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lunes, 12 de agosto de 2013

Héroes que dejan huella- DOCTOR CARLOS HOLGUIN MALLARINO

 Siguiendo fiel a los principios de revivir la historia, hacer homenaje a la verdad y rendir tributo a quienes han sido los forjadores de la patria y de sus instituciones, con el deseo de mantener vivo el recuerdo de los acontecimientos y personajes que han marcado  hitos en la historia institucional, para ello me permito compartir este valorable discurso de orden pronunciado por el señor Brigadier General Carlos Alberto Pulido Barrantes, miembro de la academia, el día 18 de octubre de 1994 con motivo del Primer Centenario de la muerte del doctor “Carlos Holguín Mallarino” (Cuaderno Histórico No.2), el cual dice lo siguiente:

Doctor Carlos Holguín Mallarino
Presidente de la República  1888-1892
Creador de la Policía Nacional 
"...El recuerdo de quienes nos precedieron en su entrega vital a nuestra institución a la cual proporcionaron lustre y gloria, ofrendando incluso la vida a su servicio. Nombres como los de nuestro General Santander, Juan María Marcelino Gilibert, Gabriel González, Carlos E: Restrepo, Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos, Gustavo Rojas Pinilla, Alberto Lleras Camargo, Juan Félix Mosquera, Jaime Ramírez Gómez, Waldemar Franklin Quintero, Augustín Ramos Rodríguez, son gratos a nuestra memoria y reconfortan nuestro espíritu. Entre ellos tiene un lugar destacado el doctor Carlos Holguín Mallarino, quien con su mentalidad futurista y organizadora, decidió que la Policía Nacional naciera a la vida republicana, promulgando el Decreto 1000 del 5 de noviembre de 1891.
 
Decreto 1000 del 5 de noviembre de 1891
Tal vez nos hemos acostumbrado a escuchar su nombre, pero considero que es importante profundizar sobre su portentosa obra y sobre el papel tan importante y decisivo que realizó para la consolidación de una nueva filosofía y concepción del Estado, así como de los fundamentos y organización de la Policía Nacional, ejecutorias éstas que reclaman el juicio consagratorio de la historia institucional y del país.

Carlos Holguín se constituye en un personaje de grata recordación en los anales de la policía colombiana. Llegó a la primera magistratura por elección que el congreso le hiciera en 1888 como designado, distinción que le renovó la legislatura de 1890 para un bienal más, habiendo gobernado, en consecuencia, entre 1888 y 1892, para finalizar el período de seis años que Núñez había interrumpido.

General Jorge Holguín
Hermano de quien más tarde también sería presidente de la república y general Jorge Holguín, cuñado del así mismo futuro gobernante Miguel Antonio Caro, con cuya hermana, doña Margarita, había contraído nupcias y sobrino del ex mandatario Miguel María Mallarino.

Nació en la población de Novita, Chocó, cuando este departamento formaba parte de la antigua provincia del Cauca, el 11 de julio de 1832 y muere en la capital colombiana el 19 de octubre de 1894, cuando ocupaba una curul en el senado, después de realizar intensa y rica actividad pública.

Comenzó estudios en Cali y los continuó en Bogotá, donde obtuvo el título de abogado en el colegio San Bartolomé antes de cumplir 20 años. Su Abuelo adoptivo, Mister Sander le había enseñado latín, francés e inglés, idiomas a los cuales añadió el italiano, aptitud que le sirvió de gran ayuda en su actividad partidista, diplomática, docente y literaria.

Fue Holguín un diplomático de nota, escritor, político y parlamentario de primer orden. Era alto, robusto y elegante en sus movimientos, pulcro en el vestier, de perfectas maneras, de voz timbrada, mirada suave y porte distinguido, de  barba y cabellos rubios. Tenía talento, ilustración y muy buena memoria, que hacían su conversación muy amena y espiritual; fue brillante en las luchas políticas con la pluma y su voz aguda y fácil en los parlamentos, en donde su exposición era elocuente y armoniosa y su réplica aguda y a veces terrible para el adversario; de gran valor en las luchas políticas, fue sin duda el doctor Holguín el paladín más culminante del partido conservador en el época de la regeneración y de su elección por el congreso. “Nació, dice su biógrafo, para las luchas políticas, para los grandes duelos de la palabra y de la pluma y así lo indicaban su resuelto continente, el color rubicundo de su fisonomía, la vivacidad de su mirada y timbre metálico de su voz; su temperamento necesitaba del combate y eran visibles la satisfacción, confianza y denuedo con que entraba en el campo de la polémica oral y escrita; allí estaba su fuerza ese era su destino... Pocos hombres han tenido un trato social y familiar tan culto y agradable como Holguín, que cautivaba las voluntades con la afabilidad de sus expresiones, con la amenidad de su conversión, con sus relatos chispeantes y graciosos y con el  cariño que sabia manifestar; pocos le igualaron como hombre de corte, pues sus dichos, ademanes y continente llevaban el sello de la sencillez, la gracia y la elegancia.”

Después de graduarse, desempeñaba algunos cargos en el sector oficial y comienza su vida política, en la que descollaría por diversos atributos, reconocidos sin duda por sus amigos y opositores. A los 23 años es senador  por Buenaventura y preside el cuerpo legislativo, siendo el más joven de sus miembros. También asiste a varias legislaciones seccionales y diversas veces al congreso, en representación, indistintamente, de Antioquia, Cundinamarca, Tolima o Bolívar. Por sus méritos llega a algunas secretarías, como la de Relaciones Exteriores, Gobierno, Guerra, en las que deja su impronta de hombre agudo, práctico y buen talento.

La vivencia militar y bélica tampoco le sería extraña. Participa en los movimientos habidos para desplazar a Melo, acompaña a Ospina en su guerra para responder a Mosquera en 1860, apoya el levantamiento conservador contra Parra en 1875.

Marco Fidel Suárez, quien fue su ministro de Relaciones Exteriores en 1891, escribió de él años después: “Admiré su ingenio, que desbordaba en sus propias réplicas, en sus agudos dichos, en sus expresiones de amistad, tan donosas como atractivas, pues parecía casadas con la jovialidad y la gracia. Sus anécdotas encantaban, las remembranzas de su trato con otros grandes hombres nacionales y extraños extranjeros daban a su conversación el interés de una música y al oírle recitar largos trozos de las literaturas antiguas y modernas, admiraba uno aquel hombre tan variadamente dotado, en quien las habilidades más diversas en lo social, en lo científico, en las letras y en la política parecían espontáneas…”

Otro aspecto de la personalidad de Holguín fue su oratoria. En su época estuvo considerado como de los mejores, si no el mejor, de los expositores parlamentarios conservadores. Su verbo era pronto, emotivo, penetrante.  El poeta J. Pablo Posada, que se dedicaba a componer versos a distintos hombres célebres del momento, le elaboró algunos al político de Novita, uno de los cualesdecìa acerca de su capacidad dialéctica y comunicativa:

“Lanzas rompe por igual
contra moros y zaragrìes,
con su pimienta y su sal,
y le pone a cada cual
los puntos sobre las ìes”.


Sin embargo, con frecuencia, después de expresivos debates, invitaba a sus “víctimas” a terminar la ocasión en animales sesiones de tresillo.

Se distinguió en el periodismo. Ocupó las columnas de varias publicaciones y no perdió oportunidad para la crítica, la precisión, la polémica o la simple exposición de sus ideas acerca de la conducción del estado y problemas del momento.

Desde marzo a junio de 1893, cuando ya había dejado la presidencia, publicó en “El Correo Nacional” veinte cartas de notable interés, en las cuales defendía vehemente la regeneración y hacía su apología. Después se recogieron en un tomo que fue editado con el nombre de “Cartas Políticas”.

Portada de "Cartas Políticas" de Carlos Holguín, publicadas inicialmente en el "Correo Nacional"
y luego editadas en la imprenta de vapor de Zalamea Hermanos, 1893. Biblioteca Nacional.
A finales de 1881, hallándose en Roma, Holguín recibe el encargo del presidente Núñez de gestionar y establecer relaciones diplomáticas con España. Colombia era para esa fecha la única república hispoamericana que no tenía vínculos de tal estilo con Madrid. El doctor Holguín,  nombrado embajador para tal ocasión. Llega a la capital española el 2 de enero de 1881 y el día 9 es recibido por el rey  y su ministro. Por tratarse de un documento interesante el de sus palabras ante tales personajes, que constituían las primeras expresiones de un Embajador Nacional ante la Corona Española, me permito leer su texto:

“Señor: he aquí la carta autógrafa en que el excelentísimo Señor Presidente de los Estados Unidos de Colombia me acredita de enviado extraordinario y Ministro plenipotenciario ante el gobierno de V.M.”

“Ninguna honra hubiera podido conferirme señalada, ningún encargo más fácil ni más en armonía con mis sentimientos personales.”

“No es allanar dificultades de ningún género que felizmente ningunas existen, el objeto de la presente misión, ni se propone con ella simplemente mi gobierno atemperarse a los usos de la etiqueta internacional. En mí deber ver V.M. y la Nación española al pueblo colombiano que después de una ausencia de más de  70 años, debido a causas que no recuerda, vuelve al seno de la madre patria a estrecharla entre sus brazos y a repetirle con efusión sincera que tiempo y distancia no han sido parte a disminuir la gratitud y su amor filiar.”

“Me es sumamente grato poder añadir que en todo este período los colombianos hemos guardado intacto el depósito de la fe nuestros mayores; hemos cultivado con cariñoso esmero las letras patrias y recordado con orgullo tradicional las glorias castellanas.”

“Que el cielo conceda a V.M. y a su augusta familia largos años de un reinado  próspero y feliz, y que derrame a manos llenas sus bendiciones sobre gran Nación son los votos fervientes del pueblo colombiano, de su gobierno y los míos.”

Ferdinand de Lesseps (1805-1894),
fotografía de Nadar.
En ese mismo año de 1881, el Conde Lesseps nombró padrino de uno de sus hijos al Obispo de Panamá, Monseñor Paúl y a la Reina Isabel de Borbón, de España. Pero por la imposibilidad que tuvo el prelado de viajar a la capital española, Holguín fue nombrado de sustituto, por lo cual él y la soberana quedaron de compadres. Luis Martínez delegado recuerda, que cuando el Embajador colombiano le dirigió a Isabel una carta de condolencia por la muerte del Rey Alfonso XII, la reina le contestó agradeciéndole su presencia y se despedía así:
“De usted afectísima amiga y comadre, que tan afligida está, Isabel de Borbón.”

En el siglo XIX soplan vientos de tormenta sobre la Nueva Granada. Bolívar agonizante en Santa Marta, es la imagen del desengaño y la desolación. Sus ideales se han estrellado contra una realidad mestiza y bárbara. Los heroicos vencedores de los ejércitos españoles quieren el reparto del botín y son gentes primitivas y codiciosas. Los pequeños caudillos, los espadones sin escrúpulos, se niegan a guardar las espuelas y nada pueden contra ellos los gramáticos inconformes.  Tomás Cipriano de Mosquera, el niño Tomás de los timbianos, cruza el mapa entre dianas cuando se aburre de pelearse en Popayán con sus parientes y enemigos los Obando y los Arboledas. Hay oradores y escritores tremendos, pero platónicos. Melo y los artesanos con cuchillos bajo la ruana son dueños del escenario. Se reúne en Rionegro una constituyente y hace un cándido catálogo para arcángeles. Núñez, en sus comienzos, entra en la danza. Pero viaja a Inglaterra y rápidamente aprende la lección de los estadistas ingleses, que con buenas maneras no movilizan teorías sino hechos. Aprende que a la política no se le echan gotas amargas, sino hielo, como al whisky.
Tomás Cipriano de Mosquera y Arboleda

Cuando Núñez regresa, se inicia uno de los más sutiles, de los más florentinos y también de los más ignorados o inadvertidos pasajes de nuestra historia secreta. Son tres en esencia, sus actores. Núñez, el descreído, el escéptico, que “no es anticatólico del todo”, el que para una sociedad pacata y chismosa resulta un Torquemada intransigente y absoluto, doblado de soberbio humanista católico. Nadie menos que el señor Caro. Es literalmente imposible abordarlo directamente. Hay que encontrar el puente. Ese puente tiene que ser alguien con mucho demonio y mundo. No es difícil hallarlo en los salones de la aristocracia o en el Congreso siempre dominando, brillando siempre. El hombre irremplazable para tejer ese sutilismo encaje diplomático, no puede ser otro que aquel caballero de impecable casaca inglesa y barba dorada: Don Carlos Holguín.
Rafael Núñez

Don Carlos es quien logra que el insigne latinista se interese por los planteamientos de Núñez y acabe poniendo a su servicio el caudal inestimable de su elocuencia amazónica, de su cultura clásica y de su domino parlamentario.

El diplomático chocoano regresa al país en noviembre de 1887 y ocupa la cartera de Relaciones Exteriores, pero después de la “payanización”, al retomar Núñez el mando, Holguín se encarga de  la Secretaría de Guerra. Este había  vuelto a pisar tierra colombiana con la plena simpatía del Regenerador, quien un año antes había solicitado que retornara para que fuese elegido designado a la presidencia de la república.

Pero esta nominación la consiguen Núñez y Holguín para 1888 al alejarse el primero del poder, por lo cual el segundo asciende a la principal magistratura el 7 de agosto de tal año, como ya se dijo y comienza un gobierno de dos años, bajo la atenta tutela de Núñez, quien es el encargado de obtener que el Congreso repitiera la elección en 1890, lo que le permite a Holguín llevar a término un mandato de cuatro años, los mismos que le faltaron al gobernante cartagenero como titular.
Para algunos observadores de aquellos años, la presencia de Holguín, conservador, en el Palacio Presidencial, era el regreso del conservatismo al poder, después de la derrota  en manos de Mosquera en 1861. Desde un comienzo contó con la simpatía de su partido, en el que luego se intensificaría la división interna y del liberalismo independiente o Nuñista.

Pese a la pobreza del fisco y a las dificultades que suponía regir los destinos de un país recién salido de una contienda civil, Holguín adelantó algunas obras. Por ejemplo: La iniciación de la navegación en los ríos Cauca y Henchí, el fomento de la misma por el Atrato, al firma del contrato para establecerla en el alto Magdalena, las obras de limpieza de e1ste río, el impulso de la carretera entre Bogotá y Boyacá, la mejoría de la vía entre Cali y Buenaventura, la inauguración de dos ferrocarriles, la conclusión del astillero de Cartagena, el establecimiento de alumbrado eléctrico, teléfono en la capital y la creación de la Policía Nacional.

Cuando Holguín se dirigió por última vez al Congreso, antes de entregar el mando a Caro, dijo: “En los cuatro años que he gobernado, no se ha oído un disparo de fusil, no se ha derramado una gota de sangre, ni se ha vertido una lágrima. Dejo la república en paz y no he contraído deudas.

Como encargado del ejecutivo, firmó la Ley 90 del 7 de noviembre de 1888 por la cual se creaba un cuerpo de Policía Nacional. Y decía en su artículo 1º. : “Créase un cuerpo de gendarmería destinado a prestar los servicios de alta policía y a desempeñar las comisiones que en asuntos nacionales tenga a bien confiarle el Gobierno.”

Este cuerpo de Policía tendría como residencia habitual la ciudad capital de la república y dependería directamente del Ministerio de Gobierno. El nombramiento de los empleados sería de libre opción  y remoción del gobierno. La conformación de este organismo sería de tipo militar y “comandado por dos jefes que se denominarían 1º. Y 2º. Respectivamente; y constará de 300 gendarmes, divididos en tres compañías. Cada compañía tendrá un capitán, dos tenientes, un subteniente, un sargento primero, cuatro sargentos segundos, ocho cabos primeros, ocho cabos segundos y el número de gendarmes que le corresponda.” (Artículo 4º.).


El sueldo asignado a este personal  de acuerdo con sus jerarquías era el siguiente:

El primer jefe …………………………………………..  $140,oo
El segundo jefe ………………………………………… $100,oo
Capitán  ………………………………………………... $  70,oo
Teniente ….…………………………………………….. $  50,oo
Subteniente………………………………………..……..$  40,oo
Sargento primero, diariamente………………..……....... $    1,oo
Sargento segundo, diariamente………………….............. $    0,59
Cabo primero, diariamente……………………………. $    0,90
Cabo segundo, diariamente…………………………...... $    0,85
Gendarme, diariamente ……………………………….. $    0,80


El gobierno debía dictar los reglamentos de la organización del cuerpo de gendarmería, precepto que por el momento no se cumplió, por cuanto la ley 90 fue derogada.

En su calidad de presidente, sancionó la Ley 23 de octubre de 1890 por medio de la cual se facultó al gobierno “para emplear en el establecimiento, organización y sostenimiento de un cuerpo de policía, hasta $300.000,oo  que se considerarán incluidos en el presupuesto para la vigencia económica de 1891 a 1892.” (Artículo 3º.)

Estaba también autorizado el gobierno para “contratar en los Estados Unidos de América o en Europa, por conducto de un empleado diplomático o consular de la república, una o más personas competentes que bajo su dirección organicen el referido cuerpo de policía y aleccionen convenientemente a sus miembros.” (Artículo 4º.).

Pero definitivamente, el presidente Carlos Holguín, tenía la intención indeclinable de ver una institución garante de las libertades y del orden jurídico, dedicada por entero al servicio del pueblo colombiano; por ello, las decisiones que tomó, siempre apuntaron a este propósito, sin cejar en su empeño. Finalmente, el día 5 de noviembre de 1891, promulgó el Decreto No. 1000 por medio del cual creaba la Policía Nacional y daba las autorizaciones al Ministerio de Gobierno para determinar sus reglamentos, organización, funciones y para que determinaran las relaciones con la gobernación de Cundinamarca y la alcaldía de Bogotá. Buscando imprimirle el más alto grado de perfeccionamiento y eficiencia, se contrataron con el gobierno francés, los servicios de un experto que con su experiencia y conocimiento asumiría esta responsabilidad, con la enorme suerte de que este delicado encargo recayó en el destacado comisario, don Juan María Marcelino Gilibert quien con especial entrega y celo creó y organizó la Policía Nacional. 
Juan María Marcelino Gilibert
Comisario francés organizador y primer 
Director de la Policía Nacional
 fotografía de Roa-1891
Así con el impulso de Carlos Holguín y con la vocación y decisión de Gilibert, nació nuestra policía que se apresta a cumplir sus 103 años de fundada, durante los cuales los policías como testigos y actores de excepción, hemos transitado hemos transitado por el incierto y tortuoso  camino que ha servido de cauce a la apasionante como indescifrable historia nacional, colmada de conflictos y acontecimientos políticos y sociales que han  hecho de la historia policial llena de éxitos y contrariedades, de reconocimientos y controversias, siempre inspiradas en el noble y sublime ideal de servir, sin escapar a los dolorosos sinsabores de  los grandes sacrificios y pérdidas de un inmenso número  de héroes que sin esperar recompensa alguna han ofrendado sus vidas en aras del cumplimiento de su deber y del juramento hecho ante Dios y la Patria.

El Congreso de Colombia, mediante Ley 9 de 1931, decretó como fecha fausta el 22 de julio de 1932, centenario del nacimiento del señor doctor Carlos Holguín  y dispuso que el poder ejecutivo decretara la manera como la república debía conmemorar este centenario y consagrar un monumento como tributo de la gratitud nacional en su memoria. El presidente de la república el 11 de julio de 1932, por decreto, asoció a la nación a la celebración del centenario y el gobierno rindió “Homenaje de admiración al ilustre orador, parlamentario y diplomático” recomendando su memoria como ejemplo digno de imitarse.

Los restos de Carlos Holguín Mallarino, que reposaban en la cripta de la Iglesia de San Ignacio, fueron trasladados a la capilla que fue de la hacienda de su propiedad, hoy parroquia de Santa Mónica y destinado al culto de Santa María  de los Ángeles, ubicada en la carrera 7 con calle 79 B de la ciudad de Bogotá, construida y decorada por Margarita holguín y Caro. Allí en ambos costados del altar se hallan los restos de esta noble pareja, cada uno con la talla particular en piedra.

La Policía Nacional grata y consecuente con quienes han sido los pilares de su nacimiento y desarrollo, a través de los años, ha rendido tributo de admiración a su fundador, es así como, en el año de 1952, el curso 9 de oficiales, orgullosamente deciden honrar la memoria de nuestro presidente Carlos Holguín Mallarino, bautizando la promoción con su nombre. En el año de 1958 mediante  Resolución No. 5354, se funda en la ciudad de Medellín la Escuela de formación de Agentes a la cual también  se le da su nombre. La Dirección General en el año de 1987, dispuso igualmente rendir homenaje al noble mandatario, fundando el auditorio Carlos Holguín, honrandolo con su retrato, para recordar siempre y por los siglos de los siglos a este hombre visionario romántico que, con cariño y devoción policial, nos permitió nacer a la vida jurídica y a la historia de nuestra amada patria.

Es precisamente este lugar, reservado para los actos institucionales de mayor trascendencia, el escogido por la Academia de Historia  de la Policía Nacional, para rendir, con motivo  del centenario de su muerte, el más sentido homenaje de reconocimiento, gratitud y admiración al ilustre ex presidente, plasmado en este respetuoso acercamiento histórico a su vida y obra..

Doctor Carlos Holguín Mallarino,  en nombre de los casi 172.000 policías de Colombia, ¡Muchas gracias! Por ese maravilloso legado.”

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