución cuyos
integrantes, en su gran mayoría fueron enviados a los escenarios de conflicto,
siendo reemplazados por elementos carentes de idoneidad, con el concebido
detrimento a su estructura y organización.
Superada la crisis política, la institución continúa en sus esfuerzos por alcanzar su verdadera consolidación y es así como aparece la figura del Doctor Carlos E. Restrepo. Siendo Presidente de la República en el año de 1911, genera la primera reorganización sustancial en la institución, que se patentiza en la introducción del sistema antropométrico, la organización del primer grupo de policía judicial y de la primera escuela de preparación de agentes. Así mismo se creó la banda sinfónica de la institución y nuestro órgano de divulgación la revista de la Policía Nacional en 1912.
Siendo su
director el Doctor Gabriel González.
Mediante el decreto 42 del 25 de marzo de 1912, se crea el auxilio mutuo
para los casos de muerte de un miembro de la policía, siempre y cuando no fuere
por suicidio.
Podemos señalar entonces, que algunos
de los aportes, que Carlos E. Restrepo hizo a la institución de la Policía
Nacional, son hondos y significativos, amén de observar en sus actos
administrativos, públicos y privados, una inmensa bondad con los más
necesitados y desprotegidos.
Permítame compartir con ustedes,
después de recrearme con la lectura en sus ensayos y artículos, que en su
momento publicará en la revista semana, 1914-1921 algunos conceptos de policía
que para entonces, manejará con diáfana claridad nuestro ilustre presidente.
En el programa adoptado por la
convención nacional del partido republicano, elaborado por el doctor Carlos E.
Restrepo, sostenía: “Por disposición de la naturaleza, todos los ciudadanos de
un país vienen a encontrarse atados por los más estrechos vínculos de
solidaridad cuando llega el momento de pagar las faltas o los errores
cometidos, por los de arriba o por los de abajo. En la mecánica social, no hay falta, ni error
que deje de producir el efecto que le corresponde; esos efectos se acumulan
calladamente, y cuando sobreviene la catástrofe, ella no distingue entre Giles
y Negretes; barre por parejo. La
inseguridad perjudica y alarma por igual a todos; una mala administración de
justicia o un mal servicio de policía, daña lo mismo a los amigos que a los
adversarios del gobierno; todo el mundo pierde cuando se malgastan los dineros
públicos, porque todo el mundo tiene que contribuir para formar el tesoro
común; tan arruinados quedaron los conservadores, como los liberales, por el
papel moneda; y de una guerra civil tantas heridas sacaran en el cuerpo y en el
alma los unos con los otros. No importa
averiguar quién ha barrenado el barco, basta saber que el naufragio es igual
para todos los que van a bordo. Y esto
es y será así, aún contra la voluntad de los hombres”. Pareciera que Carlos E. Restrepo estuviera
viviendo la Colombia en la que hoy estamos viviendo los colombianos.
EL HOMBRE Y EL CIUDADANO
Descendiente de un primer López de Restrepo que vino a Antioquia. Existe certeza que fue Envigado donde comenzó a fecundarse esta noble familia. Carlos E. Restrepo nació en Medellín el 12 de septiembre de 1867 en el seno de una familia de raigambre ibérica. Por ambas líneas de su filiación, corría la sangre de los Restrepo, era de la misma estirpe del historiador de la independencia José Manuel Restrepo, y del integérrimo magistrado y profesor de filosofía y derecho en Popayán y Santa fe de Bogotá, José Félix Restrepo. Su padre Pedro Antonio Restrepo, su madre doña Cruz Ana Restrepo Jaramillo. Por su sangre y espíritu estuvo predestinado para el servicio de la patria.
Etimológicamente su segundo nombre “Eugenio”
significa el bien nacido.
El 16 de abril de 1890, se casó con
doña Isabel Gaviria, sus hijos fueron Carlos Ignacio, Adolfo, J. Mario y
Vicente, sus hijas Tulia, la primogénita, Isabel, Sofía, Ana y Margarita.
A su hogar la escuela y al seminario
conciliar, fue deudor Carlos E. de su formación religiosa, académica y
profesional. Su ficha biográfica destaca
la probidad y entereza de su carácter.
Afinó sus dotes y sus conocimientos de abogacía, en el despacho de los
jurisconsultos Pedro Antonio Restrepo Escobar su padre y Alejandro Botero
Uribe. Su currículum vitae nos ilustra
sobre su brillante carrera profesional y académica; funcionario de instrucción
pública, secretario de juzgado superior, fue superior del circuito de
Antioquia, cargos desde donde hizo honor al culto por la justicia tradicional
entre los suyos. Secretario de Gobierno,
rector de la Universidad de Antioquia donde logró reformas estructurales muy
importantes, profesor de derecho romano, economía política y derecho
constitucional, presidente de la república durante el cuatrienio 1910 a 1914,
ministro de gobierno del presidente Olaya Enrique Herrera. – No sé si para la época pudiese ser normal,
que alguien después de ser presidente aceptara ser ministro, si no es así,
podemos significar una vez más su nobleza y su grandeza -; después de su
período presidencial regresó a Medellín a trabajar en la industria privada.
El 19 de julio de 1891 fue elegido
presidente de la sociedad San Vicente de Paúl de Medellín, y bajo su dirección,
sin ruido alguno, como quien cumple la función ordinaria anexa a la condición
de existir, repartió a la sociedad las 20 primeras casas para familias
desvalidas que se construyeron en esta ciudad, practicó las obras de
misericordia corporales y espirituales y tuvo generosas preocupaciones por
mantener incólume la pureza de las costumbres y de la doctrina católica.
No obstante, su espíritu pacifista
creyó de su deber tomar armas en defensa de las instituciones vigentes e hizo
campaña con el grado de General como Jefe de Estado Mayor y Comandante
Divisionario del Ejército, que obedecía a las órdenes del General Pedro Nel
Ospina.
La antinomia de esta actitud bélica,
podría construir uno de los tantos aspectos por los cuales él mismo llamó a
Colombia “País único”, pero una actividad más acorde con su temperamento le fue
asignada en medio de la misma guerra por el gobernador don Abraham Moreno, fue
llamada a la rectoría de la Universidad de Antioquia, que había sido clausurada
en 1900 y su edificio destinado para cuartel.
Carlos E. Restrepo fue considerado
como el más apto para llevar a feliz término la reapertura e inicio de clases,
propósito que logró de manera magistral, poniendo en marcha sus ideas en torno
al papel de la educación y la ciencia en el desarrollo regional.
Quisiera que nos detuviéramos por un
momento para remontarnos a la vida política de este gran hombre cuando en 1909
como Congresista se distingue por la fiera oposición a lo que quedaba de la
anteriormente denominado “Reyismo”.
Inicialmente se negó a lanzarse como candidato a la asamblea; además,
los representantes por Antioquia no respaldaban su candidatura debido a su
participación activa en el republicanismo.
Rápidamente Restrepo fue incluido entre los presidenciales en la
asamblea nacional constituyente de 1910 con José Vicente Concha y Guillermo
Quintero Calderón; Restrepo y Concha eran conservadores.
El 15 de julio de 1810 a los 42 años
Carlos E. Restrepo ganó con 23 votos de la asamblea contra 18 de Concha. El 7 de agosto de 1910, recibió el mando del
Presidente Ramón González Valencia constituyéndose en el primer mandatario
antioqueño electo que llegaba al palacio como titular.
Fue elegido para sorpresa de muchos,
que lo consideraban tan solo un periodista de provincia que había asistido al
congreso en 1909. Puede denotarse su
vertiginoso ascenso a las más altas dignidades de nuestra patria.
Carlos E. Restrepo era conservador,
pero decidió no gobernar para un partido, sino, para los colombianos, lo que
muchas veces le ocasionó problemas, pues había quienes se sentían con derechos
adquiridos.
Le correspondió arreglar el problema
con los Estados Unidos por lo de Panamá, condición indispensable para
normalizar las relaciones con dicho país, con el cual se habían mantenido
tensas por el apoyo del presidente Roosevelt a la separación de Panamá, entre
los actos memorables de su administración se cuenta la celebración del tratado
del 6 de abril de 1914, entre el ministro de relaciones exteriores Doctor
Francisco José Urrutia y el ministro americano Míster Thadeus Thompson, por
dicho pacto, los Estados Unidos manifestaron su sincero pesar por los sucesos
ocurridos en Panamá en 1903 reconocían una indemnización de 25 millones de
dólares y concedían unas franquicias a Colombia en el transporte a través del
Canal Oceánico. Dicho tratado solo vino
a hacer aprobado definitivamente con algunas modificaciones en 1922.
Hizo increíbles economías – llegó hasta rebajar su propio sueldo de 1.000 pesos a 800 pesos- saneó la hacienda pública, aumentó el producto de las rentas sin crear nuevos impuestos, implantó reformas legales e impulsó obras de progreso y trató de “aclimatar la costumbre de la paz” entre sus compatriotas, pero no siempre lo logró.
Entre el Doctor Carlos E. y el Doctor
Enrique Olaya Herrera existía estrecha amistad, pues durante la dictadura de
Reyes, el Doctor Restrepo obtuvo de aquel, y don Felipe Escobar, detenidos en
el presidio de Cartagena, fuesen liberados, por lo cual ambos vivieron
eternamente agradecidos.
Una vez elegido el doctor Olaya
Herrera, obtuvo que el doctor Carlos Restrepo fuera su Ministro de
Gobierno. Regresó, pues, al poder en
este altísimo cargo que no buscó, que no quería, que trató de rehusar- como se
prueba en la correspondencia insertada en el tomo “Cartas familiares”, y en el
cual estuvo desde 1930 hasta mediados de 1931.
Aunque el presidente no lo quería
dejar retirar, finalmente tuvo que acceder a ello y lo nombraron Embajador ante
la nueva sede.
Rasgos característicos de la
personalidad del primer presidente antioqueño de ese siglo fueron sus
republicanismos, su probidad, y la entereza de su carácter. Su noble estampa estilizada para un relieve
helénico tenía el sello de la distinción y la grandeza dentro de su misma
sencillez y honestidad. Su palabra
sentenciosa acuñó en fórmulas imperecederas el diagnóstico y el remedio de los
males que aquejaban a la república.
Carlos E. Restrepo es una de las
regias personalidades de la historia política de Colombia. Por su pensamiento y su acción, debiera
ocupar un sitial más destacado del que realmente ocupa. Su imagen de buen administrador y colombiano
como el que más, se suma a su labor como docente y al trabajo periodístico que
desarrolló desde el diario de la República.
Casi nadie en la entrañable tierra antioqueña y martirizada República
vuelve los ojos hacia las páginas de sus ensayos y artículos periodísticos,
para informarse de su contenido lleno de cordura y grandeza. Solamente un mandatario paisa a su paso por
el palacio del Calibío, recordó el valor de su pensamiento y trató de
divulgarlo mediante la publicación de un libro titulado “Carlos E. Restrepo
antes de la presidencia…
De este último hablan muy claramente
estas tres anécdotas, tomadas textualmente de su obra “Orientación
Republicana”, veamos:
“…La víspera de mi posesión (sábado 6
de agosto) continúe al medio día una serie de conferencias que tenían con el
presidente que iban a salir, general Ramón González Valencia. En esta conversación luego de hablar sobre
candidaturas ministeriales y de asistir porque yo aceptara sus puntos de vista,
que yo no compartía totalmente, me dijo en tono bien decidido:
-Es que si usted no nombra el ministro
que le he propuesto, yo no puedo responder que el ejército le permita
posesionarse mañana…
Se me subieron a la cara sangre y coraje, tomé el sombrero y con energía le contesté:
- Suceda lo que sucediere, mañana
salgo para la asamblea a cumplir con mi deber, posesionándome de la Presidencia
de la República. Veremos si usted sabe
cumplir con el suyo, obligando al ejército a que respete esa posesión.
-Y oiga usted general: si yo fuera tan
pusilánime para nombrar un ministro por imposiciones o amenazas no tocaría con
mis manos la banda de los Presidentes de Colombia, para colocarla en un pecho
indigno y cobarde y salir precipitadamente.
A pocos momentos se presentaron a mi
hotel los docentes Cadavid y Abadía Méndez, enviados de carrera por el General
González Valencia, a presentarme excusas en nombre de éste, y a decirme que yo
había interpretado mal sus intenciones: que él apoyaría mi posesión, costara lo
que costara.
Veamos otra anécdota.
“…Unos quince días después de estar
ejerciendo la Presidencia, hube de pensar en proveer el Ministerio de Guerra,
porque el nombrado, General Juan Bautista Valencia, no podía aceptar. En estas condiciones se presentó al palacio
el General Benjamín Herrera; desde luego, el General me planteó el problema del
ministerio, y con el modo terminante que le era peculiar, me dio su
candidato. La conversación se entabló en
términos muy moderados y cometidos, y del mismo modo argüí que no me era posible
nombrar al que él deseaba. Él se fue
exaltado con la contradicción (lo que también le era peculiar) hasta pretender
imponérmelo, recordando que mi elección, a él en gran parte se debía.
- Trémulo, se levantó del asiento,
tomó el sombrero y me dijo:
- Entonces, a los liberales no nos
queda más camino que el de los campamentos…
Le contesté:
-Usted es libre para tomar el que quiera;
pero, así como tengo derechos que ofrecer a todos los partidos por igual, creo
tener fuerzas bastantes para oponer a cualquier revolucionario.
LA REALIDAD POLITICA Y SOCIAL
Tres guerras sucesivas fueron la
consecuencia del dogmatismo y de la intolerancia en materia política: 1895 y
1889. La del 99, llamada de los mil
días, fue la más larga y funesta de todas.
El autor del prólogo “Carlos E. Restrepo antes de la presidencia” anota
que “En las dos últimas décadas del siglo XIX, el país dio un salto en el
vacío, que fue la transición entre dos fanatismos extremos: el fanatismo liberal radical, y el
fanatismo-centralista autoritario. Sin
solución de continuidad y sin proceso evolutivo, fuera de tres guerras
sangrientas, el país languideció entre dos radicalismos, entre dos
intolerancias, entre dos dogmatismos, entre la adquisición-radical, y la
inquisición de Caro, Sanclemente y Marroquín.! Es la triste realidad. En la vida real, en los hechos vivientes,
nuestra república padecía, sufría y languidecía, víctima del mismo mal. En intolerancia, que fue el común denominador
de ambos sistemas. No hay diferencia
entre las actitudes del señor Caro y su grupo nacionalista ante la carta
primitiva de 1886 y la del olimpo radical ante la carta federalista de 1863.
Originalmente fueron –estas memorias-
una serie de artículos publicados por el tiempo en 1938. En la cuarta etapa de carátulas se lee: “De
octubre de 1899 a noviembre de 1902, en un país de 5 millones de habitantes,
alrededor de 80.000 colombianos, perecieron en los campos de batalla. Casi todos habían sido reclutados a la
fuerza, entre los campesinos arrendatarios de las grandes haciendas. Y ninguno de ellos supo nunca que el 6 de
noviembre de 1903, una vez firmada la paz entre los dirigentes de los partidos,
un oficial de la marina norteamericana izaría la bandera de la nueva República
de Panamá en un departamento de Colombia”.
Como resumen de lo que significó
Carlos E. Restrepo para nuestro país, quisiera destacar su grandeza,
transcribiendo parte del prólogo del libro Carlos E. Restrepo, que escribiera
Adolfo León Gómez donde puede apreciar la polifacética personalidad del insigne
republicano antioqueño:
Como ensayista, culto, informando del
acontecer de su tiempo.
Como periodista, generoso, polémico,
desinteresado y honesto.
Como hombre de hogar, capaz de
desdoblarse en una inmensa ternura.
Como gobernante, ejemplar, recto,
justo, honrado y providente.
Como expresidente, elegante en la
conducta y sobrio en el proceder.
Como ministro de gobierno, después de
haber sido presidente, ecuánime, sabio, buen juez de la conducta de los
hombres, y , en cierto grado escéptico.
Para terminar, quisiera expresar
nuestro sincero agradecimiento al señor BG (RP) Guillermo Julio Chávez Ocaña por
tan excelente investigación que aparece en el cuaderno histórico de la Academia
de Historia de la Policía número 07, publicado en septiembre de 2001.