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domingo, 29 de diciembre de 2013

SÍMBOLOS DE PODER- "EL BASTÓN DE MANDO"


Exordio
Desde que el mundo lo es, la vara, el cayado y el garrote han servido para apoyarse no solo física, sino también moralmente. La vara de mando se demuestra tan antigua como las civilizaciones de Egipto y Mesopotamia. Representando autoridad, era complemento indispensable de algunos uniformes y personajes (¿quién no recuerda las varas de campo de los mariscales de ídem alemanes o la nerviosa caña de Montgomery?). Báculo de obispos, cayado de pastores, chuzo de serenos, ruidoso avisador para chambelanes que anuncian la entrada de gente importante, objeto proyectable al aire por los directores de las bandas de gaiteros escoceses, compañero cinematográfico de Fred Astaire y Maurice Chevalier
A la postre, el bastón ha tenido desde antiguo todo tipo de usos y funciones: desde la más pragmática, que es servir de ayuda al cuerpo que anda cansado o como arma de defensa, hasta las más ociosas y sofisticadas como son el servir de tintero, taco de billar
enroscable o reloj despertador. El joyero Van Cleef llegó a venderle a la maharaní de Baroda un delicadísimo santón-esenciero cuya pedrería sumaba más de 500 quilates.



PRIMERA PARTE
LOS SÍMBOLOS DE PODER
Desde la antropología visual, con ayuda de la iconología, se emprende una aproximación etnohistórica al complejo simbólico que integran los emblemas monárquicos. Se analizarán en profundidad las coronas y los bastones de mando o cetros, y tras recorrer diversos ritos de coronación, estudiaremos el modelo pictórico de presentar a los monarcas hispanos y la evolución del objeto-símbolo de su poder.

En nuestras actuales sociedades complejas, el acceso de una persona al poder gira en torno al acto de su proclamación (según diversos mecanismos, más o menos democráticos o autoritarios), mediante la cual ostentará la delegación del conjunto social, al que sustituirá en la toma de decisiones. Los miembros de la colectividad han incorporado culturalmente determinada simbología del poder, de la que suelen desconocer sus raíces y significados. De acuerdo con Abélès, es importante que los antropólogos se interesen por “las gramáticas del poder, poniendo de manifiesto sus expresiones y sus puestas en escena”, ya que se trata de representaciones que “muestran las formas de lo político en nuestras sociedades, o dicho de otro modo, las prácticas que conforman la esfera de lo público” (Abélès 1977: 1). Sin olvidar que nuestros gobernantes para cimentar su poder se aprovechan más de los medios de comunicación icónicos que de liturgias civiles.

Para evitar conflictos respecto a la función representativa, una de las bazas de los usufructuarios del poder es reivindicar su legitimidad. Para construirla y mantenerla, se reactivan los ritos que apelan a la nación y a su memoria, y se materializan por medio de símbolos que configuran un sistema de valores comunes. En el ritual político se hace referencia a una tradición y de esta toma su fuerza (implícita o explícitamente). Además, el oficiante del rito “tiene tendencia a anularse para dejar que hablen mejor los símbolos, para que su acción se inscriba en un sistema de valores que está por encima de él y en una historia colectiva que todo lo engloba; lo que prima es el sistema de valores y de símbolos reactualizado por el acto ritual” (Abélès 1977: 9). En el caso de la España contemporánea, en su ordenamiento constitucional conviven un sistema electoral de delegación periódica del poder gubernamental con otro vitalicio y dinástico para la jefatura del Estado.
Materializaciones del poder
Son diversas las expresiones simbólicas que reflejan autoridad o poder: uniformes, insignias, armas, creaciones artísticas, edificio. Quizás su manifestación más ostentosa sea la arquitectónica, de la que destacaremos el castillo, recinto amurallado cuya construcción exige gran esfuerzo colectivo y se remonta al neolítico precerámico, ese período de la prehistoria que se desarrolló en el llamado Creciente Fértil entre el VIII y X milenios a. C., cuando aparecieron edificios monumentales de carácter comunal. De esta etapa inicial de la civilización se conserva una de las ciudades más antiguas del mundo, la bíblica Jericó (en la actual Cisjordania palestina). La arqueología atestigua su existencia al menos desde el año 8000 a. C., datándose hacia el 7000 a. C. sus edificaciones neolíticas. Gracias al comercio, Jericó prosperó, agrupando a unas 3000 personas, con uno o dos templos, y rodeándose de gruesas murallas con un sistema defensivo muy elaborado, que pasa por ser el primero en la historia de la humanidad: un terraplén de 3 m de anchura y 4 m de altura, donde se apoya un torreón de 8,5 m de alto (Bernabéu y otros 1993: 115-116).
En España tenemos su equivalente en el yacimiento de Los Millares (Almería), poblado fortificado con cuatro murallas y torres de defensa, cuya antigüedad se remonta al 2700-1800 a. C. (http://es.wikipedia.org/wiki/Los_Millares)

Nuraghe Palmavera
Una de las fortalezas prehistóricas mejor conservadas se encuentra en el poblado o nuraghe Palmavera, cerca de Alghero (Cerdeña), habiendo sido construida la base de la torre principal entre los siglos XV y XIV a. C., y su segunda torre y la nueva muralla hacia el siglo IX a. C. Se puede considerar que el castillo “posee una doble imagen: por un lado es la defensa contra los ataques enemigos, la protección militar. Pero es también la sede del poder, símbolo del señor al que entregar los tributos y que impone las normas” (Brisset 1984: 484). Otro objeto expresivo enraizado como mito casi universal es la ‘espada mágica’, símbolo de la fuerza, la ayuda divina y la transmisión del poder.


1. Los  símbolos de la realeza
Mijaíl Alexandrovich Bakunin
Usualmente, la colectividad humana ha sido gobernada por jefes, aceptándose ese ‘principio de mando’ que Mijaíl Alexandrovich Bakunin calificaba de “maléfico”. Según parece, la primitiva y espontánea asamblea delegaría decisiones en el consejo de ancianos, suplantados ambos por dirigentes unipersonales, en ciertos momentos electos y en otros, impuestos. Con la organización social en estados, se extendió una forma de gobierno vitalicia y hereditaria, creándose las dinastías. Éstas debieron comenzar con la supremacía de los más fuertes de los guerreros, jefes militares convertidos en dirigentes de las ciudades-estado (“el Estado es el fruto de la guerra”, según Leval 1978: 61). Su poder solía ser ejercido de modo absoluto y con sustento teocrático: el gobernante lo era “por derecho divino” (ejerciendo como intermediario entre la comunidad y las fuerzas de la naturaleza, hasta pasar a considerarse encarnación del dios protector de la comunidad), y alcanzó el estatus de ‘jerarca’, bajo denominaciones como faraón, basileus, khan, emir, jeque, sultán, zar, sah, rey, príncipe… Los griegos designaron esta institución con el término ‘monarquía’ (de monos, ‘uno’, yarche, ‘poder’). Y para diferenciarse del resto de la sociedad, utilizaron diversos símbolos o insignias para acreditar su dignidad.
Trono de Tutankamón

1.1. El trono
Se trata del elevado y distante sillón donde solo se pueden sentar los monarcas, y desde el que presiden los ceremoniales públicos. La persona que lo ocupa se identifica con él, hasta el punto que se utilizan los términos “entronizar” y “destronar” para indicar el ascenso a, y la desposesión de, tal categoría de poder. Están lujosamente elaborados (lo que refleja la riqueza del poseedor) y su situación física, en el nivel de lo proxémico indica un estatus superior.

Es el trono en el que los faraones se coronaban.
este trono Fue descubierto en la antesala de la tumba de
Tutankamón , cubierto con un manto de lino ennegrecido. Construido en madera talladas en forma de un sillón, su magnificencia se logra a partir de su cubierta en hoja de oro repousé trabajadoen plata, con incrustaciones de piedras semi-preciosas, loza y vidrio coloreado. 

El Trono de Tutankamón, conocido también como Trono Real de Tutankamón o Trono ceremonial de Tutankamón, fue elaborado por los artistas egipcios en oro laminado con imágenes en sobrerrelieve. El estilo y motivo artístico utilizado es el del Período de Amarna.
Se observa a la pareja real, Tutankamón y su Gran Esposa Real, la Dadora de Herederos, la reina Anjesenamón, quién fuera una de las hijas de Nefertiti y el rey hereje Ajenaton.
La pieza se exhibe de forma permanente en el Museo Egipcio de El Cairo .

Edad Antigua
La palabra trono de la misma del Griego θρόνος (tronos), "asiento, silla", ha sido el símbolo de monarcas y dioses desde épocas antiguas. El trono fue utilizado para las ceremonias de coronación para alzar al rey por encima del resto de los presentes. Los tronos fueron asociados desde entonces directamente al poder real.
Isis, nombre griego de una diosa de la mitología egipcia, cuyo nombre egipcio era Ast, que significaba trono, era representada portando eljeroglífico de un trono sobre su cabeza.
El trono del emperador de China, del 'Reino Medio', fue visto como el centro de la ciudad prohibida que era el centro del mundo; la serie de puertas y de pasos que un visitante necesitaba traspasar antes de alcanzar al emperador fue diseñada para sobrecoger.
Los griegos (según Homero) se sabía que colocaban tronos adicionales, vacíos, en los palacios reales y los templos de modo que los dioses pudieran estar presentes donde quisieran estar. El más famoso de estos tronos era el trono de Apolo en Amiclas.
Los romanos también tenían dos tronos uno para el emperador y otro para la diosa Roma cuyas estatuas fueron asentadas sobre los tronos, que se convirtieron en centros de adoración.
Los hititas consideraban que los tronos eran dioses en sí mismos.




Edad Media
Trono  de Dagoberto
De la Edad Media se conservan contadísimas sillas regias o tronos que también se ven figurados en los sellos reales y en las miniaturas de los códices. En dichos tronos especialmente en la época románica, abundan las figuras de los grifos o dragones formando los pies o brazos y es frecuente la forma de silla curul o de tijera. Tales son el trono llamado de Dagoberto (que se atribuye al siglo VII pero puede ser del XI ó XII) y la silla de San Ramón de la antigua catedral de Roda (Huesca) de finales del siglo XI. 

También es algo frecuente para tronos y sillas de respeto en la Edad Media, hasta el siglo XVI inclusive, la forma de silla curul pero con respaldo y brazos como la llamada de los Jueces en el Museo provincial de Burgos, atribuida al siglo XIII y otra de Carlos V en El Escorial.
De la época gótica es notabilísimo el trono de plata del Rey Don Martín, de tipo recto y sin figuras pero con hermosos calados. o una deformación de el idioma inventada por baldo, note, aleksandra y guito, que se significa sono.



Los tronos en la actualidad
Trono del rey Eduardo
En algunos países que conserven una monarquía en la actualidad, los tronos todavía se utilizan y tienen un significado simbólico y ceremonial importante. Sin embargo muchas monarquías modernas de hoy en día han dispensado el uso del simbolismo como el de las coronas y coronaciones.
Uno de los tronos más famosos, aún en uso, es el trono del rey Eduardo, en la cual coronan al monarca británico, y los tronos usados por los monarcas durante la apertura de la legislatura de los parlamentos en el Reino Unido, Dinamarca, los Países Bajos, Canadá, Australia, y Japón entre otros.
Algunas repúblicas utilizan el trono como elemento simbólico en alguna ceremonia de Estado. El presidente de Irlanda se sienta en un antiguo trono durante la ceremonia de su investidura, mientras que los alcaldes de muchas ciudades británicas e irlandesas presiden a menudo los consejos locales en sillas a modo de trono.

1.2. Emblemas
También designados regalías, término con dos significados. Por jura regalía se conocieron los derechos inherentes y exclusivos del poder soberano. También designa un conjunto de objetos simbólicos de realeza. Cada monarquía posee los suyos, a los que se atribuye un pasado a menudo legendario. Se conservan como tesoros, a los que se van incorporando elementos. En Francia se custodiaban en la abadía de Saint-Denis, necrópolis de los reyes franceses. En el Sacro Imperio Romano Germánico, el primer inventario conocido de los regalia imperiales se remonta al siglo XIII. Junto con la espada, funcionalmente eficaz para la lucha, hay otros dos puramente ceremoniales: la corona y el cetro.
La corona real 
Es el símbolo de la autoridad de un monarca. Representada en heráldica cívica, también simboliza soberanía.
Quizás el símbolo monárquico más extendido sea la corona, hasta el punto que con esta palabra se suele designar la institución en conjunto. El cristianismo triunfante la interpretaba como la señal o marca de la elección por Dios del soberano, así como de la recompensa que este, de cumplir dignamente con su misión, recibiría del cielo tras su muerte.
No es un objeto que tenga utilidad para la vida diaria, sino que su uso se restringe a los actos ceremoniales o de gran aparato, de los que es expresivo adorno. El ritual para entronizar un nuevo monarca tiene su núcleo en la coronación o imposición de este artilugio sobre su cabeza, significando el nuevo poder adquirido. Sin embargo, la acción de acceder al trono o “coronar” no tiene su contrario en “descoronar”, sino en “destronar”.




Las coronas (y diademas) tienen forma circular, originalmente hechas con plantas, flores, o metal labrado. Desde hace milenios tuvieron varios usos: en las fiestas primaverales, como alegre adorno; militarmente, para premiar hazañas (el primero en escalar una muralla, abordar un barco…); en las competiciones deportivas, signo de victoria (como las ramas de olivo en las olimpiadas griegas); los romanos distinguían con ramas de laurel a los generales triunfantes.












Izquierda: Corona de hojas de roble en oro (fines del siglo IV a. C., santuario de Eukleia). Derecha: Corona de hojas y flores de mirto en oro (fines del siglo IV a. C., tumba). Halladas ambas en Tesalónica, Grecia.

Un símbolo del poder y riqueza de los monarcas se encuentra en las tiaras, diademas y cintas frontales de los reyes babilonios y asirios, que eran metálicas y adornadas con piedras preciosas. En el antiguo Egipto, los faraones portaban en la cabeza diferentes tipos de coronas, para indicar el territorio gobernado. El contenido simbólico variaba según sus adornos y tamaño, en correlación con el poder personal.




















Un uso básico fue ritual, como en la fiesta del dios Mitra, cuando el rey de Persia se embriagaba, con una corona que representaba al sol en la cabeza. (König 1964:921); y el efectuado en el Imperio romano en sus cultos, que asignaban a cada divinidad un árbol determinado, utilizando sus ramas con flores en las fiestas (de vid en las de Baco, laurel en las de Apolo, olivo en las de Minerva, espigas y adormidera en las de Ceres, álamo blanco en las de Hércules). En la Edad Media se impusieron como insignia de soberanía, designándose por corona la personalidad jurídica del estado cuyo régimen es monárquico (imperio, realeza, principado). Al mismo tiempo, el cristianismo triunfante representaba a sus santos con doradas “coronas de santidad”, adoptando como modelo icónico el de la mitología solar egipcia.
A fines del Imperio Antiguo (h. 2400 a. C.) Ra, el dios Sol, se había convertido en el dios oficial de los faraones, que se consideraban sus hijos e incluso su reencarnación. Durante la dinastía V fue elevado a deidad nacional y su clero fue el más poderoso. A Ra se le solía representar con el disco solar tras la cabeza, por lo que muchos de los otros dioses sufrieron una solarización, que se consolidó en el Reino Medio, vinculándole luego al dios tebano Amón para convertirse en el todopoderoso Amón-Ra .






















El cetro
Otro atributo identificador de los monarcas es el cetro, especie de bastón de mando y signo de autoridad, generalmente de metales nobles labrados y adornados. Se conectan con las largas varas que utilizan como insignias los prebendados eclesiásticos y los mayordomos de congregaciones, hermandades y cofradías.














Uno de los más antiguos cetros reales, hecho con calcedonia muy pulida, oro y cobre, fue descubierto en la tumba del faraón Khasekhemwy en Abydos (dinastía II, reunificó Egipto). Murió en 2686 a. C , y es el primer monarca egipcio que se conoce mandara esculpir esculturas suyas, y su cámara funeraria se considera la estructura de albañilería más antigua del mundo).




El término cetro, que en sentido figurado denota “imperio, dominio, poder” (Enciclopedia universal Espasa1911: tomo XII) proviene del griego σκεπτρον (skeptron), el palo o bastón que utilizaban las personas mayores para apoyarse al andar. Puede ser universal asociar la idea de autoridad a la de ancianidad, ya que “en los tiempos primitivos los ancianos eran los que ejercían tal función, y de aquí que los cetros pasaran a ser símbolo de autoridad o soberanía. Por esto fue llevado por reyes, jefes militares, jueces, sacerdotes, jefes de tribu, etc. (…) Parece que el nombre y el emblema del cetro tuvieron su origen en el antiguo Egipto, y de allí pasó su empleo a varias naciones de Asia” (Enciclopedia Britannica). 

En el periodo predinástico de Egipto, en un contexto funerario el cetro uas indicaba la potencia divina que el fallecido necesitaba para “la otra vida”, y se puede entroncar con otros largos bastones (a veces descritos como cayado de pastor para conducir el ganado) convertidos en signos de poder, asociados con los dioses y el faraón.


El cetro uas, o was, tenía la forma de una vara recta coronada con la cabeza de un animal fabuloso, siendo el extremo inferior ahorquillado; probablemente, simbolizaba el poder, la fuerza y el dominio en la mitología egipcia. Puede aparecer acompañado de otros símbolos, como son el pilar Dyed "estabilidad, dominio" y el Ankh "vida".


Los gobernantes de la Edad de Bronce en Mesopotamia no suelen representarse con cetros, pero en algunas ocasiones aparecen armados, con arco y flecha y a veces una maza. El posterior uso de una vara o bastón como representación de la autoridad entre los soberanos asiáticos (de oro entre los persas) se impuso en la Grecia antigua, donde el cetro era símbolo de poder de un dios, consistente en una larga vara rematada con una figura de metal, usada como bastón ceremonial por los ancianos más respetados. Tales figuras a veces eran de la fruta del pino, símbolo de la vida eterna. En cuanto a los rituales dionisíacos, las bacantes portaban tirsos, una especie de lanza recubierta de hojas de parra y yedra, con propiedades mágicas.
Entre los etruscos, se usaban cetros de oro muy ornamentados. De ellos debieron derivar los cetros romanos (del latín sceptrum). Parece que el primer rey que los usó fue Tarquino el Soberbio (una estatua de Júpiter colocada por dicho soberano en el Capitolio, tenía vestiduras de púrpura, diadema y un cetro en la mano). Luego se impuso como insignia a las estatuas de dioses, siendo largos y llamados hasta. 

sceptrum Augusti
Durante la República, un cetro de marfil marcaba el rango de cónsul. Lo usaban los victoriosos generales que recibían el título de imperator, y también simbolizaba la delegación de su autoridad. Durante el Imperio, el sceptrum Augusti era especialmente usado por los emperadores, a menudo de oro o plata rematado por un águila.

Constantino
El cristianismo adoptó el cetro con su significado usual. Tras Constantino, al cetro imperial se le colocó como símbolo una cruz en vez del águila. Entre los emperadores bizantinos, el cetro terminaba en un globo (el mundo) rematado por la cruz de Cristo, representando al imperio defendido por el soberano, garante de los valores y virtudes del cristianismo. En España, según Moliner (1889) fue el visigodo Leovigildo el primer monarca que lo usó, presentándose con él en las audiencias públicas. Hasta el siglo XIV, en Europa la autoridad real se solía representar con un cetro con una flor de lis que el monarca portaba en su mano izquierda. Más adelante, llegaría a ser el bastón de mando de los mariscales.

Un cruel reverso burlesco de estos símbolos se encuentra en un episodio de la pasión de Jesús, la ‘coronación de espinas’, cuya más completa descripción corresponde al evangelista Mateo: Acusado Jesús de proclamarse “rey de los judíos”, los soldados del procurador Pilato le llevaron al pretorio, y allí “lo desnudaron, le vistieron una túnica de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza, y una caña en su mano derecha; y arrodillándose delante, se burlaban de él, diciendo: ‘¡Salve, rey de los judíos!’ [y] después que se mofaron de él (…) lo llevaron a crucificar” (Mateo 27, 27-31).


2. La función simbólica
El antropólogo Leslie White (1940) llamó a los seres humanos “animales simbolizantes”, y es innegable el papel que ocupan los símbolos en la psicología, la literatura y el arte. Dado que los símbolos son culturalmente dependientes para su viabilidad e interpretación, para abordar su vasta y compleja problemática, se puede partir de uno de los fundadores de la semiótica, Charles Peirce, quien sostuvo en 1895 que los signos se dividen en los órdenes del icono (representación por semejanza); del símbolo(representación por convención general); y del índex (representación por contigüidad física del signo con su referente), que en este caso está dotado de un valor absolutamente singular o particular, puesto que está determinado únicamente por su referente, y solo por este: es la huella de una realidad, como son “las fotografías instantáneas” (Peirce 1978: 138-165).
En ese mismo 1895, Sigmund Freud tuvo un enigmático sueño, que al tratar de entenderlo le llevaría a formular las bases del psicoanálisis con su libro La interpretación de los sueños, donde los define como “realizaciones (disfrazadas) de un deseo (suprimido, reprimido)”, tras comenzar con estas palabras:”En las páginas que siguen aportaré la demostración de la existencia de una técnica psicológica que permite interpretar los sueños, y merced a la cual se revela cada uno de ellos como un producto psíquico pleno de sentido” (Freud 1988: 349). En términos actuales, los sueños serían estructuras significativas. A la hora de proceder a la interpretación de un elemento onírico, admite que le sobrevienen serias dudas: si debe ser tomado en sentido positivo o negativo (relación antinómica); si debe ser interpretado históricamente (como reminiscencia) o en su sentido literal; y, por último, respecto al problema de los símbolos:
“En la interpretación simbólica, la clave de la simbolización es elegida por el interpretador, mientras que en nuestros casos de disfraz idiomático, son tales claves generalmente conocidas y aparecen dadas por una fija costumbre del lenguaje (…) Este vaciado del contenido ideológico en otra forma distinta puede también ponerse simultáneamente al servicio de la labor de condensación y crear conexiones, que de otro modo no existirían, con una idea diferente, la cual puede a su vez haber cambiado su forma expresiva en favor del mismo propósito (…) No olvidemos que el simbolismo sexual puede ocultarse, mejor que en ningún otro lado, detrás de lo cotidiano e insignificante (…) Pero hemos de observar que este simbolismo no pertenece exclusivamente al sueño, sino que es característico del representar inconsciente, en especial del popular, y se nos muestra en el folclore, los mitos, las fábulas, los modismos, los proverbios y los chistes corrientes de un pueblo, mucho más amplia y completamente aún que en el sueño” (Freud 1988: 554-557).

Sin embargo, en su elaboración teórica Freud asignó a los símbolos: “un papel solo marginal [pero] el carácter puramente mecánico de la interpretación de los símbolos nunca dejó de preocuparle. [Además] pensaba que ningún sueño puede ser objeto de una interpretación que lo agote; la textura de sus asociaciones es demasiado rica, sus mecanismos son demasiado astutos como para permitir que los enigmas que plantea queden clarificados por completo” (Gay 1990: 144-147).
De todo lo anterior se desprende el papel que ocupa el inconsciente en la comunicación a través de la imagen. Admitiendo que el aparato simbólico del discurso se refiere al fondo inconsciente, a lo reprimido por las prohibiciones sociales y culturales, sus formas expresivas son artimañas que permiten transmitir, más allá del sentido manifiesto (explícito) de una escena, de un relato, de un objeto, un sentido latente(implícito).


Finalmente, a la pregunta crucial de ¿cómo se crean los significados?, la antropología visual ofrece su aportación sobre los mecanismos de representación, tras considerar ‘imagen antropológica’ aquella de la que un antropólogo pueda obtener informaciones visuales útiles y significativas; y que “los objetos icónicos son productos culturales asequibles como artefactos, por lo que se deben analizar por igual su forma, uso, motivo y significado. Sin olvidar ubicarlos dentro de sus redes temporales y espaciales de conexiones culturales” (Brisset 2011b: 79). Apliquemos estos principios teóricos a los ritos por los que se accede al poder monárquico.

3. Los retratos reales en España
Los diferentes monarcas que rigieron el imperio español hasta el siglo XVIII, han compartido simbología al eternizarse icónicamente ante sus súbditos. En sus retratos oficiales, se les suele representar vistiendo armadura y bastón de mando, a menudo a caballo y con el toisón de oro al cuello. Veamos su repetida simbología.

 3.1. Retratos con el Toisón de Oro
Un distintivo de poder muy relevante en Europa es portar el collar de la orden del Toisón de Oro, al que aspiraban tanto monarcas como nobles. Se trata de una orden caballeresca creada en 1430 en Brujas por Felipe III el Bueno, duque de Borgoña. Los sucesivos duques serían los soberanos de la orden y deberían nombrar un número limitado de caballeros (60), sin carácter hereditario, conforme a unos rigurosos estatutos basados en los ideales caballerescos medievales que la casa de Borgoña trataba de exaltar.















El toisón o vellocino aparece en la mitología grecorromana como la piel de un carnero alado cuya lana era de oro, que colgaba de un árbol en la Cólquide y era custodiada por dos fieros toros y un dragón. Simbolizando la realeza, tras múltiples aventuras el argonauta Jasón lo raptó, para que le permitiera su legítimo acceso al trono de Yolcos. Por otro lado, en la Biblia, el libro de los Jueces cuenta la historia de Gedeón, quien destruyó un altar a Baal para sustituirlo por otro a Yahveh, y este le auguró sería el liberador de Israel si el rocío cubría solo la piel de un vellocino que extendiese en el suelo, lo que así sucedió. Para terminar con los vínculos simbólicos, también se relaciona este “cordero sacrificado” con la imagen de Cristo como “cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, como hace Calderón de la Barca en varios de sus autos sacramentales, calificando a Cristo como nuevo Jasón que rescata la humanidad.
Por el matrimonio de la heredera borgoñona con el emperador Maximiliano I, la jefatura pasó a la casa de Austria, alcanzando su máximo esplendor con su nieto Carlos V. La pertenencia a esta orden generó un especial tipo de retrato cortesano “a la borgoñona”, donde se les mostraba vestidos de oscuro y resaltando en su pecho el collar con el colgante del vellocino de oro. Pero los jefes de la orden también gustaron retratarse con armadura, grabados los signos sobre el metal, que daría pie a otro estilo iconográfico, como veremos luego.

Tras la guerra de Sucesión, la soberanía de la orden se dividió entre la dinastía borbónica española y los derrotados Habsburgo austríacos, conviviendo separados desde 1712. En el caso de la rama española, Isabel II fue la primera mujer en ostentar la jefatura, y actualmente los nombramientos los concede el rey Juan Carlos (caballero número 1175 y XXI jefe de la orden), contando con mujeres desde su concesión a la reina Beatriz I de Holanda en 1985. Hoy día solo lo poseen cinco españoles: el mismo rey, el príncipe Felipe, el duque de Suárez, Javier Solana y Víctor García de la Concha. El más reciente miembro de la orden fue el presidente francés Sarkozy (2011), caballero número 1199.

3.2. Retratos con el bastón de mando
Ahora nos vamos a centrar en la implantación iconográfica en el retratismo monárquico del bastón de mando o ‘bengala’, que según el diccionario de la RAE es una “insignia antigua de mando militar a modo de cetro o bastón”, nombre que proviene del persa bangāle. 

Veremos su presencia en destacados ejemplos pictóricos. Esta tendencia se había iniciado con Carlos V, cuando encarga un retrato a Tiziano en 1548, en conmemoración de su reciente victoria de Mühlberg sobre los príncipes alemanes de la Liga de Smalkalda. Para simbolizar su poder, se le muestra lanza en ristre a caballo, con la armadura que portó en dicha batalla .
Panofsky señaló la convergencia en esta imagen de dos ideas no excluyentes entre sí, al mostrar a Carlos como heredero de la tradición romana y encarnación del miles christianus. La coyuntura en la que se pintó el cuadro permite sin embargo minimizar sus connotaciones religiosas en beneficio de las políticas. La corte no deseaba proyectar una imagen de Carlos como campeón del catolicismo o arrogante vencedor de sus propios súbditos, sino la de un emperador capaz de gobernar un heterogéneo conjunto de estados y religiones”
El enorme éxito que tuvo en la corte, supuso convertirlo en el modelo oficial para la representación triunfal del emperador. De ahí, las numerosas versiones realizadas por los pintores cortesanos. A su muerte en 1558, pasó a la colección de Felipe II. Desde este momento, la obra se convirtió en la imagen simbólica de Carlos V y una de las pinturas capitales de la colección real española, expuesta habitualmente en el Real Alcázar de Madrid en un lugar tan destacado como el salón nuevo o salón de los espejos. Ahora bien, la lanza, arma que se corresponde bien con el carácter valeroso y arriesgado de este monarca, quien intervino personalmente en muchas batallas, tendría su réplica simbólica en un objeto similar aunque más pequeño y no bélico: el bastón o bengala.

Tiziano, durante la misma estancia en Augsburgo (1548), pintó otro retrato de Carlos V, esta vez a pie, con armadura y los símbolos de su majestad: bastón de mando y espada, junto con la orden del Toisón de Oro y la imagen de la Virgen con el Niño sobre el peto (ligada a la iconografía carolina desde 1530). La lanza del otro retrato se ha dividido, por un lado en espada, que mantiene el significado agresivo, y por otro en el bastón, atributo del poder. Perdido el original, se conserva una copia realizada por Pantoja de la Cruz en 1608.

Su hijo Felipe II fue coronado rey en 1556, y al año siguiente encarga su imagen oficial al flamenco Antonio Moro, que resulta muy parecida, ya que aparece de pie, con semiarmadura, espada y daga, y la bengala o bastón de mando en la mano diestra. Agradó tanto al monarca, que encargó una copia al discípulo del pintor, Sánchez Coello. 
Convertido este en retratista real, volvió a representarle ya adulto en muy parecida pose en 1570, al igual que había hecho con el III duque de Alba (1567).














Décadas después, será Velázquez quien pinte en 1635 al Rey Felipe IV como general y jinete, con bengala. Lo mismo hace con el príncipe Baltasar Carlos, que a la sazón tenía 5 años: “Erguido sobre su silla, al estilo de la monta española, en una actitud de nobleza; en la mano derecha lleva la bengala propia de general que se le concede por su rango de príncipe real” (Lafuente Ferrari 1964). El modelo de ambos parece ser el “retrato ecuestre del duque de Lerma” de Rubens (1603).















Esta tendencia iconográfica fue asumida por los Borbones, culminando con el retrato de Carlos III por Anton Mengs (1761), último ejemplo de un monarca español en armadura. El incremento destructivo de la artillería, el alejamiento de los reyes de los campos de batalla y el declive de los torneos y juegos ecuestres, arrinconaron por obsoletas las pesadas armaduras metálicas.

Los monarcas hispanos del siglo XX modernizaron su indumentaria, suprimiendo los bastones en sus “retratos de gran gala”, y limitando los elementos simbólicos al Toisón de Oro y condecoraciones militares.
















4. Los bastones de mando
Finalizaremos este capítulo proponiendo una interpretación de estos bastoncillos tan vinculados con el poder. Este objeto posee gran simbolismo en varias direcciones. Podemos aceptar que las armas más antiguas de la humanidad fueran el palo puntiagudo y la porra o maza (todos elaborados con ramas de árboles), junto con las piedras y huesos. Estos objetos bélicos irían modificando su función ofensivo-defensiva para convertirse en signo de prestigio y poder, convenientemente adornados. Al mismo tiempo, los palos servían de apoyo en las caminatas, y como báculo para los ancianos. De aquí, su conversión en signo de la experiencia.
 Asociado con tales objetos se tiene al hombre salvaje o de los bosques, figura mitológica que abunda en la literatura, obras de arte y grandes fiestas de la Europa medieval, con su apogeo en los burgos, templos y cortes palaciegas del siglo XIV; y muy influyente en la época barroca, representando la antítesis de la civilización y sus restricciones sociales represoras de nuestros instintos naturales, especialmente el sexual y el egoísta. Figuras parecidas se encuentran en la mesopotámica epopeya de Gilgamesh (con su peludo hombre-bestia Enkidu), en el Ramayana, epopeya nacional india, donde su héroe Rama encarna al genio de la selva antes de convertirse en dios del amor, y en las mitologías griega y romana (con sus faunos y sátiros), habiendo perdurado en el folclore popular, especialmente en las comitivas de las mascaradas invernales. 

“El salvaje, como la etimología de su nombre indica, selvaggio, es el que habita en la selva, en los bosques (…) Este humano que vive lejos de las ciudades y muy cerca de las guaridas de las bestias tiene largas barbas, va desnudo, con el cuerpo cubierto de abundante vello o revestido a lo sumo de simples pieles, armado con un garrote, maza o bastón” (Llinares 2008).

Conectados con ellos se encontrarían los estrafalarios personajes enmascarados conocidos como botargas , que portan palos con cabezotas esculpidas, y que fueran estudiados especialmente en Guadalajara por Caro Baroja (1965).

Su genealogía iconográfica nos llevaría hasta el mazo o rama de olivo empuñada por Hércules. En la mitología griega, sobresale un personaje de gran relevancia, implantado tan a fondo que incluso hoy día sigue estando presente en nuestra cultura cibernética: se trata del hijo del gran dios Zeus y el más célebre de sus héroes: Heracles, vencedor de mil combates, arquetipo de la fuerza y el vigor sexual masculinos. Una de sus hazañas fue robar el ganado del gigante Gerión, que habitaba en las Hespérides, al occidente del Mediterráneo. Fue transformado por los romanos en Hércules, al que rendían culto. En la primera historia hispánica, la Crónica general de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), se le convierte en liberador de Iberia del yugo del tirano Gerión


De ahí, se le considera iniciador de la monarquía ibérica. Y respecto el cetro o bastón de mando, se puede interpretar como residual imagen de la potencia sexual que se atribuye a sus portadores.

5. En los juegos de baraja
Concluiremos ya con las imágenes posiblemente más populares del monarca enarbolando un recio bastón fálico, tanto en nuestros días como hace siglos. Así aparece el rey de Bastos en los naipes españoles, juego de cartas al que se atribuye origen árabe. Antiguamente, parece que a cada uno de los cuatro palos en los que se divide el juego, se otorgaba cierto significado: los oros eran la burguesía (ricos), las copas el clero (por el cáliz de la misa), las espadas correspondían al ejército, y los bastos indicaban el pueblo (pobres cercanos a la naturaleza y al cultivo). Pero no deja de ser evidente una conexión de la “gran porra” con la fuerza represiva de la autoridad, ejecutada por los mercenarios a su servicio.

Parecido personaje es el rey de Varas del tarot, sentado en su trono. En webs esotéricas, la explicación de este arcano menor sugiere que la energía de las varitas mágicas o bastos está incómoda por permanecer quieta, y desea soltarse y volar. Cuando sale esta figura en una tirada de tarot, indica que se debe controlar la impaciencia, pues puede llevar a actuar sin razonar y, con ello, al desastre.

Toca guardar la compostura y adecuarse a las normas. Por otra parte, cualidades del rey de Varas son la creatividad y el entusiasmo: tiene coraje, convicciones y siempre cree en si mismo. Como una personalidad fuerte que es, puede tender a veces a la intolerancia. Se considera que los símbolos que dominan esta carta son dos: el león, emblema de Leo y la salamandra, un reptil legendario que se piensa habita en el fuego, y era el símbolo favorito de los alquimistas. Visto esto, el Rey sería el maestro en la creación de fuego. ¡Y así volvemos al mítico dios Sol!


SEGUNDA  PARTE
EL BASTÓN DE MANDO-ELEMENTO SIMBÓLICO  DE PODER Y AUTORIDAD

De origen incierto, la palabra “bastón” designa, según la Real Academia Española de la Lengua (22 edición 2001), a la “vara de una u otra materia, por lo común con puño y contera (pieza, comúnmente de metal, que se pone en el extremo opuesto al puño del bastón) y más o menos pulimento, que sirve para apoyarse al andar”. En esta amplia definición se dan cabida numerosos artilugios que se conocen con el nombre de bastón. Otra definición es “insignia de mando o de autoridad”, generalmente de caña de Indias. 
En el mundo simbólico, el bastón presenta una dualidad, como apoyo y como instrumento de castigo. En palabras de Frazer, “la natividad del bastón del sol”, pues, como el día y el calor iban en disminución, suponían que el astro necesitaba un bastón en que apoyarse. 
Salvador Dalí recupera este mito en numerosas obras en las que aparecen las muletas. No son más que puestas en práctica del principio fundamental del simbolismo, en el que se consideran correlativas e intercambiables tanto las posibilidades materiales como espirituales de una forma – situación dada. El bastón, utilizado como arma, se representa ya en la mitología cuando Edipo mata a su padre, Layo, con un bastón y, en general, se identifica con la maza, el arma real. 

Desde el principio de los tiempos, el bastón ha acompañado al ser humano en su evolución. Como fiel compañero de viaje, en los desplazamientos de los grupos de cazadores recolectores, los bastones serían elementos utilizados habitualmente. Fuertes ramas de árboles cuyas maderas son resistentes y moldeables, largas cañas de azúcar, juncos resistentes y varas fabricadas a partir de huesos largos de animales serían, entre otros, los materiales favoritos a la hora de fabricarlos, por su peso moderado y su fácil manipulación. En el arte Paleolítico destaca el bastón de mando, realizado con asta de cérvido, casi siempre decorado y con una o más perforaciones en un extremo. Se le asigno ese nombre porque durante mucho tiempo se la ha atribuido una función mágica o de autoridad, creyéndose que podía haber sido usado a modo de cetro, amuleto o instrumento ritual. 

En Cantabria, a escasa distancia de Ramales, se encuentra 
Cullalvera, una cueva de grandes dimensiones en las que se encuentran algunas pinturas de la época Magdaleniense que representan caballos, y un conjunto homogéneo de puntuaciones, claviformes y bastones en rojo y negro. La cueva del Pendo ha proporcionado abundantes piezas de arte mobiliar, algunas de ellas de una calidad extraordinaria, destacando los famosos bastones de mando. 

El Bastón de Mando en la Prehistoria.
Se conoce como bastón de mando a un elemento prehistórico que consiste en un palo o asta perforados. Su nombre le viene dado por los arqueólogos prehistóricos ya que en un principio creyeron que era un símbolo de poder. Desde la segunda mitad del siglo XX existen diversas teorías sobre su uso, una de las de mayor aceptación es que es un tipo de propulsor de lanzas.

El nombre, en francés, de bâton de commandement  fue el primer nombre aplicado a la clase de artefactos y que hace a una suposición de la función, el nombre bâton percé, que significa ‘vara atravesada’, o ‘bastón perforado’ (el término usado por el British Museum, entre otros) es un término más reciente y es descriptivo de la forma más que cualquier presunta función.

Los bastones perforados están fabricados de un tramo de asta con un agujero redondo hecho en un extremo y con frecuencia tienen diseños abstractos o de animales grabados en ellos (como caballos o ciervos). Han sido encontrados en estratos desde el Auriñaciense hasta el Magdaleniense en yacimientos europeo del Paleolítico superior, con ejemplos que datan de 23 000 a 12 000 años atrás. 

Tienen una articulación en un extremo, a menudo formando una T o en forma de Y, pero siempre con un nudo de la cornamenta en ese extremo. Hay un agujero circular perforando el asta justo debajo de la hinchazón o el conjunto y, a menudo, un segundo agujero más pequeño cerca del eje. Ejemplos típicos oscilan entre 15 y 20 cm de largo. Un bastón de hueso inusual es el de Le Souci, tiene una fila de ocho agujeros de diferentes tamaños.

El propósito del bastón de mando que se pensó originalmente fue el de un símbolo de poder o estatus, de ahí el nombre inicial dado por Louis Laurent Gabriel de Mortillet. Esta interpretación se piensa ahora poco probable, una arqueóloga francesa escribió despectivamente sobre el nombre evocando la imagen de «un anciano general... dirigiendo... un asalto a un mamut». Otras interpretaciones incluyen:
Un enderezador de flechas o lanzas, donde el eje se alineaba al pasar a través del agujero;
un propulsor;
un símbolo de fertilidad, con el mango largo como símbolo fálico y el agujero como representación de la vagina;
algún tipo de sujeción para la vestimenta;
un calendario utilizado por parteras;
una herramienta para alisar y dar forma a las correas de cuero.

La etiqueta del Museo Británico de 2011 para el bastón perforado decía: «Ahora se entiende que [se] usaba en la fabricación y lanzamiento de lanzas».
Centrarse solo en lo para qué los objetos se utilizaron, sin embargo, da cuenta de por qué estaban decorados.

Un cayado cachava es un bastón, usualmente de madera, con el mango curvo utilizado tradicionalmente por los pastores.

Por extensión, como pastores de almas, se llama también cayado al báculo del obispo como símbolo de su función. El báculo pastoral es dignidad del obispo y del abad mitrado, aunque no exactamente del Papa pues éste acaba en un crucifijo. Existe en España al menos desde el siglo VII.

La función simbólica del cayado se manifiesta claramente en el libro del Éxodo en el Antiguo Testamento en donde es utilizado por Moisés y Aarón. Destaca en los siguientes pasajes:
En el libro del Éxodo 7:10 se puede leer: “Moisés y Arón fueron al faraón e hicieron lo que Yavé les había mandado. Arón arrojó su cayado delante del faraón y de sus cortesanos, y el cayado se convirtió en serpiente”, y más adelante, en el capítulo 14, versículo 16: “Tú alza tu cayado y tiende el brazo sobre el mar, y divídelo para que los hijos de Israel pasen por en medio, en seco”. En el Nuevo Testamento, las alusiones se repiten en el evangelio según San Marcos 8:6: “y le encargó que no tomasen para el camino nada más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinturón”. Moisés utiliza el cayado para sacar agua de la roca (E. 17:5-6).





















Entre los babilonios nadie salía de casa sin llevar un bastón en la mano muy bien trabajado, al remate del cual había figurada una granada, una rosa u otro objeto simbólico con el que se distinguía la calidad de la persona que le llevaba. En la Sagrada Escritura tenemos también ejemplos de lo mismo y Homero, sin hablar de coronas ni de diademas, no se olvida del cetro o bastón de distinción.


















En algunas culturas, principalmente en el Próximo Oriente Antiguo, el cayado de pastor evolucionó hasta convertirse en cetro o bastón de dignidad para sus reyes. Tal es el caso de la civilización egipcia, en que el cayado heka, símbolo del dios Andyeti fue emblema de poder desde las primeras dinastías. Los faraones lo llevaron como insignia real junto con el flagelo nejej.
En Egipto, los bastones también forman parte de numerosas representaciones, tanto en el uso de varas por parte de soldados o trabajadores, como elemento de mando de los emperadores de las distintas dinastías, como Ramses I, quien llegó a tener una importante colección de bastones de paseo, doce de los cuales se encuentran representados en las paredes del templo de Karnak..  

En Egipto se celebraba en el equinoccio del otoño una fiesta que llamaban de los bastones o palos. Venía a ser una especie de combate con pértigas y palos.


Cuando un pueblo o un soberano elegía un oficial para representarle en el mando de los ejércitos, en alguna embajada o en la administración de justicia, este nombramiento se hacía por la entrega de una sortija o anillo o de un bastón que era el distintivo de su dignidad.

En la mitología grecorromana, Pan / Fauno portan un cayado, lo mismo que Apolo, cuando cuidaba de su rebaño y en su papel de dios protector de los mismos. También puede identificar a seguidores dionisíacos / báquicos en los cortejos respectivos. El cayado también funcionó como amuleto y así fue encontrado en numerosos enterramientos.
Su origen puede buscarse en el cayado que sirviera de bastón de los pueblos nómadas para conducir su ganado y posteriormente para guiar personas. También se utiliza para alejar-ahuyentar víboras y otras alimañas y para defensa del usuario o su ganado.

Los reyes asirios, los emperadores romanos, los pueblos orientales, las culturas centroamericanas han utilizado el bastón, más allá de uso práctico, como elemento de representación de poder. 























En tiempos de los romanos, el bastón era cierta insignia que los emperadores daban a los gladiadores viejos que habían sido muchas veces vencedores en los combates de circo. Otros bastones en Roma fueron:
Bastón augural o lituus. Bastón en forma de cayado, distintivo de los augures, quienes se servían de él para dividir las regiones del cielo cuando se ponían a observar.
Bastón pastoral. Bastón largo y nudoso, también con forma de cayado, con que se representaban los faunos y otras divinidades de los bosques.

Cuando un general romano volvía triunfante de alguna expedición traía el bastón adornado con hojas de laurel.

Ya por el año 27 a. de C., Augusto, primer emperador de los romanos y uno de los más sagaces mandatarios de todos los tiempos, encontró una decadente entidad policial integrada por un escaso número de funcionarios, a quienes cooperaban algunos centenares de esclavos, sin eficacia ni dignidad. en virtud de ellos, se dio a la tarea de tecnificar la Policía mediante la previa selección de sus miembros, para lo cual delegó sus atribuciones en un grupo de magistrados que recibieron el nombre de Praefectus Urbi, quienes asumieron  la responsabilidad  de mantener el orden público y la seguridad política de la ciudad.



A los miembros de esta policía  ya tecnificada, se les denominó vigiles, que no podían ser esclavos sino hombre libres y capaces y constituyeron una organización de eficientes y positivos servidores. Sin embrago, en forma desafortunada, los sucesores imperiales de Augusto no prosiguieron esta tarea de perfeccionar el servicio de los abnegados vigiles sino que prontamente los fueron convirtiendo en espías e instrumentos del palacio y, de hecho, de las intrigas de carácter político
Años más tarde esta institución volvió a tener manifestaciones de resurgimiento cuando asumió el gobierno de Roma el emperador Contastino, pero, a su muerte, dicha entidad tornó a ser motivo de persecuciones sectarias y su decadencia se prolongó por muchos años.
En la fotografía se observar Praefectus urbi con su uniforme y portando su baston de mando

En la Grecia clásica. Los éforos (gobernantes) espartanos transmitían sus instrucciones a sus estrategas (generales) utilizando el bastón, el skytale. El historiador griego Plutarco describe el skytale espartana como una vara de la que se preparaban dos o más bastones idénticos. Las órdenes se escribían en una tira de pergamino o papiro enrollado a lo largo del bastón. Desenrollada, solamente contenía una sucesión de letras inconexas que se enviaba al destinatario; para poder leer el mensaje, éste debía tener en su poder una copia del bastón, ya que al colocar de nuevo la cinta en el bastón aparecía el mensaje.
skytale

Con este objeto los gobernantes espartanos hacían llegar sus órdenes a los militares.

Era un bastón del que se hacían al menos dos copias y que llevaba enrollado una tira de pergamino o papiro. El gobernante escribía el mensaje y posteriormente desenroscaba la tira que entregaba al mensajero. Si los enemigos se hacían con él sólo se encontraban con un grupo de letras sin sentido, era necesaria la copia exacta del bastón para poder descifrarlo. El general sólo tenía que enroscarla en torno al bastón para que las letras tomaran su posición original y el mensaje se hiciera.

En la artesanía bizantina destacaban las tallas de marfil con representaciones de imágenes cristianas en las que los ángeles portaban el bastón representativo del poder de Dios. Más tarde, la iglesia adoptaría el bastón como símbolo del camino de Dios, como elemento representativo del camino guiado, hasta convertirse en el báculo pastoral, el utilizado por los obispos como pastores espirituales del pueblo creyente.
El báculo pastoral o pastoral  es un cayado que llevan los obispos como signo de su función pastoral y que se le entrega en su consagración.

El pastoral viene usándose como distintivo del oficio de los obispos desde el siglo VII, por lo menos, en España, como consta por testimonios de San Isidoro; pero es creíble que ya desde el siglo IV lo llevaran algunos obispos con dicho significado, según lo manifiesta algún texto de escritores de la época. Su material de fabricación ha sido la madera, el marfil, el hierro, el bronce, la plata y el oro y con frecuencia se hallan ejemplares adornados con los más exquisitos detalles del arte, conservándose algunos desde el siglo XI y muy preciosos desde el XIII. Constan por lo común de dos partes distintas y separables, que a menudo son de material diferente una de la otra, a saber:
el palo o asta
el cayado o voluta, que lleva en su base un nudo esférico o prismático.
Toda esta segunda parte que siempre se decora más que el asta, suele llevar, desde el siglo XII, figuras emblemáticas o iconísticas, sobre todo, en medio de la voluta. El báculo del Papa termina en un crucifijo. En cuanto al uso del báculo, es usado por los obispos durante las Misas y otros oficios solemnes que presiden. Los abades mitrados lo llevan habitualmente menos ornamentado que los obispos y con un corto velo suspendido del nudo. Los obispos de rito griego sustituyen la voluta por un travesaño en forma de T adornada y decoran el asta con nudos artísticos y otras labores.


También se entrega un báculo a los abades en su investidura, como distintivo de su función. Asimismo, en las Catedrales, los Obispos Diocesanos, pueden ceder su Báculo a otro Obispo que presida Misa (principalmente el Nuncio Apostólico de Su Santidad o algún otro Dignatario Vaticano), aunque en algunas ocasiones, suele traer su propio Báculo, habiendo uno de madera y otro de metal.

Durante la Edad Media, el bastón se convirtió en un elemento habitual utilizado por los peregrinos y cruzados que viajaban de una tierra a otra. En ese momento, el bastón era un fuerte palo de madera, en ocasiones terminado en una pieza de metal, que no sólo ayudaba en el caminar, sino que permitía defenderse de posibles ataques de animales e inesperados bandidos.   

Entre 1150 y 1170, el bardo alemán Wolfram Eschenbach se suma al enigma de “Parsifal o la Historia del Grial”, creado hacia 1140 por el trovador Chretien de Troyes, con un poema titulado “Vida y Milagros de Parsifal”, en el que relata una historia sobre la custodia del Santo Grial y de un Bastón de Mando, al parecer un bastón negro de basalto pulido, de una antigüedad de 8.000 a.C., un bastón mágico conocido entre las sociedades secretas como “Piedra de la Sabiduría”, “El bastón de Mando” o “Piedra que Habla”, objeto olvidado entre quienes se obsesionaron y orientaron su búsqueda en exclusiva al Grial. 
Hacia el siglo XVI, el bastón se convertiría en un signo de distinción de la clase privilegiada, y muchos retratos de eminentes personajes aparecen acompañados de bastones. Algunos son sencillas varas de madera, mientras que otros representan sofisticadas tallas de madera y metal que contienen diferentes elementos simbólicos de riqueza y poder. Carlos V de Francia tuvo una importante colección de bastones. Más tarde, en el siglo XVII, Enrique VIII y muchos de los nobles de su corte acostumbrarían a mostrar bastones en la mayoría de los retratos que les fueron realizados.

El descubrimiento de América aumentó el número de creaciones, ya que las maderas hasta entonces desconocidas permitían crear nuevos ejemplares más exóticos, a los que se les podía añadir oro y piedras preciosas. Con el tiempo los bastones se convertirían en un signo distintivo de la aristocracia europea del Renacimiento y los siglos posteriores. El bastón, entonces, pasó a ser requisito imprescindible en la moda de la época. Luis XIII de Francia fue uno de los grandes amantes de los bastones, desarrollando una importante colección, y al cardenal Richelieu se le atribuyen algunos de los más extravagantes. 


De este modo, los bastones se convirtieron en excelentes ejemplos de arte de joyería, al incorporar piedras y metales preciosos a su elaboración. 


El 31 de mayo de 1680, Luis XIV regaló a Madame de Maintenon uno en el que aparecía inscrita la fecha del presente. El Rey Federico I de Prusia dejó en herencia docenas de bastones a su heredero, Federico Guillermo I, muchos de ellos decorados con espléndidas piedras preciosas. Napoleón también fue un amante de los bastones y contó con una importante y elaborada colección; Rousseau contó con más de cuarenta, y Voltaire llegó a poseer más de setenta y cinco ejemplares. 




Los cetros son distinciones de mando a modo de bastones cortos.
Los jefes de muchas naciones han adoptado el cetro a lo largo de los siglos como señal de autoridad, haciéndolo consistir en una vara o bastón más o menos rico y adornado que suele rematar en alguna figura simbólica. Los de la Edad Antigua, que ostentan en su manos los dioses y emperadores tienen la forma de asta o pértiga elevada. Los de la Edad Media se presentan más cortos y ricos y los de la Moderna todavía más pequeños y adornados.
Historia
Los primeros cetros datan del Neolítico, cuando comienzan a aparecer sociedades estructuradas y jerarquizadas. A partir de herramientas agropecuarias, como el mayal, el flagelo o el cayado de pastor, surgieron armas que, a su vez, se convirtieron en símbolos de autoridad. Hay estelas mesopotámicas y egipcias donde los reyes portan mazas que serían el antecedente de los cetros. Por ejemplo, en el Antiguo Egipto, los faraones portaban el llamado nejej(que parece derivar del mayal, símbolizando del poder del faraón sobre la tierra y las cosechas) o —más probablemente— de un flagelo espantamoscas; además llevaban el heqa o cayado (emblema de guía y liderazgo sobre el pueblo, que pasará a la Iglesia con el nombre de báculo, como símbolo pastoral).


Entre los celtíberos se usó una especie de cetro o bastón, distintivo de alguna autoridad según lo revelan hallazgos verificados en sepulturas de distinguidos guerreros. Tenían un remate ancho y triangular de bronce calado y adornado con motivos lineales y alguna figura simbólica. Había también cetros cortos en las civilizaciones antiguas, los cuales pueden considerarse mejor bastones de mando o de distinción propios de magistrados: así son por ejemplo la vara de los centuriones romanos y el cetro que los generales victoriosos llevaban al recibir los honores de triunfo en la magna urbe. En Roma por fin llegaron los emperadores a usar en su trono el pequeño cetro triunfal de los generales.

LOS CETROS:
Los monarcas franceses llevaban antes el cetro en una mano y el bastón en la otra. El bastón, de unos ocho pies de alto, estaba cubierto de una lámina de oro al que se sustituyó la mano de justicia al principio del siglo IV.

La Mano de Justicia es una especie de cetro que llevaban algunos reyes en la mano izquierda cuando eran revestidos de los ornamentos reales o asistían a alguna función solemne. Se trataba de un bastón de unos dos pies de largo que remataba en una mano de marfil.

Los franceses suponen que este ornamento o atributo ha sido particularmente usado por sus reyes. Aubin Louis Millin cree que los reyes de la primera y segunda dinastía no usaron la Mano de Justicia. Ésta se ve por primera vez en el sello de Hugo Capeto y después de este príncipe no se vuelve hallar hasta Luis X de Francia, llamado el Hutin.

Luis X y sus sucesores hasta Carlos VI la llevaron en la mano izquierda y el cetro real en la derecha y se cree comúnmente que Carlos VI fue el primer rey que introdujo el uso de llevar el cetro con la Mano de Justicia.

La Mano de Justicia no se ve nunca en los sellos de los emperadores de Alemania.


LA MANO DE JUSTICIA .
Rematado con una mano de marfil, es el símbolo de que el soberano es el nuevo Rey David, cuyo nombre significaría “mano fuerte”. Es la mano de Justicia, coronada por una mano de marfil bendiciendo según el rito trinitario de la Iglesia Católica: en nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Insignia del poder de los reyes Francia, es alusiva a la potestad religiosa y al poder del soberano de juzgar y hacer justicia. Asimismo, cada dedo tiene un significado, representando el pulgar al Rey; el índice a la Razón; el mayor a la Caridad, y los dos últimos a la Fe católica. 

La mano de Justicia napoleónica representa una mano extendida y semiabierta, probablemente copiada de la del propio Napoleón; en el gran cuadro de David, es sostenida por el archi-canciller Cambacerés, y en la imagen que se muestra aquí, por el mismo Napoleón en el famoso retrato del Emperador en su trono por Ingres.

El aumento de la demanda por el uso del bastón provocó que hacia 1851, Hamburgo, Viena y Berlín se convirtieran en estratégicos centros de creación de bastones, con numerosos empleados dedicados a su elaboración. La familia Meyers se especializó en maderas y diseños procedentes de China, países árabes y especialmente Egipto, consiguiendo imponer una moda en París, Londres, Nápoles o Madrid. 
Hacia 1870, la manufactura inglesa pasaría a convertirse en una fuerte competidora. Publicaciones en el Chamber´s Journal de la época demuestran la dedicación e importancia que iba consiguiendo el mundo del bastón. Además de la incorporación de cada vez más numerosas y variadas maderas procedentes de distintas especies de árboles, comenzaría la elaboración de bastones con el uso de nuevos materiales: marfil, caparazones de tortuga, cuernos de rinoceronte, huesos de animales y pieles de serpiente, entre otros. Hacia finales del siglo XIX, una tienda inglesa podía llegar a vender más de medio millón de bastones en un año y más de 4.000 personas trabajaban en la creación de bastones en Inglaterra. América, Australia, Sudáfrica y Jamaica se convirtieron en los principales suministradores de maderas como materia prima para la creación de bastones.

En Estados Unidos, los primeros que incorporaron los bastones fueron los californianos y, desde allí, la moda se extendió a Chicago y Nueva Cork. Para distintos presidentes, el bastón se convirtió en un símbolo particular. George Washington dejó a su hermano Charles el bastón dorado que Benjamín Franklin le había dejado a él en 1790. James Madison dejó dos bastones, uno de ellos donado por Thomas Jefferson. 














BASTÓN DE MANDO DEL MARISCAL

El bastón del mariscal es una vara que utiliza un mariscal general como signo de su grandiosidad o de muestra de su calidad militar y social.
Pero antes de hablar del Bastón de los Mariscales considero importante conocer  la etimología de la palabra Mariscal. La denominación marschall viene del contorno medieval germánico.
El Marstall era la edificación donde se almacenaban los utensilios para los caballos. El marschall era el encomendado de atender y administrar los caballos y establos. En francés se le llamaba marechal. Más tarde se le llamó mariscal o Maestro de los establos (Stallmeister) al jefe de patio. En los ducados, el encargado de la casa del duque recibía el nombre de Hofmarschall (Mariscal de patio).
Durante los viajes, el mariscal pasaba a ser Obermarschall (gran mariscal), y era el delegado de administrar las posesiones del duque, en su ausencia. En ocasiones festivas, el mariscal llevaba una vara larga en señal de su cargo y con la cual hacía una división en la pizarra del mariscal para las personas que no tenían algún puesto definido dentro del ducado. Esa disciplina se sigue viendo hoy en día en patios ingleses.
En la época medieval, aquel que poseía una Marschallstab o Kommandostab (bastón de mando, vara de comando), era considerado el oficial de más alto rango. En muchos ejércitos europeos de la antigüedad, el General feldmarschall fue considerado el comandante más antiguo del ejército.

Bastones de mariscal en Alemania.
En Alemania se introdujeron los bastones de mariscal a mediados del siglo XIX, tras la muerte de Arthur Wellesey, quien era un general mariscal honorario del ejército prusiano. Antes de su funeral se dictó que en su sepulcro debía llevar un bastón de mariscal inglés a su tumba, y entonces se mandó a fabricar un bastón de mariscal prusiano para que igualmente lo acompañara en su lecho de muerte.
El bastón de mariscal prusiano, de tan sólo 30 cm de largo, se exponía con un fondo azul cielo, adornado con coronas reales doradas que contrastaban con emblemas de águilas heráldicas. La mayoría de los bastones prusianos se regían por el mismo diseño.
Los bastones de mariscal del ejército alemán en la época del Tercer Reich (19331945) eran de color rojo, el de la armada de color blanco  y los de la fuerza aérea de color azul. Estaban adornados con cruces de hierro y con el "Wehrmachtsadler" (águila símbolo del ejército), en bastones de la Luftwaffe (fuerza aérea) además presentaban distintivos de la cruz de barras (Balkenkreuz, emblema de la Luftwaffe).  http://www.bbc.co.uk/arts/yourpaintings/paintings/arthur-wellesley-1st-duke-of-wellington-17691852-field-mar29995





























































Bastones de mariscal en Inglaterra
La tradición de los bastones de mariscal ingleses data de 1736, y su forma se ha mantenido igual desde entonces. Los bastones son de color rojo compuestos con leones ingleses. En un extremo del bastón hay un caballero montado en su corcel dando muerte a un dragón.



















En Francia el título de mariscal ha sido de mucho tiempo anexo a la milicia y muy distinguido. Los mariscales de campo fueron creados por primera vez en Francia por Francisco I, pero no lo fueron sino por comisión y no pasaron a serlo efectivos hasta el reinado de Enrique IV. Los mariscales de campo entonces eran los primeros oficiales del ejército después del general, puesto que los tenientes generales no fueron creados hasta el reinado de Luis XIII de Francia. En los demás reinos de Europa se fue introduciendo este destino a proporción que fueron dando a sus tropas la misma organización militar.
Con el título de mariscal de campo había antiguamente un oficial que el rey comisionaba para presidir los duelos que se hacían con su venia en campo cerrado entre dos campeones.
LOS MARISCALES DE NAPOLEÓN
La graduación de mariscal de Francia se remonta al 1047 aunque en 1793, durante la revolución fue suprimida. Napoleón restituyó la graduación al día siguiente de la proclamación del imperio, el 19 de mayo de 1804. Napoleón ascendió en aquella ocasión a 18 generales de división, incluidos cuatro que ya no estaban en activo( Kellermann, Lefebre, Perignon y Sérurier) los cuales fueron nombrados mariscales de honor. En años posteriores fueron ascendidos Victor en 1807, Macdonald, Marmont y Oudinot en 1809, Suchet en 1811, Saint-Cyr en 1812, Poniatowsky en 1813 y Grouchy en 1815. 

El distintivo de los mariscales era principalmente su bastón de mariscal, aunque hubo dos de ellos que nunca llegaron a tenerlo, Poniatowski, que falleció 2 días después de su nombramiento en la Batalla de Leipzig, y Grouchy ascendido justo antes de la campaña de Waterloo. El bastón era de 50 centímetros de largo por 4 de diámetro y en todos ellos estaba grabado a un lado su nombre y al otro “Terror belli. Decus pacis”.

Los mariscales de Napoleón nunca llegaron a tener una autonomía completa sino que siempre lucharon o en batalla bajo el mando directo de Napoleón o con mando independiente pero siguiendo las directrices del Emperador. En ocasiones se ha criticado a los mariscales de Napoleón, por sus ansias de poder personal, por sus celos y rencillas entre ellos…pero hay que tener en cuenta que fueron hombres en su gran mayoría de orígenes humildes, algunos de ellos sin apenas formación que de pronto se vieron colmados de títulos, riquezas y honores, y eso en ocasiones es difícil de asumir. 

En cuanto a sus virtudes como grupo cabe destacar la gran capacidad de liderazgo entre sus hombres que mostraron durante las múltiples guerras, así como el gran arrojo y valor personal, varios de ellos fueron múltiples veces heridos en combate, por encima muchas veces de sus homónimos de otros ejércitos y que cuando el conflicto llegó a tener unas dimensiones enormes y para napoleón fue imposible llevar los detalles de la guerra con la precisión a la que estaba acostumbrado cuando el conflicto era más reducido geográficamente, sus mariscales fueron el sustento de la situación así como también en muchas ocasiones las víctimas de los errores de su emperador.
 
Este símbolo existía también en el ejército de España desde la época imperial de Carlos V. Hay óleos en que algunos nobles aparecen con este tipo de bastón. También existía en el ejército francés, pues su origen se retrotrae a los legados de la Republica Romana. Más sorprendente me resultó encontrar un cuadro inglés con el mismo elemento.


TIPOS DE MARISCALES:

  • Mariscal de Campo. Oficial general que ocupa en la milicia el grado intermedio entre el brigadier y el de teniente general. En los ejércitos franceses, ingleses y alemanes, así como en los latinoamericanos, el mariscal de campo es la máxima autoridad militar.
  • Mariscal de logis. Se llama así el que en los ejércitos tenía el cargo de alojar a la tropa de caballería y arreglar su servicio.
  • Mariscal del Rey. Título antiguo en Alemania y Francia que se introdujo en España en el siglo XIV y equivalía a Maestre de campo.
  • Mariscal General de Francia (Maréchal général des camps et armées du roi). Título para indicar a quien tenía autoridad sobre todos los ejércitos franceses.
  • Mariscal de la Unión Soviética, máximo rango militar de la Unión Soviética. Creado en 1935 y abolido en 1991.
  • Yuan Shuai: (元帥) rango militar chino que correspondía al de un Mariscal en otras naciones. Se confería dicho rango a los generales distinguidos durante los períodos dinásticos y republicanos de China. En 1955, durante el período de la República Popular China, se concedió dicho rango a diez comandantes del Ejército Popular de Liberación. Fue suprimido 10 años después. También existía un rango de mayor nivel que era el de Da Yuan Shuai (大元帥), que correspondía al de un Generalísimo en otras naciones.

TERCERA  PARTE
DIFERENCIA ENTRE EL CADUCEO  DE MERCURIO Y EL BASTÓN DE ESCULAPIO

LA HISTORIA DEL BACULO Y EL BASTÓN
La gran mayoría de las personas y tal vez algunos médicos, no se han percatado todavía de las diferencias existentes entre los dos emblemas que tradicionalmente han servido para representar a la Medicina, a través de los años: el caduceo de Mercurio (Hermes) y el bastón de Esculapio (Aesclepes, Asclepio). 
EL CADUCEO DE MERCURIO
La palabra caduceo deriva del griego kadux que significa heraldo o embajador. Originalmente el caduceo consistía en una rama de olivo con dos hebras de lana, las cuales se han ido sustituyendo sucesivamente por dos cintas blancas y después por dos serpientes entrelazadas y mirándose cara a cara. la rama de olivo se convirtió finalmente en una vara con puño y dos alas extendidas.
En la antigua Grecia, el caduceo (vara con alas y serpientes entrelazadas) lo llevaban los heraldos y embajadores como señal de inviolabilidad personal, pues era el símbolo de Hermes (Mercurio) mensajero de los dioses. Según la mitología griega, Mercurio hizo una lira de un caparazón de tortuga y su música agradó tanto al dios Apolo que lo hizo el embajador de los dioses.  Mercurio llevaba siempre consigo el caduceo como varita mágica. El bastón central era una vara mágica para promover el entendimiento y las alas las llevaba Mercurio en  los tobillos para volar en sus quehaceres por órdenes de Apolo.

 En cierta ocasión separó Mercurio dos serpientes que estaban enzarzadas en mortal combate; desde entonces empezó a repartir mensajes entre enemigos y la varita se convirtió en símbolo de neutralidad. Mercurio también presidía el acto del coito, y quizá por esta razón el caduceo lleva dos serpientes: macho y hembra; sin embargo, para los que veneraban al persa Zoroastro (
Zaratustra) las dos serpientes representaban al dios Ormazd y al espíritu maléfico Ahriman. Además de pacificador, Mercurio era dios de los mercados, patrón del comercio y del juego de dados. Con su fascinadora elocuencia convencía de que el mal era el bien.

EL BASTÓN DE ESCULAPIO

Otro símbolo semejante al caduceo es la vara de Esculapio, o sea una vara de ciprés con una serpiente enroscada. Este emblema apareció unos 800 años a de J. C., en tiempos de Homero. Según la mitología, Esculapio era hijo de Apolo y de
Coronis; ésta era hija de Flegias, rey de Tesalia. 

Existe una leyenda en la que, encolerizado Apolo porque Coronis estaba enamorada del hijo de Eratos, cuando nació su hijo (por cesárea) lo dejó abandonado en el Monte Titón, donde fue amamantado por una cabra. Un pastor encontró al niño y lo entregó al cuidado del centauro Girón, quien le enseñó la medicina. A este dios de la Medicina los griegos le llamaban Asklepios,(significa "incesantemente benévolo") y los romanos Aesculapius (Esculapio). Esculapio acompañó al héroe Jasón, jefe de la expedición de los argonautas que iban en busca del vellocino de oro.

Esculapio existió realmente en Tesalia, y era un médico de gran fama. Después de su muerte fue deificado y entonces empezaron las leyendas, siendo venerado en Atenas y Corinto, y en Pergamo, ciudad donde nació Galeno. Según otra leyenda, Esculapio estaba asistiendo a Glauco, cuando bruscamente cayó éste mortalmente herido por un rayo. Apareció en la habitación una serpiente y Esculapio la mató con su bastón; otra serpiente entró y revivió a la primera, metiéndole unas hierbas en la boca. Con estas mismas hierbas, se dice que Esculapio logró resucitar a Glauco. A ruegos de Plutón, dios de los infiernos, Júpiter hizo morir a Esculapio porque éste curaba los enfermos y resucitaba los muertos, y el infierno se quedaba desierto. Por solicitud de Apolo, Esculapio quedó inmortalizado, permaneciendo entre las estrellas en el cielo. No se sabe con certeza si en tiempos de Homero se consideraba a Esculapio ya como un dios o sólo como un médico que lograba curaciones asombrosas. En La Ilíada se le representa como aristócrata, caudillo y médico; sus hijos Macaón y Podalirio participaron en el sitio de Troya como médicos y militares. Según la leyenda, Esculapio nació en Epidauro, pero también se le considera hijo de divinidades solares, como su padre Apolo cuyos rayos ejercían una acción bienhechora sobre el cuerpo. Esculapio tuvo por esposa a Epiona "la dulce" y varias hijos: tres hijos: Godalirio, Machaon (médicos que aparecen en La Illiada) y Telesforo, y cuatro hijas: Hygia, que es la preservadora de la salud (de la que deriva el término Higiene), Panaqueia, que era farmacéutica (Panacea, "la que todo lo cura"), Egle, que era partera y oculista, y Laso que era enfermera. Los templos dedicados a Esculapio se llamaban asclepiones.

El famoso Santuario de Epidauro (Peloponeso) fue probablemente el primer asclepión. Tenía uno de los mayores teatros del mundo antiguo; allí los enfermos encontraban por lo menos alivio mental. Los enfermos que visitaban el santuario de Esculapio, que tardó varias generaciones en construirse, solían llegar de muy lejos. Los peregrinos tenían la esperanza de que el dios médico les curaría mientras dormían. El templo estaba conformado por tres terrazas estructuradas en niveles y a las que se llegaban por grandes escalinatas. En la terraza más baja se abrían numerosos pozos en donde se practicaban abluciones rituales. En la terraza central, los peregrinos ofrecían sacrificios al dios. 

En ella se hallaba también el Tesauro o tesoro del templo. Cada persona que obtenía la ayuda del dios debía hacer una donación; es decir, debía pagar honorarios. La tercera terraza, a la que se llegaba por una majestuosa escalinata, era la más alta. Estaba rodeada por tres de sus lados con salones columnarios. En este abatón se llevaba a cabo el llamado sueño terapéutico, la "incubación". Todo este servicio, era proporcionado por sacerdotes que disponían a los enfermos en las salas donde se hallaban dispuestas camas en las que se producían las curaciones mientras dormían. El único documento que describe las actividades nocturnas, que acaecían durante el sueño terapéutico, es un fragmento de una comedia escrita por Aristófanes. En ella, un esclavo inculto describe los hechos de la siguiente manera: "Al anochecer los enfermos se acuestan en las camas de reposo (gr. cline; de donde proviene el término clínico).

Desde tiempo inmemorial el hombre ha sentido temor y fascinación ante la serpiente. Al observar la vida de este misterioso reptil y ver como adquiere nueva vida en la primavera, cambiando completamente su piel todos los años, se asoció a la serpiente las ideas de sabiduría, rejuvenecimiento, fertilidad, salud y prosperidad.
 
Los aztecas, indios orientales, cretenses y fenicios, rindieron culto a la serpiente como uno de sus dioses. Los indios de Am
érica reverenciaron a la serpiente de cascabel; los budistas, a la cobra; y los babilónicos, al pitón (dragón monstruoso, hijo de la tierra).En las excavaciones realizadas en Canaán, Gezer y otros lugares de las antiguas civilizaciones se han encontrado serpientes de bronce y de piedra. Asimismo, las divinidades egipcias - Ra y Osiris- y los faraones ostentaban emblemas de serpientes en sus cofias y tocados.
En cambio, el dragón era el símbolo del Imperio Chino.Según algunos autores, la costumbre de venerar la serpiente data de 3000 a de J. C., cuando la estrella Alpha Draconis de la Constelación Draco era la Estrella Polar, que se consideraba muy importante para determinar el sino del hombre. Incluso en la Biblia aparece este juicio: Y Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó sobre el polo. Y cuando una serpiente atacaba a un hombre, si éste contemplaba la serpiente metálica, no moría. Del culto a la serpiente surgieron dos símbolos: el caduceo y la vara o bastón de Esculapio; los dos incluyen una vara, que según diversas opiniones representa una varita mágica, un báculo, un cayado de pastor o un símbolo fálico. Generalmente se considera que significa el árbol de la vida, pero todo esto pertenece a la mitología.


Caduceo vs. bastón de Esculapio

Tanto el caduceo de Mercurio como el bastón de Esculapio tienen muy profundos conceptos fundamentales referentes a su origen, desarrollo, interpretación y
factores históricos que determinan por qué un emblema es más apropiado para designar al arte-ciencia de la medicina, que el otro. La idea de emplear el caduceum o caduceo, el de las serpientes enrolladas, mirándose frente a frente en las partes superiores y separadas por una varita, con un par de alas sobre ellas, como símbolo de la Medicina, se inició en el Cuerpo Médico de los Estados Unidos. Este concepto fue tomado con pequeñas variantes de un símbolo guerrero que se usó en los siglos XVII y XVIII, llamado Caduceo de Hermes o Mercurio. Desde este inicio, el caduceo de Hermes o Mercurio se propagó a muchos países y fue adoptado por gran número de sociedades médicas, universidades, revistas y numerosos congresos.
Mercurio tiene algunas connotaciones que son poco atractivas para los profesionales médicos. Mercurio era un embaucador, que mentía para salir de aprietos. El también era protector de los ladrones y los hombres de negocios, datando de una era en que beneficiarse era considerado una forma de robar. Por lo que él se asocia con ladrones, comerciantes, con deportes y mercados, en contraste con Esculapio que fue un médico listo para hacer el bien y para difundir libremente sus conocimientos, a través de bien planeadas conferencias a sus alumnos. Todos sus familiares de igual manera, siguieron ligados al arte de curar a los enfermos, en cambio los de Mercurio, nunca tuvieron nada que hacer con esta profesión.
Es indudable que su uso se extendió a otros países e igualmente a muchas escuelas de medicina en el mundo, aunque no así a las otras ramas de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, ya que el cuerpo médico de las Fuerzas Aéreas emplea el báculo de Esculapio y la Marina, en cambio, usa una hoja de roble con una bellota. Más a favor de este último lo observamos en Hipócrates, quien al anunciar su famoso juramento, coloca a Esculapio y lo pone por testigo junto a Apolo, Higeia y Panacea que se cumplirá la palabra empeñada "hasta donde tenga poder y capacidad". A esta venerada figura de la medicina, nunca se le ocurrió llamar a Mercurio, el que lleva y trae las almas al infierno, para colocarlos al lado de tantos dioses dentro de sus solemnes palabras. Esculapio es siempre reconocido y asociado con el arte de curar a los enfermos y en la antigüedad se erigieron templos en su honor en diferentes lugares de Roma, Grecia y Egipto. En todos ellos siempre aparece como una constante figura, una serpiente enrollada alrededor de un bastón y de aquí la asociación directa que se establece. La presencia de esta serpiente es para representar al animal astuto y ágil que siempre se mantiene en estado permanente de alerta, y establecer un paralelo con la conducta que deben seguir los grupos médicos para la adecuada atención de los enfermos. El bastón era una ayuda para caminar por todos los polvorientos senderos de la época, por donde transitaba Esculapio en el desempeño de sus humanitarias labores.

Anteriormente ya se han lanzado opiniones que rebaten en forma clara y con argumentos eficaces, la idea de mantener a Mercurio como representante oficial de la clase médica.

Hermes o Mercurio, era conocido en Egipto como el Dios de Cabeza de Ibis (
Thot) simbolizando el ave del principio de trascendencia; y en Grecia era representado como falo y con serpientes entrelazadas (acto de unión sexual), por lo que penetra en el mundo desconocido buscando un mensaje espiritual de liberación y curación. Así, Hermes recuperó atributos de la vida de las aves que agregó a su naturaleza tectónica de serpiente adquiriendo su cayado alas por encima de las serpientes convirtiéndose en caduceo o bastón alado de Mercurio y se convirtió en “hombre volador” con sombrero y sandalias con alas, que de la conciencia-serpiente del mundo inferior, pasando por la realidad terrena, alcanza la realidad sobrehumana o transpersonal en su vuelo alado.
Por otra parte, Esculapio era hijo de la luz, de la razón, de la vida; pero también es una deidad tectónica, que proviene de la tierra, del inframundo, en suma, de la muerte; situándose la medicina entre la vida y la muerte, y de ahí la necesidad de su resolución por la vía de la ética. El simbolismo de los logotipos es, pues más importante de lo que parece a primera vista, ya que la adulación a Hermes no se limita al uso del caduceo, sino que empieza a matizar el tejido ético de la práctica médica. Un control efectivo sólo puede venir desde dentro de la profesión: tal vez a través de un regreso al “culto” de Apolo, Esculapio e Hipócrates (cuya ética médica no ha sido mejorada en un período de más de 2 000 años), que todavía mantiene un precario asidero en el mundo médico. Finalmente, podemos comenzar por dejar de lado el símbolo, del todo inapropiado, del caduceo de Mercurio y cortar asociaciones con comerciantes para favorecer el de Esculapio y reivindicar el simbolismo de la vida renovada y la medicina hipocrática.
 Actualmente la vara de Esculapio sirve de emblema del cuerpo médico del ejército en Gran Bretaña, Alemania, Suecia, Francia, México y Filipinas. En 1818, los Estados Unidos también incluyeron este símbolo en las insignias del cuerpo de Sanidad Militar; las fuerzas aéreas lo adoptaron en 1957. En 1912 la American Medical Association adoptó el símbolo de Esculapio como emblema oficial de esta organización. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo usa desde su fundación en 1947.
En la antigua Grecia, el caduceo (vara con alas y serpientes entrelazadas) lo llevaban los heraldos y embajadores como señal de inviolabilidad personal, pues era el símbolo de Hermes (Mercurio) mensajero de los dioses.
Con fundamento en lo anterior, la Dirección de Sanidad de la Policía Nacional de Colombia cambio su escudo, del caduceo al de la vara de esculapio.


CUARTA PARTE
LA BATUTA COMO ELEMENTO DE MANDO DEL DIRECTOR DE UNA ORQUESTA



LA BATUTA.
Existía ya, al parecer desde el Siglo XV. Era un tiempo en que la música todavía no se dividía en compases, por lo que era necesario llevarlo mediante control externo para evitar la desbandada rítmica.
Una varita de madera, servía perfectamente para orientar a los instrumentistas. Hubo sin embargo, directores que no la utilizaron; preferían recurrir a sus trucos personales, siendo el más utilizado el de dar patadas en el suelo,  o palmotear con las manos. Así aseguraban el mantenimiento del ritmo y el seguimiento del  compás, más era un método cansado que al cabo de algún tiempo de tener resultado por agotamiento físico del Director.

La batuta actual, la empleo por primera vez, el director y compositor de orquesta alemán Carl María von Weber en la ciudad de Dresde, en un concierto que el dirigió en el año 1.817. Cuyo nombre significa "batir el aire”.


A partir de entonces, todos los directores la utilizaron, aunque hasta finales de ese siglo no se impuso la colocación del director tal y como la conocemos ahora, es decir, de espaldas al público.

El público le critico por ello, pero fue imitado por los grandes músicos del momento. Félix Mendelsshn se hizo adepto de la batuta, dirigiendo con ella una tanda de conciertos, en la ciudad de Leipzig, en el año 1835.

Desde principios del Siglo XVII, era el primer violín quien dirigía la orquesta, colocándose junto a la concha del apuntador, de espalda a los músicos.

Fue en 1876 cuando el director se coloco por primera vez frente a la orquesta, dando la espalda al público en los festivales wagnerianos.  A partir de entonces la batuta ha brillado en la mano del director desafiante, seguro, como una varita de marfil, en la que contrasta el negro del ébano de la empuñadura.

Así han venido desde entonces dibujando en el aire las piruetas misteriosas y arcanas de la música.

Comentario:
La batuta, marca los tiempos, organiza, controla y marca para que surja la armonía del conjunto de instrumentos.

En absoluto en un elemento de mando, como pudiera creerse, es la guía coordinada para interpretar de forma estricta lo que alguien escribió o lo que alguien adapto o realizo nueva versión, donde en la perfecta interpretación perfecta no hay  posibilidad de improvisación.

Una batuta es un corto y fino palillo del cual se sirve la mayoría de los directores de orquesta para dirigir una obra.

La batuta se sostiene normalmente en la mano derecha, sin importar la predilección motora por una mano u otra de quién esté dirigiendo. La base se apoya en la palma, y los dedos y el pulgar se cierran sobre ella. Se mantiene con el brazo extendido a la altura de la cara, con la punta a la altura de los ojos, apuntando ligeramente hacia la izquierda y hacia adentro.

No se debe sostener con fuerza, pero tampoco con mucha soltura. Para un director, se supone que la batuta es simplemente una extensión especializada de su brazo.


Las batutas vienen graduadas en varios tamaños, y siempre están construidas de tal forma que se distribuye la mayor parte de su peso en la base, sostenida por el director cuando dirige. Lo habitual es que la batuta tenga el mismo tamaño que el brazo empezándose a contar desde el codo hasta el dedo anular, aunque también varía por gustos. Entre los materiales más comunes en su fabricación se destacan la madera (de abedul en algunos casos) y la fibra de vidrio o grafito .

QUINTA PARTE
HISTORIA DEL BASTÓN COMO SIGNO DE PODER Y AUTORIDAD EN COLOMBIA
(SU USO DESDE LOS INDÍGENAS  PRECOLOMBINOS  HASTA LAS MÁXIMAS AUTORIDADES  DEL ESTADO)


Conceptos y niveles de autoridad
En la sociedad Muisca, según se ha expuesto, existían grupos sociales antagónicos. Por un lado existía la comunidad general, cuya ocupación corriente era la producción de bienes agrícolas, artesanales y minerales, y por otro, una capa social de mayor categoría que la primera, con función directriz de la sociedad global, en sus diferentes aspectos económicos, políticos, religiosos  y culturales.
Esta ultima estaba formada por los gobernantes, caciques, capitanes, caudillos militares y por la casta sacerdotal. Los gobernantes, llamados Zaque y Zipa, eran los administradores de las mayores unidades politico-administartivas, llamadas “Reinos”; los caciques desempeñaban funciones politico-administartivas en los llamados “Pueblos”; los capitanes eran los representantes del poder en las comunidades que componían parte de los pueblos; y los caudillos militares, que unas veces  eran los gobernantes y caciques y otras sus familiares, desempeñaban la doble función de defender las fronteras y de servir de instrumento coactivo para aplastar las sublevaciones de los caiques contra el poder Zipa.
La casta sacerdotal cumplía las funciones de mantener y engrandecer la unidad político-ideológica de la sociedad, a través de una serie de ceremonias y ritos, en los cuales participaban tanto los miembros simples de las comunidades como los representantes del poder. Además, los sacerdotes eran quienes guardaban los secretos mágico-religiosos, que en esta etapa de su dinámica social corresponden tanto al aspecto puramente mágico o religioso como a la acumulación y aplicación práctica de los conocimientos positivos y ciencia primitiva.
Los términos Zipa y Zaque tenían en si el triple significado de gobernadores, legisladores y jueces. En orden de importancia estaban luego los pregoneros, que eran conocidos como la “Boca del rey”, a través de la cual los subordinados conocían la voluntad del gobernante. El bastón se convirtió en un elemento que denotaba la autoridad  indígena según su capa social tal como lo podremos observar en las siguientes imágenes.

El Zipa.
Zipa era el título de nobleza dado a los gobernantes de la parte sur de la confederación muisca, en el Altiplano Cundiboyacense, en lo que hoy se conoce como Sabana de Bogotá. La sede de gobierno se ubicaba en Funza, capital del cacicazgo de Bacatá.
El trono del Zipa era hereditario, pero no seguía una línea paterna. Se designaba como sucesor a un sobrino, hijo de la hermana mayor o de mayor edad del gobernante, para asegurar que la descendencia fuera de sangre real, pues el zipa podía tener muchas mujeres, conocidas como tigüi, pese a que solo una era la esposa.


Los demás miembros del grupo gobernante, que le seguían al Zipa y al Zaque eran los caciques, los cuales se dividían en dos categorías: unos tenían poderes civiles, de consejería y militares de carácter permanente. Eran los llamados Uzaques, a su vez destinados a gobernar los pueblos de las regiones fronterizas, para defenderse del avance Caribe del sur, y por el occidente del zipazgo. Otros eran los caciques comunes , con funciones civiles y militares sólo en casos excepcionales. Tales caciques, en su mayoría, habían sido conquistados violentamente por el Zipa y se rindieron en calidad de simples tributarios; no ocupaban cargos honoríficos especiales y reinaban en el territorio de su antiguo dominio independiente.
El historiador Fray Pedro Simón, que comprendió la situación jerarquizada de los caciques del Zipazgo, escribió: “…No eran iguales en su linaje todos los caciques, pues unos eran menores y de menos estimada sangre; otros eran mayores  estimas a quienes llamaban Bsaques y  era, en especial, los que tenían sus pueblos en las fronteras de enemigos como el Pasca, Subachoque, Cáqueza, Guatavita, Teusacá, Fosca, Guasca; Pacho, Simijaca. El Tibacuy era como un condestable, Guatavita y Ubaque eran como duques, el Suba como Virrey  y el rey el de Bogotá, aunque por tiranía, porque en las primeras poblaciones de esta tierra cada cacique fue señor de lo que por entonces le cupo de tierras y vasallos, sin sujeción a otros, hasta que con la violencia sujetó después el Bogotá a muchos caciques...”
De esta manera se tenían: los Capitanes, que eran los jefes de las comunidades; los Caciques, de los pueblos (Aparentemente, las antiguas tribus); los Uzaques, de las llamadas “provincias”  y en Zipa era el soberano por cuya voluntad se regía todo el ente jerárquico del estado. Además de los jerarcas mencionados, que representaban el poder civil y militar, estaba la casta sacerdotal que tenía gran influencia sobre las comunidades y vivía, como las demás “Clases altas”, del trabajo de los miembros comunes. Estos estaban obligados a trabajar parcelas especiales para los jefes y sacerdotes, así como también a entregarles bienes u objetos cada vez que quisieran hacer ofrendas a los dioses.
Los integrantes de las comunidades del zipazgo tenían la obligación de prestar servicio militar, especialmente cuando se hacía la guerra al Zaque, porque  la defensa de las fronteras con los caribes la cubría un ejercito regular de güechas, que también prestaban un a función preventiva en época de paz, lo cual viene a equivaler a una función de tipo policial. Igualmente estos Güechas tenían la autoridad para mantener el status quo  y castigar a los caciques que intentaban separase del poder del Zipa, con lo cual vinieron a significar, embrionariamente, una acción policial de investigación para poder conocer las causas que llevaron a los zipas a tales audacias separatistas.
Los Güechas
Los "Güechas" (guerreros) eran una casta privilegiada. No podía ser de otra manera en una sociedad que vivía en constante pie de guerra. Eran elegidos entre los varones más saludables, recios, valientes y esforzados.
Conformaban los ejércitos de los Zipas, ejercían funciones policivas, su código establecía penas para los cobardes (los obligaban a vestirse y a hacer los oficios de las mujeres); condenaban a muerte a los desertores; imponían la pena del talión, a los adúlteros, a los incestuosos y sodomitas los sometían a horribles castigos. Existía también leyes que defendían a la mujer casada contra la negligencia y malos tratos del esposo.

Por debajo de los componentes de las comunidades, pero diferenciándolos de ellos más que todo por su origen, estaban los esclavos, estamento compuesto por aquellas personas que habían sido hechas prisioneras en guerras con pueblos no muiscas.
Tales sujetos eran utilizados para sacrificar a los dioses, en la construcción de templos o en las grandes fiestas, para servir a sus captores, y algunos de ellos fueron incorporados al ejercito como Güechas, en cuyo caso debían hacer gala de sus habilidades en el uso del arco, que no era utilizado por los muiscas.
Dentro de las actividades sociales de los muiscas se hallaba, así mismo, la mujer que desempeñaba una función destacada  muchas veces, pues llegaba hasta ejercer el mando en el cacicazgos. Cuando se declaraba una guerra, las mujeres iban tras las tropas con vituallas y como cocineras de los guerreros; en los funerales hacían de plañideras; estaban igualmente presentes en las inauguraciones de las casas de los caciques y de los templos y asistían a las ceremonias de coronación del cacique o a los ritos de incorporación de los sacerdotes.
La Fuerza Militar
El Zipa, cuyo origen era militar, conservaba su tradición guerrera, manteniendo un ejercito disciplinado y escogido entre los mejores hombres , los más valientes, resueltos y astutos. Su autoridad era totalmente antagónica a la del Zaque. Los hombres que conformaban su ejercito se llamaba Güechas, que desempeñaban funciones coercitivas y preventivas, por sus actuaciones desatacadas se premiaban instituyéndose como caciques en donde no había herederos legítimos. En esta forma la nobleza de los príncipes de democratizaba.
El cacique de Sogamoso, que ejercía un gobierno teocrático, era elegido de manera muy interesante. Correspondía  a los Uzaques, en los pueblos de su dominio, hacer la elección del jefe que los gobernaría a todos, lo cual es demostración muy avanzada de cultura entre los chibchas que conocieron y usaron el derecho de elegir.

La administración de justicia correspondía , en los tres regímenes, a los jefes de cada gobierno y eran ellos quienes imponían las penas y los premios, así como ejercían las actividades de tipo policial, como ha sucedido en todo Estado incipiente.
La fuerza armada entre los muiscas la constituían los ejércitos de Güechas o guerreros de Sanguamanchica y Nemequene. Este cuerpo conquistador y punitivo ya no era el pueblo en armas, por cuanto, además de servidor para la defensa del territorio amenazado por los caribes, se empleaba para someter a las demás poblaciones muiscas independientes y para castigar cualquier intento de liberación de los pueblos sometidos a la autoridad del Zipa. Por otra parte se observa cómo los Güechas quedaban en los territorios conquistados (como lo guerreros romanos en sus primeras colonias en los llamados “presidios”), a manera de fuerza coercitiva o dominadora de otros pueblos.
 
Aquí se apreciaba también un rompimiento de los lazos de consanguinidad de los Güechas con sus respectivas comunidades, ya que eran buscados y escogidos entre los mejores de los diferentes cacicazgos. Un fin especifico que se señalo el ejercito de los Bacataes era el dominio político de Tunja, que no alcanzó a realizarse por la irrupción de los españoles.


















USO DEL BASTÓN  DE MANDO EN COLOMBIA

BASTONES USADOS  DURANTE LOS REINADOS DE FELIPE V , FERNANDO VI Y PRINCIPIOS DEL REINADO DE CARLOS III
EN ESPAÑA  ( 1710-1767 )

En Colombia el uso del Bastón de Mando obedeció históricamente a las costumbres españolas (reinados de Felipe V , Fernando VI y principios del reinado de Carlos III los cuales citamos anteriormente) y europeas, de distinguir a las autoridades  que integraban los ejércitos reales o que representaban la corona en los nuevos territorios con determinadas insignias  o símbolos, así:





             CORONELES :               Bastón con pomo de oro, o dorado.
         TENIENTE CORONEL: Bastón con pomo de plata blanca.
         SARGENTO MAYOR :  Bastón con un casquete de plata blanca, que guarnezca un dedo del
                                               bastón ,liso por arriba.

         CAPITÁN :                     El mismo que el de  Sargento Mayor
         TENIENTE :                    Bastón con puño de marfil.
         SUBTENIENTE :             Bastón con puño de madera, con un anillo de plata blanca.


         SARGENTO :                   Bastón sin puño de ningún tipo .
         CABO 2º Y CABO :         Una vara sin labrar, flexible, del grueso de un dedo regular.




El uso de los bastones por parte de los integrantes de los reales ejércitos españoles se puede notar en el oleo de Antonio José Amar y Borbón que se encuentra en el Museo Nacional donde se observa en su mano derecha  agarrando un bastón de mando como símbolo de autoridad y poder conferido por la corona española.

De igual forma en el oleo del Pacificador Pablo Murillo, general español, jefe de la Expedición Pacificadora que vino en 1820 a reconquistar América, también se observa  que porta un bastón de mando.


Ya en una época más reciente, vale la pena rememorar la muy reiterada por los antepasados “Ley de los Bastones”, que trascribo parcialmente para conocimiento de muchos y recuerdos de otros. Se trata de la Ley 149 del 3 de diciembre de 1888, suscrita por el entonces presidente Carlos Holguín Mallarino que en sus artículos 359,360 y 362 decían textualmente:
 "...ARTÍCULO 359. Los funcionarios públicos que van a expresarse, usarán las siguientes insignias:
Los miembros del Congreso, mientras estén en ejercicio de sus funciones, una presilla tricoloren el ojal de la solapa izquierda de la casaca o levita.
El Presidente de la Repúblicabastón con cordón y borla de oro.
Los Magistrados de la Corte Suprema de Justiciabastón con cordón, borla negra y botón de oro.
Los Gobernadoresbastón con cordón azul-celeste y botón de oro.
Los Magistrados de los Tribunales superiores de Distritobastón con cordón, borla negra y botón de plata.
Los Prefectos de Provinciabastón con cordón y borla verde.
Los Jueces superiores y de Circuitobastón con cordón y borla negra.
Los Alcaldesbastón con cordón y cinta amarilla.
Los jueces de Distritobastón con cinta y borla negra.
ARTÍCULO 360. Ningún otro empleado o particular puede usar las insignias que determina el artículo anterior y el que lo hiciere incurrirá en las penas señaladas a los que usan distintivos o condecoraciones que no les corresponden.
 
ARTÍCULO 362. El Gobierno dispondrá el distintivo que deben usar los empleados de policía para que puedan ser reconocidos a primera vista por los particulares..."


Sin embargo, a pesar de que esta importante norma fue derogada, ello no implicó para que la moda de retratarse portando el bastón de mando al estilo Europeo, se convirtiera en costumbre por parte de los máximos jerarcas del gobierno nacional, ejemplo de ello se observa en el oleos del Presidente Manuel Antonio Sanclemente. (Museo Nacional).





























Como complemento a lo descrito en la famosa “Ley de los Bastones”, me parece interesante y oportuno citar en este compendio apartes del trabajo investigativo realizado por Fanny Constanza Gómez Villarreal, Historiadora de la Universidad del Valle el cual tituló “ Bastón de mando y presidente al mando” a través del cual hace un rastreo al interior de la legislación y los reglamentos de Protocolo, los orígenes de la costumbre de llevar el bastón de mando, en las ceremonias de posesión presidencial y su posterior desaparición. Para ello, se busca describir la representación entregada a la figura presidencial, desde el Estado, hacia a la opinión pública, durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. Señalando parte de la evolución de la imagen proyectada por el Presidente, como representante del poder político nacional.
En el transcurso de la historia, se determinan ciertos símbolos como lo es: La Constitución, la bandera, el escudo e himno nacionales, entre otros, que permiten a las personas reconocerse como miembros de una determinada comunidad nacional. El uso de estos símbolos por parte de los agentes políticos y administrativos de un Estado, les permite expresar su capacidad para gobernar y ejercer la soberanía depositada por la población en sus dirigentes.

En la imagen aparece el Bastón de Guillermo Quintero Calderón, 1900. Elaborado en madera, circular, forrada en carey, con empuñadura y regatón semiesférico en oro, con decoraciones vegetales. (Foto Colección Museo Nacional de Colombia). 

El bastón de mando presidencial, es un elemento que representa la autoridad y la dignidad de un cargo, presente en casi todas las civilizaciones, desde la edad antigua hasta la actualidad, en donde suele ser usado sobre todo en ceremonias civiles, religiosas, castrenses y académicas. 

Es el símbolo de la autoridad y la unidad nacional en cabeza del Presidente de la República, el bastón de mando fue uno de los elementos, junto a la banda que dio forma a la figura presidencial y su representación de poder y autoridad frente al resto de la población. Su uso en las ceremonias oficiales, no fue establecido por los reglamentos de protocolo, pero se convirtió en una costumbre que sobrevivió un poco más de un siglo. Hoy lo conocemos por registros de cine y fotografía, pero sobre todo por su presencia en las colecciones del Museo Nacional de Colombia.
En la colección permanente del Museo Nacional se encuentran 14 bastones de mando presidenciales, usados entre el siglo XIX y el XX: el más antiguo es el bastón que perteneció a Simón Bolívar (1825), y el más reciente a Carlos Lleras Restrepo (1966). Estos bastones comparten algunas características físicas como: estar elaborados en madera y recubiertos en carey, coronados con cordones y borlas de oro, algunos con inscripciones, símbolos y fechas grabados en sus mangos, que casi siempre hacen referencia a su dueño (iníciales de nombre y apellidos) seguido de alusiones a la institución o persona que lo obsequiaba al presidente (institución – personaje y fecha de la entrega).
Bastones de mando y sus características (Colección del Museo Nacional de Colombia):
 Bastón del Libertador Simón Bolívar (1825)
Bastón en marfil, con empuñadura de oro y plata. La vara de marfil tiene pequeñas salientes redondeadas, la empuñadura es en oro decorada en bajorrelieves con motivos florales y vegetales, en el centro de la empuñadura una cinta de plata, que conserva pintura negra en algunas áreas. En la unión del bastón de marfil con la empuñadura el marfil está agrietado y a los lados presenta una mancha café con la superficie irregular, como una quemadura. La punta inferior está reforzada con una pieza de plata ortogonal y la punta oxidada.



 La adquisición de objetos biográficos, como los bastones de mando, por parte del Museo, pretende resaltar el ejemplo social y moral de los ciudadanos considerados como “ilustres”, acompañado por el interés de estimular la creación de una conciencia nacional, que se presenta “(… ) como la encarnación y el punto de difusión de virtudes cívicas, el sitio donde la ciudadanía y la democracia serían construidas y actuadas” (Roldán, 2000, p. 103).
Estos objetos, hacen tangible la presencia de una persona y vuelven cercanas sus obras y hazañas, permitiendo, a través de sus experiencias de vida, modelar la identidad alrededor de un tema determinado, que en el caso de los bastones de mando, permite afianzar parte de la memoria sobre los actores políticos oficiales y el concepto de nación recreado por ellos.






















El Presidente, figura de la unidad nacional. La importancia del trato privilegiado

A lo largo de la vida republicana se han construido símbolos que aspiran a representar la unidad del estado nacional: la constitución, la bandera, y el escudo e himnos nacionales, son objetos que buscan mediante su uso reiterado y planeado, alcanzar la cimentación de valores e identidad nacional. La existencia del presidente como figura visible del estado, lo convirtió en portador y garante de los símbolos nacionales (bandera y constitución), su figura durante el siglo XIX y mediados del XX, buscaba basar su autoridad sobre todo, en la majestad del cargo, mostrando al presidente frente a la opinión pública, como un ciudadano extraordinario, con capacidades superiores. En esta concepción, su función era guiar a la nación hacia un camino de modernidad y desarrollo. En el siguiente texto escrito en 1823, nos muestra como era vista la figura del presidente:
(…) Aunque la persona del presidente no es inviolable por la ley, goza en algún modo de esta ventaja, por el respeto inseparable de la opinión pública que lo ha elegido, por la pureza de una vida virtuosa y patriótica, por el mismo interés que el tiene en conservar el honor y la gloria del alto rango que ocupa. ( Rocafuerte, 1823)
La etiqueta y el ceremonial fueron usados como instrumentos para resaltar y motivar el honor del cargo en los mandatarios de Estado, desde el primer intento fundacional republicano, se establecieron para el Presidente, los mismos honores, respetos y atenciones otorgados a los virreyes (Constitución de Cundinamarca, 1811), extendiendo en el tiempo viejas normas que con ligeras variaciones, terminaron por sentar las bases del protocolo que rodea la vida presidencial. En todas las actividades propias de “la autoridad” se creó un conjunto de rituales, ceremonias y procedimientos simbólicos, como el uso de juramentos, uniformes, togas, bandas y bastones presidenciales, entre otros, que dotaban a los funcionarios con signos exclusivos, distinguiéndolos del resto de la población, al tiempo que les permitía ser reconocidos como portadores y representantes del poder del Estado.
Hasta hoy, la Presidencia ha logrado constituirse como la imagen que representa al Estado por excelencia, al tiempo que erige al Presidente como la figura viva de la unidad nacional (Constitución de Colombia 1991. Art. 188).

Desde el momento mismo de la investidura del cargo (transmisión del mando), realizada en medio de una gran ceremonia con pasos claramente establecidos en la costumbre protocolaria y en la ley, este acto se rodea de una gran solemnidad y se realiza ante los distintos sectores de la sociedad y sus representantes (jerarcas religiosos, ministros extranjeros, diplomáticos, militares, jueces y legisladores, entre otros). Luego, durante su ejercicio en el cargo, el Presidente, recibe un tratamiento especial en toda actividad pública en la cual participe, tanto al interior como al exterior del país. Ese tratamiento reside en la obligación de ocupar lugares de honor, recibir distinciones y presidir las intervenciones públicas. Durante el siglo XIX y la mitad del XX, por ejemplo, existió en la legislación (Ley 149 de 1888, art. 358)*, la obligación de referirse al Presidente de la República con el título de: “Excelentísimo” antes de cualquier alusión directa a su persona. En este formalismo, hicieron parte los bastones de mando que se encuentran en el Museo Nacional, en ellos quedaron grabadas inscripciones como:
El magisterio/vallecaucano/al Excmo. Dr. / Laureano Gómez /julio de 1950”, en el bastón de mando obsequiado a Laureano Gómez y “El consejo de Cartagena al Excmo. Presidente de Colombia Sr. Dr. Eduardo Santos, 1938-1942” 5, inscripción presente en el bastón de Eduardo Santos otorgado por el Consejo de Cartagena.
La aparición y uso de los bastones, como objetos representativos del poder presidencial, no es muy clara en nuestra legislación, El Código Político y Municipal de 1888 los menciona y describe como elementos entregados a las autoridades civiles en ejercicio de sus funciones, a manera de insignias de su jerarquía:
Los funcionarios públicos que van a expresarse usaran las siguientes insignias: (…) El Presidente de la República, bastón con cordón y borla de oro Los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, bastón con cordón borla negra y botón de oro. Los Gobernadores, bastón con cordón azul-celeste y botón de oro .Los Magistrados de los Tribunales superiores de distrito bastón con cordón, borla negra y botón de plata. Los Prefectos de Provincia, bastón con cordón y borla verde. Los Jueces Superiores y de Circuito, bastón con cordón y borla negra. Los Alcaldes, Bastón con cordón y cinta amarilla. Los Jueces de Distrito, bastón con cinta y borla negra”.

*Ley 149 de 1888
Artículo 358. Las corporaciones y funcionarios de la República, tienen los siguientes tratamientos:
Excelentísimo, el Presidente de la República.
Excelencia, el Vicepresidente de la República y Presidentes de las Cámaras legislativas.
Señoría y Usía, El Presidente de la Corte Suprema de Justicia, los Ministros del Despacho, el Presidente del Consejo de Estado, cuando no sea el Vicepresidente de la República, y los Gobernadores de los Departamentos.
Honorable, los Senadores y Representantes y los Presidentes de las Asambleas Departamentales.
Vos, desde el General en Jefe del Ejército Nacional hasta los Generales de Brigada, los Magistrados de la Corte Suprema, los miembros del Consejo de Estado, el Procurador General de la Nación, los Magistrados de los Tribunales de Distrito judicial, y el Presidente de la Oficina general de Cuentas; y Usted a los demás empleados al servicio de la Nación. "



Además de esta corta mención legal, la presencia de los bastones como parte de la simbología del poder presidencial, se hace visible en las evidencias fotográficas y fílmicas del siglo XX, durante las posesiones presidenciales y ceremonias oficiales como el Te Deum. Es posible apreciarlo así, en la siguiente fotografía del presidente José Vicente Concha (1914-1918):



La práctica de llevar el bastón de mando parece estar asociado, en sus orígenes, a un mecanismo para legitimar y hacer visible a las autoridades civiles, que contaban, entre sus funciones, imponer reglas y sanciones sobre el orden público, como ocurre no sólo con el Presidente, sino también con los jueces, gobernadores y alcaldes. Tomando para ello tradiciones de origen militar, como es la entrega de bastones al ascender en la escala jerárquica del mando castrense. Esta idea se reafirma por el testimonio entregado por el señor Alberto Rojas, asistente de Protocolo de la Cámara de Representantes: “El protocolo no es guiado solamente por decretos, también por las costumbres y los caprichos de los gobernantes (…) Pero realmente, toda esta cuestión del protocolo es guiada por las costumbres militares.”
En nuestro país, la normatividad referente a la trasmisión del mando presidencial ha estado poco reglada, y temas como el uso o no de bastones e imposición de la banda presidencial, ha sido dejado en manos de la costumbre. El uso del bastón de mando presidencial, al igual que la entrega de insignias a las demás autoridades del poder civil, se convirtió con el paso del tiempo en una tradición sin cabida en la legislación nacional, pues ya en el Código Político y Municipal de 1913 no se hace mención al bastón. El juramento, es quizás la única solemnidad claramente determinada por la ley, desde el comienzo mismo de la República.*
Los símbolos políticos son usados, no solo para comunicar un mensaje, buscan promover y sustentar procesos de integración en torno a su significado, en el caso de los bastones, se buscaba hacer notoria la autoridad y el prestigio del Presidente, frente al resto de los gobernados. La ausencia de reglamentación sobre el uso de los bastones presidenciales, hace evidente la falta de interés del orden jurídico por preservar y proteger un símbolo, que no logró en el proceso de desarrollo simbólico** enriquecerse con el transcurrir de la historia. Su significado y vinculación con la comunidad, no alcanzó la fuerza suficiente para ser percibido como un elemento que facilitaba el reconocimiento del Presidente y la representación de su autoridad. 


*Así se comprueba en las comunicaciones entre la Secretaría del Senado y la Secretaría del Ministerio de Relaciones exteriores de la Nueva Granada, en las cuales se establecen los detalles para “el acto de prestar juramento constitucional el presidente electo de la República”. AGN. Fondo congreso. Sección República. Legajo 17. Rollo 16. Folios 849 y 858. Comunicación De: Secretaría del Senado A: Secretario de Relaciones Exteriores. Fecha: Bogotá 21 de marzo de 1849. En la constitución de 1886, el deber del Presidente, de prestar juramento ante el Presidente del Senado se determinó en el art. 116, con la siguiente fórmula:“Juro a Dios cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”. Esta misma fórmula, continúa hoy en la Constitución de 1991, en el artículo 192, con una leve variación:“Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”


Sin embargo, gran parte del ceremonial relacionado con la transmisión de Mando, sobre todo la etiqueta a seguir frente a los enviados de las legaciones extranjeras, ha estado reglado desde el siglo XIX, por normas emitidas desde el Ministerio de Relaciones Exteriores o su equivalente histórico, aunque sin permitirnos entrever de manera clara, la existencia o no de una dependencia que guiara las solemnidades que rodeaban al presidente. Hoy en cambio, frente a la constante presencia de los medios de comunicación y la asistencia a actos públicos de personalidades no oficiales, es necesario una mayor flexibilidad y adaptación a las circunstancias, por parte del rígido protocolo oficial, para hallar una unión entre protocolo y comunicación. Existe entonces, una labor coordinada entre la Casa Militar (encargada del protocolo presidencial), la oficina de Protocolo de la Cancillería y las oficinas de Protocolo del Congreso (Senado y Cámara) que se encargan de organizar las ceremonias oficiales, en ellas el estado toma forma, al pretender transmitir la imagen de la comunidad nacional a través de sus representantes políticos. El protocolo oficial es en la sociedad actual, un elemento de gestión, parte de las estrategias de comunicación: entre el Estado y las instituciones oficiales, sus gobernados, el sector privado y los delegados de otras naciones. 























La Nueva Imagen del Poder. Participación, medios e inclusión.

El uso del bastón de mando presidencial, al no ser un elemento de poder inserto en la normatividad que regula las ceremonias de trasmisión del mando, sino una costumbre heredada del viejo protocolo oficial, no está relacionado con ningún rito especial en el cual se haga entrega de este símbolo de poder al nuevo presidente; por el contrario, los presidentes solían presentarse antes de la toma de posesión luciendo su bastón de mando. Como es posible apreciarlo en la memoria fílmica de la posesión del Presidente Enrique Olaya Herrera (1930-1934), al igual que en la del Presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) y en las fotografías del 7 agosto de la posesión del Presidente Mariano Ospina Pérez. (1946-1950) (Archivo histórico cinematográfico. No.2 y No. 5). 


El Presidente Carlos Lleras Restrepo sale de la Catedral acompañado de los Mandos Militares y de los Ministros Noriega, Espinosa, López Michelsen, Hinostrosa Forero, Agudelo, Ordóñez P. y Arrieta. (En la fotografía se observa al mandatario portando en su mano izquierda el bastón de mando presidencial)



El Presidente Carlos Lleras Restrepo acompañado de su señora y el Maestro Darío Echandía, él cual porta en su mano derecha el bastón de mando.


Al no existir evidencias legales ni reglamentarias de esta costumbre, además de las fotografías y registros fílmicos, los recuerdos de personas cercanas a este tipo de ceremonias han sido sumamente útiles para reconstruir los vacíos legales y las preguntas sobre el uso y la posterior pérdida, de la costumbre de portar el bastón de mando en las ceremonias oficiales. El siguiente es un aparte del testimonio oral entregado por el ex-secretario del Senado durante 38 años, Luis Francisco Boada, acerca del uso del bastón de mando, en las ceremonias de posesión presidencial:
En ningún reglamento se habla sobre cuestiones de etiqueta, solo el juramento por parte del presidente del Congreso, reunidas las dos Cámaras(…) Los presidentes usaban antes frac y cubilete y bastón de mando, venían con él de Palacio, pero el presidente Betancur, decidió usar vestido de calle. Hace setenta años esta indumentaria era rigurosa, no sólo para el presidente, sino para el Congreso, la mesa directiva y los  secretarios, pero de un tiempo para acá con la llegada de los nuevos sectores sociales, cambió. El Jefe de Protocolo de Palacio, dice donde se ubica cada personaje y le sugieren al Presidente la cosa de los trajes, pero queda al libre albedrío, de acuerdo a la personalidad de cada uno. Esto ya no se usa, porque da la sensación de aristocracia y hoy los gobiernos son populistas (…)



A su vez, Álvaro Forero “Forerito”, Jefe de Grabaciones del Senado anota lo siguiente:
Cuando yo vine acá, al principio los presidentes y en general todos los congresistas usaban el frac en las ceremonias, el día de la posesión así se vestía el presidente electo. El último que recuerdo con frac y bastón, fue Turbay, pero el frac se usó hasta Betancur. Lo del bastón y el frac duró mientras estuvo Alberto Garay, que era el Jefe de orden público y protocolo, el todos los 20 de Julio y los 16 de diciembre, también el 7 de agosto, usaba frac y un bastón grande, caminaba a 50 metros de la comisión protocolaria, y cuando el presidente iba a entrar a un recinto del congreso decía: El Himno Nacional en honor al presidente electo tal, y sonaba el himno. Pero cuando él se jubiló eso se perdió.

A lo anterior se une la opinión de Alberto Rojas, Asistente de Protocolo de la Cámara de Representantes por 10 años:
(…) Antes los presidentes usaban el día de la trasmisión de mando, frac, guantes y la varita o bastón de mando. Pero que después del presidente Betancur, eso se acabó. Las varitas eran como las bandas, que se las regalan a los mandatarios, las consiguen de protocolo de Cancillería y la Casa Militar, pero siempre ofrecidas por algún colombiano y era un honor que sea escogido el regalo de uno (…) en el lenguaje protocolario se van aboliendo los títulos, ya no se acostumbra nombrar a los asistentes a una ceremonia por orden jerárquico, pero todo es capricho, porque a Uribe si le gusta. Y los asesores que hacen ahora los discursos, evitan los tratamientos que den distinción, pero depende de la ceremonia, algunas veces si lo usan y otras no, siempre como capricho de cada mandatario, hoy no son respetuosos de las normas vigentes sino por conveniencia política o por seguridad. Por ejemplo, por costumbre la trasmisión del mando debe hacerse en el salón Elíptico del Capitolio Nacional, pero según el gusto del presidente se hace también en la plaza pública, es decir en la Plaza de Bolívar como el presidente Santos  o como el Presidente Gaviria detrás del Capitolio, porque el reglamento dice que debe ser en inmediaciones del Capitolio, no se puede hacer en otro recinto, como el Teatro Colón. A los presidentes les gusta que sea en plaza pública por ser más democráticos.



De acuerdo con estos testimonios, unido al análisis de los documentos gráficos, es posible encontrar que el uso del bastón de mando, dentro de la ceremonia de posesión presidencial y otras actos oficiales de carácter solemne fue desapareciendo, al tiempo que los cambios sociales flexibilizaron la ceremonia como tal, y la figura presidencial fue dejando de lado la obligación de mostrarse como una institución lejana, superior, que debía ejercer el poder a “distancia”, limitando el contacto directo con los gobernados. Quizás esta visión empezó a ser replanteada con el proyecto de unidad nacional emprendida desde el Frente Nacional, que pretendió establecer la armonía entre los partidos y los diferentes sectores sociales. Unido a la necesidad de inclusión de los nuevos sectores sociales que se hacían presentes en la vida política colombiana, permitiendo gradualmente el cambio en parte del protocolo, que guiaba el ceremonial de trasmisión de mando presidencial, hasta principios de la década de 1980, siendo el presidente Julio Cesar Turbay, el último en usar frac y bastón de mando en el día de su posesión.


El cambio en la forma como debía ser percibido el Presidente empezó a gestarse durante los primeros gobiernos del Frente Nacional (1958-1974). Esta idea se refleja con claridad en el discurso del Presidente Alberto Lleras Camargo en 1958: “(…) La Presidencia de la República se aleje del ámbito monárquico que le han creado el poderoso ejercicio de sus facultades y aún el temperamento de los más fuertes (…) Desde la misma solemnidad formal y la pompa cortesana del Gobierno (…)” (AGN, No.29739, folio 310).


Además durante la presidencia de Lleras Camargo, se puso fin al exceso de formalidad en el tratamiento dado al presidente de la república, al abolir la ley 4 de 1913 que determinaba el uso de la palabra “excelentísimo” al referirse de forma directa al primer mandatario del país.*. Continuando, con la nueva política de mostrar al Presidente como una persona cada vez más cercana al resto de la población y a sus necesidades, la ceremonia de trasmisión de mando salió de los salones del Capitolio y empieza a ser celebrada en la Plaza de Bolívar**. 


*Decreto 1678 de agosto 30 de 1958. “Artículo. 2o.- En lo sucesivo, el presidente de la república y los demás empleados al servicio de la nación, sea cual fuere el orden jerárquico que establecen la Constitución y leyes de la república, recibirán el tratamiento que corresponda a la denominación del cargo que desempeñen sin anteponer ningún adjetivo, a excepción de señor y usted, según el caso.”
**Durante las tres últimas administraciones desde 1990 hasta 2002, en las posesiones de Cesar Gaviria Trujillo (1990-1994), Ernesto Samper Pizano (1994-1998) y Andrés Pastrana Arango (1998-2002), la ceremonia se llevó a cabo, en la Plaza de Bolívar y sus inmediaciones. En las dos posesiones de Álvaro Uribe Vélez (2002-2004) y (2004), la ceremonia regresó al salón elíptico del Capitolio, al parecer por razones de seguridad.

Aparejada a estas decisiones se presenta un cambio fundamental en el atuendo usado durante la posesión, el frac es dejado a un lado y empieza a ser usado el “traje de calle” o simple “traje completo”*, esta nueva indumentaria consigue definitivamente hacer de la ceremonia de posesión un acto mucho más simple, alejado de la pompa y la etiqueta estricta de momentos anteriores. Al tiempo que deja de ser utilizado el frac, el bastón de mando presidencial también desaparece de la escena de las ceremonias oficiales.

*En el traje formal o “de calle” masculino, predominan los colores grises, azules oscuros y negros; está compuesto generalmente de dos piezas, además de la camisa, acompañada de una corbata. El pantalón suele ser de corte recto, la chaqueta puede ser de dos y tres botones, en algunas ocasiones acompañada de chaleco"

A pesar de la simplificación del ritual de posesión, la banda presidencial continuó presentándose como el elemento simbólico, más importante de la autoridad del primer mandatario. Su aparición en la escena de la posesión, la ha constituido en una pieza de fácil reconocimiento y amplia recordación, dentro de las costumbres políticas y sociales que rodean la imagen presidencial. 

A diferencia del bastón de mando, la banda logró fundirse con la figura presidencial, al punto que no necesita de un sujeto que la porte para trasmitir su significado. 

La banda ha sido desde el comienzo de la República y es hoy en día, el símbolo del poder presidencial por excelencia. Así se expresa en la actual ceremonia de posesión, en ella, la imposición de la banda por parte del presidente del congreso, simboliza la entrega de la soberanía popular (representada por el Congreso) al Presidente, para que ejerza el poder en su nombre, haciendo efectivo el mandato político concedido a través de la elección.

Los símbolos del poder político, ¿elementos activos de la sociedad moderna o rastros de una sociedad tradicional?
En ocasiones, suele asociarse el uso de símbolos y emblemas a las sociedades tradicionales, pero al explorar los sentimientos y significados que rodean al sistema simbólico en lo político, se hace visible que también en nuestras sociedades modernas y mediatizadas, el juego de los símbolos sigue actuando en la forma como son presentados nuestros actores políticos y en la manera como desarrollan sus actividades frente a la opinión pública.

Los bastones de mando, fueron elementos simbólicos que representaban la autoridad presidencial, durante el siglo XIX y buena parte del XX, siguiendo un paradigma de construcción de Estado que buscaba la unidad, donde el espacio político, estaba reservado para los representantes estatales y partidistas. La figura presidencial, junto a la forma de ser presentada ante la ciudadanía y su significado al interior del ejercicio de la democracia en Colombia, ha ido transformándose paralelamente a la
 evolución de los espacios públicos, los actores políticos y los medios de comunicación.

Durante la primera etapa del siglo XIX, el presidente fue presentado ante la ciudadanía como un gestor de la nacionalidad, la existencia de un presidente era parte de la representación de la vida democrática, que buscaba dejar atrás el pasado monárquico colonial.

En el transcurso del siglo XIX y hasta mediados del XX, la búsqueda por crear un proyecto modernizador en la economía y en el sistema político, se configura en la creación de un modelo centralizador del poder, configurando un estado fuerte y un presidente con amplios poderes. El presidente fue entonces una representación de la autoridad del Estado, pero también de la unión nacional.

A partir de la década de 1920, pero especialmente visible hacia 1950, el crecimiento económico y demográfico, acompañado de la migración hacia las ciudades, impulsa la reorganización de las estructuras sociales y políticas, jalonando la aparición de nuevos actores políticos y sociales, que pretenden incorporarse a la “nación”, el estado busca representar las aspiraciones de las masas populares, y el Presidente, se transforma en el vocero del pueblo.

La inserción de los medios masivos de comunicación, se convierte en una herramienta de primera línea para construir la nueva relación entre gobernantes y gobernados, la estrategia ahora no es legitimar la autoridad estatal, es presentar al gobernante como un “hombre sencillo”, uno más de los miembros del pueblo, la participación popular se amplía, no solo en los temas políticos, la ceremonias oficiales se tornan abiertas al público, primero a través de la radio y el cine, luego por medio de la televisión; en lo posible se alejan de los recintos cerrados con acceso restringido, para concentrarse en espacios abiertos entregando una sensación de mayor participación ciudadana. 

Estos cambios, se reflejan en la forma, en la cual el presidente se relaciona con sus gobernados, pasando de lo fastuoso a lo simple, dejando atrás el culto a las jerarquías en búsqueda de relaciones de paridad.
Con la ampliación del espacio público, a partir los años ochenta, y sobre todo con la reforma constitucional de 1991, los nuevos actores entraron a intervenir en la escena política, consolidando una comunicación ciudadana más abierta y directa, en la cual los mensajes simbólicos buscan trasmitir una idea de unidad nacional pero esta vez basado en una práctica política comunal, mucho más cercana a la población en general.
“[La] cultura política se sale definitivamente de los casilleros ideológicos y operativos de antaño a la vez que la política cultural deja de ser mero asunto del Estado y de funcionarios para volverse horizonte estratégico de la acción de los movimientos sociales”. (Barbero 2004, p. 309).
La figura presidencial, ya no se presenta como lejana y superior, el Presidente actúa como un hombre del común, en su forma de vestir (sombrero, carriel, poncho, camándulas), se presenta como parte de una familia, trabajador, y no como un individuo privilegiado, perteneciente a un sector social selecto. Sin embargo, sigue siendo el Presidente, la figura política más visible del Estado y es a través de ella, que se impulsan elementos simbólicos que realzan la importancia de pertenecer a la nación colombiana (Sánchez, 2007).


A la par que esto sucede desde la política oficial, los otros actores políticos: la oposición, los movimientos sociales y el resto de la sociedad civil, también se apropian de estos símbolos, y la bandera se convierte en parte integrante de marchas de protesta, pero también de apoyo a las políticas gubernamentales. La bandera es usada para significar nacionalidad, aunque bajo conceptos rivales de soberanía.

Estos nuevos líderes políticos, adecúan sus discursos a los medios de comunicación actuales, aprovechando los espacios públicos recién explotados, buscando fortalecer el ejercicio de la ciudadanía al presentar de forma moderada y oportuna las acciones, demandas y reivindicaciones sociales.

La continuidad en el uso de símbolos que reflejen la unidad nacional, ahora no solo desde los sectores oficiales, sino también desde diversos sectores de la sociedad civil, indica que la construcción de la identidad social, sigue enmarcada en el Estado nacional y el concepto de ciudadanía se vincula inevitablemente a lo simbólico y político.

EL BASTÓN DE MANDO Y SU USO EN LA POLICÍA NACIONAL DE COLOMBIA

Para poder hablar sobre la historia del Bastón de Mando en la Policía Nacional, que mejor lugar para buscar información sobre este ámbito, que visitar el Museo Histórico de la Policía Nacional de Colombia, allí encontré en la sala destinada a mostrar la indumentaria del fundador de la Policía Comisario Juan María Marcelino Gilibert, el que diría yo es una de las piezas más antiguas, valiosas y representativas del servicio policial y se trata de un bastón de mando con manecilla el cual data del año de 1891, elemento que para ese entonces tenia una doble funcionalidad y era servir como arma de defensa y a su ves como esposas.




De igual manera al revisar el archivo fotográfico del Museo Histórico de la Policía, halle una imagen donde se observa un policial portando uno de los primeros uniformes implementados por el Comisario Juan María Marcelino Gilibert, con estilo francés y como elemento complementario tiene un Bastón de Mando un poco más largo que el bastón con manecillas referido anteriormente.


En otra imagen se observa el uniforme  de la Policía  Seccional  Pasto  usados para los servicios diurnos y nocturnos, donde se hace uso del Bastón como un elemento para el servicio. ( año de 1918) 


A medida que evolucionaba la forma de los uniformes también ocurría con el Bastón de Mando. (año1926)


 Uniformes policiales de la época-1932


El Bastón de Mando se convirtió en un elemento esencial para la prestación del servicio policial, es por ello que se estandarizo en los reglamentos de uniformes para la Policía Nacional, tal como lo describe los  dibujos realizados  en 1938 por parte de Uscàtegui.



Observado lo anterior, se puede concluir que durante los primeros trasegares de la vida Institucional el Bastón de Mando solo fue usado como un elemento complementario para la prestación del servicio policial, sin embrago posiblemente pudo ser visto por el ciudadano del común, como símbolo de autoridad que investía a estos funcionarios públicos (Policías) no obstante también su uso servia para encausar a la disciplina social.

INICIÓ DEL USO DEL BASTÓN DE MANDO COMO SÍMBOLO DE AUTORIDAD JERÁRQUICA EN LA POLICÍA NACIONAL

Partiremos esta Génesis hablando de la importancia que para la Institución policial representó el Doctor Alberto Lleras Camargo, quien se convertiría en el primer mandatario en ocupar la presidencia de la República después del Frente Nacional, su administración se caracterizó por acontecimientos de gran valor histórico para la Policía Nacional, toda vez, que a través de la Ley 193 de 1959 (Reglamentada por el Decreto No. 1217 del 15/05/1962) el Gobierno Nacional dispuso que la Nación desde el 1 de enero de 1960, tendría a su cargo el sostenimiento, dotación y pago de los sueldos de la Policía Nacional en todo el territorio de la República. El significado de esta Ley fue transcendental ya que estaba orientada hacia la nacionalización de la Institución, condición indispensable de su unidad de acción y de doctrina, perdiendo valides todos las unidades de Policía departamentales y municipales las cuales pasaron a depender a partir de esa fecha de la Dirección General de la Policía.
Otro hecho significativo para la Institución fue la promulgación del Decreto 0550 de 1960, por el cual la Policía Nacional fue objeto de reformas sustanciales no solo en la estructura orgánica sino en su direccionamiento y es por tanto que se estableció que la Institución debería ser presidida por un Director General el cual debía ser un Oficial de la Policía y no de otra fuerza, siendo este el directamente responsable ante el Ministerio de Guerra del cumplimiento de las funciones policivas en toda la nación.
Tal precepto, partió en dos la historia Policial ya que hasta el año de 1958 el cargo de Director de la Policía Nacional lo habían ocupado militares en actividad o en retiro, otros políticos y civiles, especialmente abogados como el director excepcional Gabriel González López en 1911; un  presidente de la república durante la junta militar de gobierno, el Mayor General Deogracias Fonseca Espinosa; y finalmente, para fortuna y consolidación institucional, policías profesionales, iniciando por el señor Coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya quien después de haber hecho parte de la Infantería de Marina, el Gobernador de Bolívar lo nombro como Comandante de la Policía de ese departamento y el 1 de marzo de 1955 fue escalafonado como oficial de la Institución en el grado de Teniente Coronel y quien llegaría a ser más tarde el primer oficial en alcanzar el grado de Brigadier General y también el primero a quien por su jerarquía y cargo como Comandante de las Fuerzas de Policía, el presidente de la república para ese entonces Teniente General Gustavo Rojas Pinilla le ortorgaría  el Bastón de Mando como símbolo de “Máximo Jefe  de las Fuerzas de Policía”.

De tal manera su uniforme Policial incorporaba el uso de un Bastón de Mando como símbolo de distinción y de autoridad máxima y se portaría en la mano izquierda, agarrado por el cuerpo, haciendo línea con el brazo y con el regatón hacia adelante y abajo. Se usa para asistir a formaciones, ceremonias o divisiones de personal con cubre-cabeza.

Por lo tanto el año de 1960 se convertiría  en un hito histórico para la Policía Nacional. ya que a partir de esta fecha todos los oficiales que llegaren al generalato debían portal Bastón de Mando. 




Brigadier General Saulo Gil Ramírez Sendoya
Director de la Policía Nacional
 08 de mayo de 1958 – 31 de marzo de 1965




Seguidamente en el año de 1965, que llega al cargo de director el señor Coronel Bernardo Camacho Leyva, primer oficial proveniente de la formación impartida en el seno de la Policía e integrante de la Primera promoción “Simón Bolívar” de la Escuela General Santander y en lo sucesivo a partir de esta fecha hasta la actualidad, este cargo ha sido desempeñado por los mandos naturales, es decir por oficiales egresados  de la Escuela de Policía  “General Santander”.

Brigadier General  Bernardo Camacho Leyva
Director de la Policía Nacional
 01 abril de 1965  – 01 abril de 1971

Otro aspecto importante al resaltar fue la implementación de un acto protocolario por medio de cual el Director saliente de la Policía Nacional hacia entrega al entrante del Bastón de Mando como símbolo de la autoridad y poder que este cargo implica.



Fotografías donde se observa la despedida al señor Mayor General Saulo Gil Ramírez Sendoya, quien hace entrega del Bastón de Mando al señor Brigadier General Bernardo Camacho Leyva, nuevo Director de la Policía Nacional.


El  nuevo director en compañía del  presidente  Carlos Lleras Restrepo y demás autoridades militares , en la imagen se observa portando su bastón de mando.

FOTOGRAFÍAS DE POSESIÓN Y ASCENSO DE DIRECTORES Y OFICIALES GENERALES
PORTANDO SU BASTÓN DE MANDO





Ascenso del Brigadier General Luis Humberto Valderrama Núñez, Jefe del Estado Mayor de Planeación.


Brigadier General  Henry García Bohórquez
Director de la Policía Nacional
 02 abril de 1971  – 31 julio de 1976


Brigadier General  Henry García Bohórquez
Nuevo Director de la Policía Nacional




El señor Presidente de la República Alfonso López Michelsen entrega el bastón de mando  al señor  Brigadier General Fabio Londoño Cárdenas.


Mayor General  Luis Humberto Valderrama Núñez
Director de la Policía Nacional
 01 agosto de 1976  – 07 de agosto de 1978




El señor Mayor  General Luis Humberto Valderrama Núñez asume como nuevo Director de la Policía Nacional.



Brigadier General  Pablo A. Rosas Guarín
Director de la Policía Nacional
11agosto de 1978  – 01 abril de 1981



Mayor General  Francisco  José Naranjo Franco
Director de la Policía Nacional
01 abril de 1981- 15 de agosto de 1983






Mayor General  Víctor Alberto Delgado Mallarino
Director de la Policía Nacional
16 de agosto de 1983-08 de agosto de 1986

Ceremonia de reconocimiento al  Nuevo Director de la Policía Nacional, señor Mayor General  Víctor Alberto Delgado Mallarino. Evento presidido por el señor Ministro de Defensa Nacional General  Fernando Landazábal Reyes.

Entrega del bastón de mando de la Institución y del Bolígrafo al señor Mayor General Víctor Alberto Delgado Mallarino, Nuevo Director de la Policía Nacional por parte del director saliente señor Mayor General  Francisco José Naranjo Franco. 


Mayor General  José Guillermo Medina Sánchez
Director de la Policía Nacional
08 de agosto de 1986-07 febrero de 1989

Ceremonia policial presidida por le señor Presidente de la República
 Doctor Virgilio Barco Vargas

Entrega de la Bandera de la Policía Nacional al señor General Víctor Alberto Delgado Mallarino Director de la Policía Nacional saliente por parte del señor Mayor  General  José Guillermo Medina Sánchez



 General  Miguel Antonio Gómez Padilla
Director  de la Policía Nacional
24 de enero de 1989-17 diciembre de 1993



Entrega del bastón de mando de la Institución y del Bolígrafo al  señor Mayor General Miguel Antonio Gómez Padilla, Nuevo Director de la Policía Nacional por parte del director saliente señor General  José Guillermo Medina Sánchez. 

Ascenso a General-1993


Mayor General  Octavio Vargas Silva
Director  de la Policía Nacional
16 diciembre de 1993-30 noviembre de 1994


Ceremonia de transmisión de Mando del nuevo Director  de la Policía Nacional, presidida por el señor Presidente de la república, Doctor Cesar Gaviria Trujillo


General  Rosso José Serrano Cadena
Director  de la Policía Nacional
06 de diciembre de 1994-23 de junio de 2000


Ceremonia de reconocimiento al nuevo Director de la Policía Nacional


General  Luis Ernesto Gilibert Vargas
Director  de la Policía Nacional
13 de junio de 2000-13 agosto de 2002


El nuevo director de la Policía Nacional  en compañía del señor Presidente de la República Andrés Pastrana Arango y del señor General (r.) Rosso José Serrano cadena  director saliente de la Institución.



General  Teodoro  Ricaurte Campo Gómez
Director  de la Policía Nacional
14 de agosto de 2002- 10 de noviembre de 2003





Mayor  General   Jorge Daniel Castro Castro
Director  de la Policía Nacional
12 de noviembre de 2003- 11 de Mayo  de 2007

Brigadier General  Oscar Adolfo Naranjo Trujillo
Nuevo Director  de la Policía Nacional
12 de Mayo  de 2007-09 de septiembre de 2011




Luz Marina Bustos Castañeda, la primera mujer General de la Policía Nacional de Colombia y no solo de nuestro país si no de Suramérica; nacida en Paime, pero educada y formada en Pacho Cundinamarca; orgullo para los habitantes de Pacho y la Región de Rionegro.


De igual forma para el año 2009, fueron ascendidos a Brigadier General los señores Coroneles Janio León Riaño, Julio Cesar Santoyo Velasco, Miguel Ángel Bojacá Rojas, Ricardo Alberto Restrepo Londoño, Jorge Miguel Gutiérrez Peñaranda y Cesar Augusto Pinzón Aranda.  Insignias que fueron impuestas por el señor El Presidente Álvaro Uribe en evento realizado el la Escuela de Cadetes de Policía General Santander.

Mayor General José Roberto León Riaño
Subdirector General de la Policía Nacional
09 de septiembre de 2011-12 de junio de 2012

El 12 de junio de 2012, en el campo de paradas de la Escuela de Cadetes de Policía “General Francisco de Paula Santander”, se llevó a cabo la ceremonia de transmisión de mando del señor Mayor General José Roberto León Riaño, como el nuevo Director General de la Policía Nacional.
Evento que fue presidido por el mandatario de los colombianos, Juan Manuel Santos Calderón y el Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón Bueno.

Despedida del señor Director de la Policía Nacional, General Oscar Adolfo Naranjo Trujillo


Mayor General Rodolfo Palomino López
 Nuevo Director  de la Policía Nacional de Colombia




El jefe de Estado, Juan Manuel Santos, entrega el bastón de mando al Mayor General Rodolfo Palomino López, quien asumió este sábado la dirección de la Policía Nacional.

Ceremonia de entrega del señor General José Roberto León Riaño Director saliente de la Policía Nacional al nuevo director de la Institución señor Mayor General Rodolfo Palomino López.

Lo anterior, permite conocer como desde el año de 1960 hasta la fecha el uso del Bastón de Mando se convirtió en en el símbolo de autoridad y poder de la Alta Dirección de la Policía Nacional integrada por los señores Oficiales Generales.

Para concluir, citare apartes del Reglamento de Uniformes, Insignias, Condecoraciones y Distintivos para el personal de la Policía Nacional, donde se estipula el uso de los uniformes y accesorios para oficiales generales, citando entre ellos el bastón de mando.




El  Reglamento de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional (Resolución No. 3372 del 26 de octubre de 2009) y el uso del Bastón de Mando para oficiales generales




BIBLIOGRAFÍA