Siguiendo fiel a los principios de revivir la historia,
hacer homenaje a la verdad y rendir tributo a quienes han sido los forjadores
de la patria y de sus instituciones, con el deseo de
mantener vivo el recuerdo de los acontecimientos y personajes que han marcado hitos en la historia institucional, para ello me permito compartir este valorable discurso de
orden pronunciado por el señor Brigadier General Carlos
Alberto Pulido Barrantes, miembro de la academia,
el día 18 de octubre de 1994 con motivo del Primer Centenario de la muerte del
doctor “Carlos Holguín Mallarino” (Cuaderno Histórico No.2), el cual dice lo siguiente:
Doctor Carlos Holguín Mallarino
Presidente de la República 1888-1892
Creador
de la Policía Nacional |
"...El recuerdo de quienes nos precedieron en su
entrega vital a nuestra institución a la cual proporcionaron lustre y gloria,
ofrendando incluso la vida a su servicio. Nombres como los de nuestro General Santander, Juan María Marcelino
Gilibert, Gabriel González, Carlos E: Restrepo, Alfonso López Pumarejo, Eduardo
Santos, Gustavo Rojas Pinilla, Alberto Lleras Camargo, Juan Félix Mosquera,
Jaime Ramírez Gómez, Waldemar Franklin Quintero, Augustín Ramos Rodríguez,
son gratos a nuestra memoria y reconfortan nuestro espíritu. Entre ellos tiene
un lugar destacado el doctor Carlos Holguín Mallarino, quien con su mentalidad
futurista y organizadora, decidió que la Policía Nacional naciera a la vida
republicana, promulgando el Decreto 1000 del 5 de noviembre de 1891.
Decreto 1000 del 5 de noviembre de 1891
Tal vez nos hemos acostumbrado a escuchar su nombre, pero
considero que es importante profundizar sobre su portentosa obra y sobre el
papel tan importante y decisivo que realizó para la consolidación de una nueva
filosofía y concepción del Estado, así como de los fundamentos y organización
de la Policía Nacional, ejecutorias éstas que reclaman el juicio consagratorio
de la historia institucional y del país.
Carlos Holguín se constituye en un
personaje de grata recordación en los anales de la policía colombiana. Llegó a
la primera magistratura por elección que el congreso le hiciera en 1888 como
designado, distinción que le renovó la legislatura de 1890 para un bienal más,
habiendo gobernado, en consecuencia, entre 1888 y 1892, para finalizar el
período de seis años que Núñez había interrumpido.
General Jorge Holguín |
Hermano de quien más tarde también sería presidente de la
república y general Jorge Holguín,
cuñado del así mismo futuro gobernante Miguel
Antonio Caro, con cuya hermana, doña Margarita,
había contraído nupcias y sobrino del ex mandatario Miguel María Mallarino.
Nació en la población de Novita, Chocó, cuando este departamento
formaba parte de la antigua provincia del Cauca, el 11 de julio de 1832 y muere
en la capital colombiana el 19 de
octubre de 1894, cuando ocupaba una curul en el senado, después de realizar
intensa y rica actividad pública.
Comenzó estudios en Cali y los continuó en Bogotá, donde obtuvo el
título de abogado en el colegio San Bartolomé antes de cumplir 20 años. Su
Abuelo adoptivo, Mister Sander le
había enseñado latín, francés e inglés, idiomas a los cuales añadió el
italiano, aptitud que le sirvió de gran ayuda en su actividad partidista,
diplomática, docente y literaria.
Fue Holguín un diplomático de nota, escritor, político y
parlamentario de primer orden. Era alto, robusto y elegante en sus movimientos,
pulcro en el vestier, de perfectas maneras, de voz timbrada, mirada suave y
porte distinguido, de barba y cabellos
rubios. Tenía talento, ilustración y muy buena memoria, que hacían su
conversación muy amena y espiritual; fue brillante en las luchas políticas con
la pluma y su voz aguda y fácil en los parlamentos, en donde su exposición era
elocuente y armoniosa y su réplica aguda y a veces terrible para el adversario;
de gran valor en las luchas políticas, fue sin duda el doctor Holguín el
paladín más culminante del partido conservador en el época de la regeneración y
de su elección por el congreso. “Nació, dice su biógrafo, para las luchas
políticas, para los grandes duelos de la palabra y de la pluma y así lo
indicaban su resuelto continente, el color rubicundo de su fisonomía, la
vivacidad de su mirada y timbre metálico de su voz; su temperamento necesitaba
del combate y eran visibles la satisfacción, confianza y denuedo con que
entraba en el campo de la polémica oral y escrita; allí estaba su fuerza ese
era su destino... Pocos hombres han tenido un trato social y familiar tan culto
y agradable como Holguín, que cautivaba las voluntades con la afabilidad de sus
expresiones, con la amenidad de su conversión, con sus relatos chispeantes y
graciosos y con el cariño que sabia
manifestar; pocos le igualaron como hombre de corte, pues sus dichos, ademanes
y continente llevaban el sello de la sencillez, la gracia y la elegancia.”
Después de graduarse, desempeñaba algunos cargos en el sector
oficial y comienza su vida política, en la que descollaría por diversos
atributos, reconocidos sin duda por sus amigos y opositores. A los 23 años es
senador por Buenaventura y preside el
cuerpo legislativo, siendo el más joven de sus miembros. También asiste a
varias legislaciones seccionales y diversas veces al congreso, en representación,
indistintamente, de Antioquia, Cundinamarca, Tolima o Bolívar. Por sus méritos
llega a algunas secretarías, como la de Relaciones Exteriores, Gobierno, Guerra,
en las que deja su impronta de hombre agudo, práctico y buen talento.
La vivencia militar y bélica tampoco le sería extraña. Participa
en los movimientos habidos para desplazar a Melo, acompaña a Ospina en su
guerra para responder a Mosquera en 1860, apoya el levantamiento conservador
contra Parra en 1875.
Marco Fidel Suárez, quien fue su ministro de
Relaciones Exteriores en 1891, escribió de él años después: “Admiré su ingenio,
que desbordaba en sus propias réplicas, en sus agudos dichos, en sus expresiones
de amistad, tan donosas como atractivas, pues parecía casadas con la jovialidad
y la gracia. Sus anécdotas encantaban, las remembranzas de su trato con otros
grandes hombres nacionales y extraños extranjeros daban a su conversación el interés
de una música y al oírle recitar largos trozos de las literaturas antiguas y
modernas, admiraba uno aquel hombre tan variadamente dotado, en quien las
habilidades más diversas en lo social, en lo científico, en las letras y en la política
parecían espontáneas…”
Otro aspecto de la personalidad de Holguín fue su oratoria. En su época
estuvo considerado como de los mejores, si no el mejor, de los expositores
parlamentarios conservadores. Su verbo era pronto, emotivo, penetrante. El poeta J. Pablo Posada, que se dedicaba a
componer versos a distintos hombres célebres del momento, le elaboró algunos al
político de Novita, uno de los cualesdecìa acerca de su capacidad dialéctica y
comunicativa:
“Lanzas rompe por igual
contra moros y zaragrìes,
con su pimienta y su sal,
y le pone a cada cual
los puntos sobre las ìes”.
Sin embargo, con frecuencia, después de expresivos debates,
invitaba a sus “víctimas” a terminar la ocasión en animales sesiones de
tresillo.
Se distinguió en el periodismo. Ocupó las columnas de varias
publicaciones y no perdió oportunidad para la crítica, la precisión, la polémica
o la simple exposición de sus ideas acerca de la conducción del estado y
problemas del momento.
Desde marzo a junio de 1893, cuando ya había dejado la
presidencia, publicó en “El Correo Nacional” veinte cartas de notable interés,
en las cuales defendía vehemente la regeneración y hacía su apología. Después
se recogieron en un tomo que fue editado con el nombre de “Cartas Políticas”.
Portada de "Cartas Políticas" de Carlos Holguín, publicadas inicialmente en el "Correo Nacional" y luego editadas en la imprenta de vapor de Zalamea Hermanos, 1893. Biblioteca Nacional. |
A finales de 1881, hallándose en Roma, Holguín recibe el encargo
del presidente Núñez de gestionar y establecer relaciones diplomáticas con
España. Colombia era para esa fecha la única república hispoamericana que no tenía
vínculos de tal estilo con Madrid. El doctor Holguín, nombrado embajador para tal ocasión. Llega a
la capital española el 2 de enero de 1881 y el día 9 es recibido por el
rey y su ministro. Por tratarse de un
documento interesante el de sus palabras ante tales personajes, que constituían
las primeras expresiones de un Embajador Nacional ante la Corona Española, me
permito leer su texto:
“Señor: he aquí la carta autógrafa en que el excelentísimo Señor
Presidente de los Estados Unidos de Colombia me acredita de enviado
extraordinario y Ministro plenipotenciario ante el gobierno de V.M.”
“Ninguna honra hubiera podido conferirme señalada, ningún encargo
más fácil ni más en armonía con mis sentimientos personales.”
“No es allanar dificultades de ningún género que felizmente
ningunas existen, el objeto de la presente misión, ni se propone con ella
simplemente mi gobierno atemperarse a los usos de la etiqueta internacional. En
mí deber ver V.M. y la Nación española al pueblo colombiano que después de una
ausencia de más de 70 años, debido a
causas que no recuerda, vuelve al seno de la madre patria a estrecharla entre
sus brazos y a repetirle con efusión sincera que tiempo y distancia no han sido
parte a disminuir la gratitud y su amor filiar.”
“Me es sumamente grato poder añadir que en todo este período los
colombianos hemos guardado intacto el depósito de la fe nuestros mayores; hemos
cultivado con cariñoso esmero las letras patrias y recordado con orgullo
tradicional las glorias castellanas.”
“Que el cielo conceda a V.M. y a su augusta familia largos años de
un reinado próspero y feliz, y que
derrame a manos llenas sus bendiciones sobre gran Nación son los votos
fervientes del pueblo colombiano, de su gobierno y los míos.”
Ferdinand
de Lesseps (1805-1894), fotografía de Nadar. |
En ese mismo año de 1881, el Conde Lesseps nombró padrino de uno
de sus hijos al Obispo de Panamá, Monseñor Paúl y a la Reina Isabel de Borbón,
de España. Pero por la imposibilidad que tuvo el prelado de viajar a la capital
española, Holguín fue nombrado de sustituto, por lo cual él y la soberana
quedaron de compadres. Luis Martínez delegado recuerda, que cuando el Embajador
colombiano le dirigió a Isabel una carta de condolencia por la muerte del Rey
Alfonso XII, la reina le contestó agradeciéndole su presencia y se despedía
así:
“De usted afectísima amiga y comadre, que tan afligida está,
Isabel de Borbón.”
En el siglo XIX soplan vientos de tormenta sobre la Nueva Granada.
Bolívar agonizante en Santa Marta, es la imagen del desengaño y la desolación.
Sus ideales se han estrellado contra una realidad mestiza y bárbara. Los
heroicos vencedores de los ejércitos españoles quieren el reparto del botín y
son gentes primitivas y codiciosas. Los pequeños caudillos, los espadones sin
escrúpulos, se niegan a guardar las espuelas y nada pueden contra ellos los
gramáticos inconformes. Tomás Cipriano
de Mosquera, el niño Tomás de los timbianos, cruza el mapa entre dianas cuando
se aburre de pelearse en Popayán con sus parientes y enemigos los Obando y los
Arboledas. Hay oradores y escritores tremendos, pero platónicos. Melo y los
artesanos con cuchillos bajo la ruana son dueños del escenario. Se reúne en
Rionegro una constituyente y hace un cándido catálogo para arcángeles. Núñez,
en sus comienzos, entra en la danza. Pero viaja a Inglaterra y rápidamente
aprende la lección de los estadistas ingleses, que con buenas maneras no
movilizan teorías sino hechos. Aprende que a la política no se le echan gotas
amargas, sino hielo, como al whisky.
Tomás Cipriano de Mosquera y Arboleda |
Cuando Núñez regresa, se inicia uno de los más sutiles, de los más
florentinos y también de los más ignorados o inadvertidos pasajes de nuestra
historia secreta. Son tres en esencia, sus actores. Núñez, el descreído, el
escéptico, que “no es anticatólico del todo”, el que para una sociedad pacata y
chismosa resulta un Torquemada intransigente y absoluto, doblado de soberbio
humanista católico. Nadie menos que el señor Caro. Es literalmente imposible
abordarlo directamente. Hay que encontrar el puente. Ese puente tiene que ser
alguien con mucho demonio y mundo. No es difícil hallarlo en los salones de la
aristocracia o en el Congreso siempre dominando, brillando siempre. El hombre
irremplazable para tejer ese sutilismo encaje diplomático, no puede ser otro
que aquel caballero de impecable casaca inglesa y barba dorada: Don Carlos
Holguín.
Rafael Núñez |
Don Carlos es quien logra que el insigne latinista se interese por
los planteamientos de Núñez y acabe poniendo a su servicio el caudal
inestimable de su elocuencia amazónica, de su cultura clásica y de su domino
parlamentario.
El diplomático chocoano regresa al país en noviembre de 1887 y
ocupa la cartera de Relaciones Exteriores, pero después de la “payanización”,
al retomar Núñez el mando, Holguín se encarga de la Secretaría de Guerra. Este había vuelto a pisar tierra colombiana con la plena
simpatía del Regenerador, quien un año antes había solicitado que retornara
para que fuese elegido designado a la presidencia de la república.
Pero esta nominación la consiguen Núñez y Holguín para 1888 al
alejarse el primero del poder, por lo cual el segundo asciende a la principal
magistratura el 7 de agosto de tal año, como ya se dijo y comienza un gobierno
de dos años, bajo la atenta tutela de Núñez, quien es el encargado de obtener
que el Congreso repitiera la elección en 1890, lo que le permite a Holguín
llevar a término un mandato de cuatro años, los mismos que le faltaron al
gobernante cartagenero como titular.
Para algunos observadores de aquellos años, la presencia de
Holguín, conservador, en el Palacio Presidencial, era el regreso del
conservatismo al poder, después de la derrota en manos de Mosquera en 1861. Desde un
comienzo contó con la simpatía de su partido, en el que luego se intensificaría
la división interna y del liberalismo independiente o Nuñista.
Pese a la pobreza del fisco y a las dificultades que suponía regir
los destinos de un país recién salido de una contienda civil, Holguín adelantó
algunas obras. Por ejemplo: La iniciación de la navegación en los ríos Cauca y
Henchí, el fomento de la misma por el Atrato, al firma del contrato para
establecerla en el alto Magdalena, las obras de limpieza de e1ste río, el
impulso de la carretera entre Bogotá y Boyacá, la mejoría de la vía entre Cali
y Buenaventura, la inauguración de dos ferrocarriles, la conclusión del
astillero de Cartagena, el establecimiento de alumbrado eléctrico, teléfono en
la capital y la creación de la Policía Nacional.
Cuando Holguín se dirigió por última vez al Congreso, antes de
entregar el mando a Caro, dijo: “En los cuatro años que he gobernado, no se ha
oído un disparo de fusil, no se ha derramado una gota de sangre, ni se ha
vertido una lágrima. Dejo la república en paz y no he contraído deudas.
Como encargado del ejecutivo, firmó la Ley 90 del 7 de noviembre
de 1888 por la cual se creaba un cuerpo de Policía Nacional. Y decía en su
artículo 1º. : “Créase un cuerpo de gendarmería destinado a prestar los
servicios de alta policía y a desempeñar las comisiones que en asuntos
nacionales tenga a bien confiarle el Gobierno.”
Este cuerpo de Policía tendría como residencia habitual la ciudad
capital de la república y dependería directamente del Ministerio de Gobierno.
El nombramiento de los empleados sería de libre opción y remoción del gobierno. La conformación de
este organismo sería de tipo militar y “comandado por dos jefes que se
denominarían 1º. Y 2º. Respectivamente; y constará de 300 gendarmes, divididos
en tres compañías. Cada compañía tendrá un capitán, dos tenientes, un
subteniente, un sargento primero, cuatro sargentos segundos, ocho cabos
primeros, ocho cabos segundos y el número de gendarmes que le corresponda.”
(Artículo 4º.).
El sueldo asignado a este personal
de acuerdo con sus jerarquías era el siguiente:
El primer jefe ………………………………………….. $140,oo
El segundo jefe ………………………………………… $100,oo
Capitán ………………………………………………... $
70,oo
Teniente ….…………………………………………….. $
50,oo
Subteniente………………………………………..……..$
40,oo
Sargento primero, diariamente………………..……....... $ 1,oo
Sargento segundo, diariamente………………….............. $ 0,59
Cabo primero, diariamente……………………………. $ 0,90
Cabo segundo, diariamente…………………………...... $ 0,85
Gendarme, diariamente ……………………………….. $ 0,80
El gobierno debía dictar los reglamentos de la organización del
cuerpo de gendarmería, precepto que por el momento no se cumplió, por cuanto la
ley 90 fue derogada.
En su calidad de presidente, sancionó la Ley 23 de octubre de 1890
por medio de la cual se facultó al gobierno “para emplear en el
establecimiento, organización y sostenimiento de un cuerpo de policía, hasta
$300.000,oo que se considerarán
incluidos en el presupuesto para la vigencia económica de 1891 a 1892.”
(Artículo 3º.)
Estaba también autorizado el gobierno para “contratar en los
Estados Unidos de América o en Europa, por conducto de un empleado diplomático
o consular de la república, una o más personas competentes que bajo su
dirección organicen el referido cuerpo de policía y aleccionen convenientemente
a sus miembros.” (Artículo 4º.).
Pero definitivamente, el presidente Carlos Holguín, tenía la
intención indeclinable de ver una institución garante de las libertades y del
orden jurídico, dedicada por entero al servicio del pueblo colombiano; por
ello, las decisiones que tomó, siempre apuntaron a este propósito, sin cejar en
su empeño. Finalmente, el día 5 de noviembre de 1891, promulgó el Decreto No. 1000 por medio del cual creaba la Policía
Nacional y daba las autorizaciones al Ministerio de Gobierno para
determinar sus reglamentos, organización, funciones y para que determinaran las
relaciones con la gobernación de Cundinamarca y la alcaldía de Bogotá. Buscando
imprimirle el más alto grado de perfeccionamiento y eficiencia, se contrataron
con el gobierno francés, los servicios de un experto que con su experiencia y
conocimiento asumiría esta responsabilidad, con la enorme suerte de que este
delicado encargo recayó en el destacado comisario,
don Juan María Marcelino Gilibert quien con especial entrega y celo creó y
organizó la Policía Nacional.
Juan María Marcelino Gilibert
Comisario francés organizador y primer
Director de la
Policía Nacional
fotografía de Roa-1891 |
Así con el impulso de Carlos Holguín y con la
vocación y decisión de Gilibert, nació nuestra policía que se apresta a cumplir
sus 103 años de fundada, durante los cuales los policías como testigos y
actores de excepción, hemos transitado hemos transitado por el incierto y
tortuoso camino que ha servido de cauce
a la apasionante como indescifrable historia nacional, colmada de conflictos y
acontecimientos políticos y sociales que
han hecho de la historia policial llena
de éxitos y contrariedades, de reconocimientos y controversias, siempre
inspiradas en el noble y sublime ideal de servir, sin escapar a los dolorosos
sinsabores de los grandes sacrificios y
pérdidas de un inmenso número de héroes
que sin esperar recompensa alguna han ofrendado sus vidas en aras del
cumplimiento de su deber y del juramento hecho ante Dios y la Patria.
El Congreso de Colombia, mediante Ley 9 de 1931, decretó como fecha
fausta el 22 de julio de 1932, centenario del nacimiento del señor doctor
Carlos Holguín y dispuso que el poder
ejecutivo decretara la manera como la república debía conmemorar este
centenario y consagrar un monumento como tributo de la gratitud nacional en su
memoria. El presidente de la república el 11 de julio de 1932, por decreto,
asoció a la nación a la celebración del centenario y el gobierno rindió “Homenaje de admiración al ilustre orador,
parlamentario y diplomático” recomendando su memoria como ejemplo digno de
imitarse.
Los restos de Carlos
Holguín Mallarino, que reposaban en la cripta de la Iglesia de San Ignacio,
fueron trasladados a la capilla que fue de la hacienda de su propiedad, hoy
parroquia de Santa Mónica y destinado al culto de Santa María de los Ángeles, ubicada en la carrera 7 con
calle 79 B de la ciudad de Bogotá, construida y decorada por Margarita holguín y Caro. Allí en ambos
costados del altar se hallan los restos de esta noble pareja, cada uno con la
talla particular en piedra.
La Policía Nacional grata
y consecuente con quienes han sido los pilares de su nacimiento y desarrollo, a
través de los años, ha rendido tributo de admiración a su fundador, es así
como, en el año de 1952, el curso 9 de oficiales, orgullosamente deciden honrar
la memoria de nuestro presidente Carlos
Holguín Mallarino, bautizando la promoción con su nombre. En el año de 1958
mediante Resolución No. 5354, se funda
en la ciudad de Medellín la Escuela de formación de Agentes a la cual también se le da su nombre. La Dirección General en el
año de 1987, dispuso igualmente rendir homenaje al noble mandatario, fundando
el auditorio Carlos Holguín, honrandolo con su retrato, para recordar siempre y por los siglos de los siglos
a este hombre visionario romántico que, con cariño y devoción policial, nos
permitió nacer a la vida jurídica y a la historia de nuestra amada patria.
Es precisamente este lugar, reservado para los actos
institucionales de mayor trascendencia, el escogido por la Academia de Historia de la
Policía Nacional, para rendir, con motivo del centenario de su muerte, el más sentido
homenaje de reconocimiento, gratitud y admiración al ilustre ex presidente,
plasmado en este respetuoso acercamiento histórico a su vida y obra..
Doctor Carlos
Holguín Mallarino, en nombre de los casi 172.000 policías de Colombia, ¡Muchas gracias! Por ese maravilloso legado.”
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