EL SUPERIOR
El
hecho de que a un individuo se le haya investido con las insignias del
superior, indica que este es merecedor a tal distinción, o jerarquía por sus
méritos y preparación, y que, por lo mismo, está obligado a perfeccionarse cada
día más moral y profesionalmente para poder cumplir a cabalidad con su delicada
misión y ayudar con todos sus actos a elevar el prestigio de la institución a
que pertenece.
El
superior no debe creer que con dar órdenes su misión está cumplida, porque
antes de aprender a darlas ha debido aprender a acatarlas y a dar ejemplo para
que a su vez pueda ser obedecido, respetado e imitado por sus subalternos y
compañeros.
El
hecho de ser superior indica que tiene que dar órdenes y para darlas, debe asumir cabalmente las responsabilidades que le puedan acarrear las de
terminaciones erróneas que tome: por esto mismo, tiene que poseer un ilimitado
sentido de la responsabilidad, para afrontarlas íntegramente con franqueza y
hombría y sin llegar siquiera a pensar en evitarlas o atribuírselas a sus subalternos.
El
superior tiene la imperiosa obligación de hacerse obedecer, para ello, no tiene
necesidad de apelar al uso de los términos soeces y déspotas contra sus
subalternos, porque quien en esta forma procede, puede estar seguro que estos
lo mirarán con odio y le obedecerán por temor, mas no por respeto y frente a
una situación difícil que requiera de la rápida intervención de sus subordinados,
seguramente se encontrará rodeado de seres que esperarán la culminación de sus
fracasos como única venganza por el mal trato recibido.
En
cambio, el superior que cumple con su deber, mediante el trato caballeroso, sus
procedimientos enteramente justos, su buen ejemplo y con su intachable
autoridad moral se ha ganado la simpatía, respeto y admiración de sus hombres,
puede estar absolutamente seguro, de que en cualquier momento cuenta con abnegados
servidores, listos a exponer hasta su vida en su defensa, porque los ha sabido
tratar, guiar, educar y ayudar cuando ellos también lo han necesitado.
El
superior tiene que obrar con toda la energía y firmeza que cada caso requiere,
pero no debe emplear en ningún momento, repito, términos groseros o humillantes
contra quienes tienen que obedecerle, porque ellos también son seres humanos.
Muchas
de las más graves faltas contra la disciplina policial e incluso la materialización de conductas y/o actitudes establecidas en nuestro código penal militar por parte de los subalternos, tienen su origen precisamente
en los procedimientos egocentrista y desmedidos de algunos superiores que no
tratan a sus subordinados como ellos lo merecen y como el mismo superior quiere
y exige ser tratado.
Para
poder obrar con absoluta justicia respecto a sus subalternos, es aconsejable conocer
a cada uno de sus subordinados para poder apreciar su modo de ser y de obrar y
así poderles dar el trato que cada uno requiere, y saber hasta dónde les puede
exigir rendimiento en el servicio: tampoco debe olvidar que entre el superior y
el subalterno debe existir un mutuo afecto moral, para que unidos puedan
sobresalir en todos los actos de la vida profesional; tiene que compartir espacios
y tiempo con sus subordinados, para poder apreciar sus necesidades y poder ser
el amigo que los orienta, aconseja y ayuda en todo momento, para que puedan ser
ciudadanos útiles a la patria, a la sociedad y a la familia.
Puesto
que este tema es tan extenso, quiero sintetizarlo atreviéndome a formular
brevemente las posibles faltas que un superior debe omitir en todo momento, en
el diario ejercicio del mando:
No
puede ser buen superior quien no cumple con su deber, ya que sus subalternos
sabrán que su comandante tiene que estar llamándole la atención o sancionándolo
para obligarlo a trabajar.
Ninguna
autoridad moral puede tener un superior para llamar la atención o sancionar a
un subalterno que no cumple con su deber, cuando el superior está precisamente
cometiendo una falta.
¿En
qué condiciones morales y profesionales quedaría un superior que se sirviera de
alguno de sus subalternos para que le ayudara a ocultar una falta?
¿Estaría
en condiciones de cumplir enteramente con su deber el superior que contrajera
deudas o recibiera favores interesados de sus subalternos?
¿Qué
se podrá esperar, de un superior que tiene que ocultar las faltas de sus
hombres para que éstos a su vez le oculten las suyas?
Jamás
podrá un superior exigir respeto de sus subalternos, cuando él acaba de
irrespetarlos u ofenderlos.
Son
muchas las preguntas que por este estilo se pueden formular y que solamente
pueden ser contestadas por quienes incurran en dichos comportamientos.
Al
escribir estas líneas, no me anima sino el deseo de colaborar con mis
superiores y compañeros que están investidos de mando a corregir las deficiencias que desprestigian nuestra Policía
Nacional de Colombia, pues todos debemos ayudar a que ella sea colocada en el puesto
que le corresponde; y como mejor podemos contribuir en este sentido es
preocupándonos porque se eliminen todas aquellas costumbres o prácticas que pongan
en duda la autoridad moral y profesional del superior.
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