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jueves, 10 de mayo de 2018

Coronel Saulo Gíl Ramírez Sendoya -primer oficial de la Policía en ser director general








Comisario Juan María Marcelino Gilibert
Tras los fulgurantes destellos emitidos por las disposiciones del Presidente Carlos Holguín Mallarino, que daban sus primeros pasos en la nacionalización de la Policía existente, como son la Ley 90 del 7 de noviembre de 1888, que crea el cuerpo de Gendarmería para asuntos nacionales y el Decreto 1000 del 5 de noviembre de 1891, que organiza ya como tal el cuerpo de Policía Nacional, con el asesoramiento de la misión francesa representada por el comisario Juan María Marcelino Gilibert.

Esos fulgurantes destellos, continúan iluminando los distintos gobiernos nacionales para cimentar ese macro objetivo, al emitir nuevas disposiciones tendientes a darle mayor solidez a su Policía Nacional y así, el presidente Miguel AntonioCaro, con el Decreto 450 del 31 de enero de 1893, articulo 4, creó la Subdivisión de Caballería de la Policía. 

Presidente Miguel Antonio Caro
Luego, el General Rafael Reyes, Presidente de la República, promulgó el Decreto 35 del 22 de junio de 1906, en donde se dispuso de nuevo la nacionalización de la Policía; crea un cuerpo de Gendarmería Nacional, unifica el mando en Bogotá e integra a todas las policías departamentales. 

En 1916, con el Decreto 1143 de julio 3, en el gobierno del Presidente José Vicente Concha, se contrata una segunda misión para esta ocasión, de España, quienes dejan implantadas doctrinas y estructuras de la Guardia Civil, tanto para la vigilancia urbana como para la rural, con escuadrones de caballería .

Misión que estuvo conformada por el Comandante José Agudo Pintado y el Capitán José Osuna y Pineda, ambos pertenecientes a la “Guardia Civil Española”.
El contrato era por tres años y los instructores tenían como misión introducir en Colombia los reglamentos y practicas de Policía española y dejan como propositivo las enseñanzas de nuevos métodos de investigación para la formación de detectives.

Integrantes de la Misión Española
Mas tarde, el PresidenteMiguel Abadía Méndez, con el Decreto 1775 del 25 de octubre de 1926, autoriza a los gobernadores de los departamentos para solicitar los servicios de la Policía Nacional, pero previo el aporte de sus costos, y queda así todo, por tanto y nuevamente, en sanas intenciones de una posible nacionalización.



Fuente propia


“Donde quiera que el hombre dejó las huellas de sus pasos, de la barbarie a la civilización, las huellas de mis cascos se encuentran junto a ellas”. Sí, desde la conquista de estas tierras se hizo presente el corcel como medio facilitador para la seguridad, siendo los primeros en utilizarlo los alguaciles y a través de los distintos gobiernos se procura consolidarnos, aspiración cuya cumbre se remonta a 1930, con el Presidentede la República Enrique Olaya Herrera, quien dictó  el Decreto 1735 del 15 de octubre, puntualiza su organización y pasa a denominarla como “unidad montada de carabineros”, la que estaría integrada por personal reservista de Caballería del Ejército.


Unidad Montada de Carabineros
Presidente Enrique Olaya Herrera


Posteriormente, la Ley 15 de 1935 faculta al gobierno para organizar la Policía Nacional.

En virtud de ella, en la presidencia del Doctor Alfonso López Pumarejo, se dicta el Decreto No 1715 del18 de julio de 1936, el cual dispone, otra vez, la nacionalización de las policías departamentales, mediante un sistema de contrato, al que se acogieron muy pocos; pero con rotundo y ejemplarizante éxito y en forma clara y visionaria, estructura sus bases al decir: “Los jefes, oficiales, sub-oficiales y agentes de la Policía Nacional formarán una sola Institución en toda la República, con un solo escalafón para cada categoría, con idéntica reglamentación, con iguales deberes, atribuciones y sujetos todos exclusivamente a la Dirección General de la Policía Nacional.”.

Este Decreto, en su Artículo 2º, faculta a la Presidencia de la República para que, cuando lo estime conveniente, ponga a la Policía a disposición del Ministerio de Guerra.
 
Fuente propia



Un paso más a su afianzamiento se da el 9 de julio de 1937, al crear la Escuela de Policía General Santander, que iniciaría su funcionamiento en 1940 con la formación general de todos los miembros de la Policía Nacional, en sus diferentes estamentos.










Fotografías tomas de la revista de la Policia Nacional. de Colombia

Planos y fotografías de la la Escuela de Policía General Santander en su etapa de contrucción.

La primera misión de policía chilena, reestructura y da mayor solidez a los carabineros, dejándolos a cargo del comandante Eduardo Cuevas, como comandante de la X división y de la XI, nueva unidad, al Mayor del Ejército Enrique París con un grupo de oficiales de caballería en comisión en la Policía, según el Decreto Ejecutivo 1715 de julio 18 de 1936.



Fotografías tomas de la revista de la Policia Nacional. de Colombia


Pero la Policía sigue fraccionada, dependiendo del ministerio de la política y supeditada en un todo a los gobiernos seccionales y, como tal, los partidos de turno en el poder continúan acomodándola a sus intereses partidistas y personales, lo cual impide la coronación de los sueños de los gobernantes nacionales que, desde 1891 aspiran a una real nacionalización de la Policía.

En los departamentos y municipios no se logra avance en sus policías; sus miembros y en particular sus jefes, están al vaivén de los cambios políticos y de sus dirigentes; los gobernadores y los alcaldes seleccionan y nombran desde el agente hasta el máximo jefe, acorde con los servicios que les hayan prestado a sus causas o particularmente, para recompensarles y para que puedan seguir usufructuando de sus intereses personales y partidistas.

No tenían escuelas de preparación, y así, les reclutan, ascienden y destinan al igual que si se tratara de porteros, secretarios, aseadores, etc.

Todo dependía de la recomendación o de los servicios prestados, de su lealtad partidista al gobernante que le nombra, y, por igual se asignaba un grado de sargento como uno de capitán, sin tener en cuenta, sus capacidades, conocimientos, preparación, rectitud, antecedentes; se trataba de un oficio más sin categoría.

Así, contribuyen al caos que produjo la tragedia del 9 de abril de 1948 (El Bogotazo) donde fue asesinado Jorge Eliecer Gaitán, tanto este tipo de policías partidistas en el país, como la misma Policía Nacional en Bogotá, por estar integrada con partidarios leales al gobierno anterior y porque sus comandos ocupados por profesionales, pero con una formación precaria de policía, no supieron, por tanto, en ese crucial momento, afrontar la responsabilidad pertinente y, en parte, abandonaron temerosos sus comandos, otros se plegaron a la revuelta, y algunos llegaron a entregar sus armas a los insurgentes que trataron de tomar el poder por la fuerza.
 
Jorge Eliecer Gaitán



Los oficiales integrantes de la Escuela General Santander, a órdenes del Coronel del Ejército Alfonso Ahumada Ruiz y de los tenientes de la Policía Ernesto Polanía Puyo e Iván Correa Velásquez acudieron con los cadetes, tanto al palacio de la Policía como al presidencial y con los carabineros que se encontraban de base en la misma a órdenes de los comandantes Genaro Rozo Osorio y Alberto Guzmán Aldana en apoyo del Batallón Guardia Presidencial, principal objetivo, para defenderlos a sangre y fuego de las turbas enardecidas.


Cadete Gerardo Moncayo Barrera
En este encuentro el cadete Gerardo Moncayo Barrera, cae ante las balas asesinas. Los componentes mencionados, oficiales y cadetes, posteriormente, como sobrevivientes de la persecución política, integraron la base piramidal de los mandos de la nueva Institución.

Esta caótica situación de la Policía, de la cual no hizo parte todo el personal, originada principalmente en la denigrante y cobarde actitud asumida por sus mandos, abre las puertas al Gobierno Nacional para dar de baja a todo el personal, medida por demás extrema.

En Bogotá la Policía Militar asume su seguridad y control y los pocos oficiales que quedaron de la Policía Nacional pasan a sus órdenes. Más tarde y, ante los anteriores hechos, el Congreso dicta la Ley 93 del mes de diciembre del mismo año 1948, que otorga facultades extraordinarias al presidente de la República, para disponer la nacionalización de los servicios de Policía, que costeaban los departamentos, intendencias, comisarías y municipios, con unidad de mando, normas y reglamentos nacionales.

El gobierno del Presidente Mariano Ospina Pérez hace uso de estas facultades y contrata, como primer paso, una misión de policía inglesa, que arriba en este mismo año, presidida por Sir Douglas Gordon, el Coronel Eric Maxfield Roger y 12 oficiales más.

Presidente Mariano Ospira Pérez
Integrantes de la Misión Inglesa

Salvado en principio el obstáculo presupuestal, en el año de 1949, el gobierno central dicta el Decreto  2136 del 18 de junio, basado en el estudio realizado por una comisión asesora, creada por el Decreto 3127 de septiembre, e integrada por preclaros personajes en representación de los dos partidos políticos tradicionales, como fueron los doctores:

Carlos Lozano y Lozano, Rafael Escallón, Jorge Gutiérrez Anzola y Timoleón Moncada, asesorada a la vez por la misión de policía inglesa, que se convierte, en la práctica, en el primer estatuto orgánico de la Policía Nacional, en él se establecen las relaciones entre las autoridades civiles y los comandos, con régimen y disciplina especiales; señala al Presidente de la República como el jefe supremo de todas las policías y asigna al Gobierno Nacional las funciones de su dirección, organización, inspección y vigilancia, lo cual conllevó la iniciación de la integración de las departamentales a la nacional y al retiro de muchos de sus componentes, por sus antecedentes y hojas de vida, y se inicia la preparación y capacitación e ingreso al escalafón único, de quienes quedaron.

En 1951, disuelta la casi totalidad de la Policía nuevamente reviven los carabineros con el apoyo del Ejército y se crea un nuevo escuadrón, para esta ocasión, a órdenes del Capitán Roberto Pinzón Meléndez bautizado con el nombre de “Coronel Alberto Gómez Arenas“, por su decidido apoyo a esta especialidad del servicio, que pronto estaría en las montañas del Tolima, combatiendo la guerrilla.

Teniente General Gustavo Rojas Pinilla
13 de junio de 1953-10 de mayo de 1957


A raíz de la toma del poder central por el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla el 13 de junio de 1953, haciendo uso del Decreto 1715 de 1936, ya mencionado, pasa la Policía al Ministerio de Guerra, como ya lo había estado efímeramente en el gobierno del General Rafael Reyes. Se dicta el Decreto 1814 del 10 de julio de 1953 que, en su artículo 3º dispone:

“La Policía Nacional pasará, desde la fecha de expedición de este Decreto, a formar parte activa del Ministerio de Guerra, como el cuarto componente del Comando General de las Fuerzas Armadas, con presupuesto y organización propios, y prestará los servicios que por ley le corresponden”.

Este es corregido, posteriormente, por el Decreto 3220 del 9 de diciembre del mismo año, que señala:

“Art. 1º. Las Fuerzas Armadas están constituidas por las Fuerzas Militares y las Fuerzas de Policía.”

Se configura como un paso avanzado en la real materialización de la nacionalización de la Policía, en el gobierno precisamente llamado “De las Fuerzas Armadas”. 

Los hechos motivan el estudio y elaboración de todos sus estatutos y reglamentos, su estructuración y organización. 

Así mismo, se coloca judicialmente bajo la Justicia Penal Militar; su presupuesto se equilibra con el de las Fuerzas Militares y sus sueldos y prestaciones sociales alcanzan a los mayores niveles del país, en nada comparables a los impuestos por los últimos gobiernos. Particularmente, la oficialidad ante la sociedad se nivela con la de las Fuerzas Militares, en su imagen, respeto, aceptabilidad y trato.

Se procedió a sentar las bases doctrinales de la nueva Policía, se formaron sus nuevos contingentes; para enfrentar debidamente la guerrilla se realizó cursos de contraguerrillas en el Batallón Caldas; se capacitaron a los oficiales de administración con cursos avanzados en la Escuela Militar de Cadetes. 

La escuela Gonzalo Jiménez de Quesada se coloca a la altura de las demás escuelas de las Fuerzas Militares y entra a formar parte de toda presentación con las de los cadetes y por primera vez tenemos un Edecan de la Policía en palacio, él fue el señor Mayor Bernardo Echeverry Ossa.
 
Muchos oficiales de la Policía pasan en comisión al Ejército a reforzar los batallones de contraguerrilla, vistiendo sus prendas y con igual jerarquía, mando, autoridad y responsabilidad.

En 1957 sobreviene el cambio del gobierno, una Junta Militar integrada por cuatro generales y un almirante reciben la presidencia de la República; pero, un grupo de oficiales descontentos y leales al Teniente General Rojas Pinilla, traman un golpe de estado para restituirlo al poder, el que aborta el 2 de mayo de 1958. 

Con su estruendoso fracaso, se ordena la detención de personal implicado en las distintas fuerzas, lo que cobija a 10 distinguidos oficiales de la Policía, los cuales, tras de permanecer aproximadamente 45 días en la Escuela de Cadetes General Santander, y sometidos a un consejo de guerra que falla a su favor, recobran su libertad.

Yolanda Pulecio
Esa fecha, 2 de mayo, fue luctuosa para la unidad Bogotá, pues el comandante de la Escuela Motorizada, en el Cantón Norte, ante la revuelta de la Policía Militar, avanzó con sus tanques a la toma de la ciudad, simplemente simbólica, pues ésta se desenvolvía dentro de la normalidad cotidiana y al llegar a la calle 16 con carrera 7, donde (a continuación de la iglesia de la Veracruz) se encontraba un puesto de “Policía Infantil”, cuidado por dos agentes armados de tan solo bastón de mando, (pues a ellos les era prohibido portar armas de fuego en razón de su misión),es tomado “por asalto” por esta columna motorizada y al abandonarlo deja a los dos policías, que cuidaban el refugio de gamines de la señora Yolanda Pulecio, heridos mortalmente. El comandante que encabezó el “asalto” y se introdujo a este refugio infantil, fue el Mayor Álvaro Valencia Tovar.

8 de mayo de 1958  

General Deogracia Fonseca Espinoza
Determina, entonces, la Junta Militar de Gobierno, de la cual hace parte el General Deogracias Fonseca, quien regía la Policía desde hace tres años, darle autonomía a la Policía Nacional. Esta emancipación fue, (ante la grave situación nacional), aparentemente, un gallardo y noble reconocimiento de la honorable Junta Militar, que pudo haber tenido presente los valores de los miembros de las Fuerzas de Policía, su transformación, sus resultados, su preparación y especialmente su imparcialidad política, inspirada durante el gobierno del General Rojas Pinilla.

Se pondera como un gesto de confianza en la Policía, que implica mayores responsabilidades, infiere con ello la entrega total y absoluta de todos y de cada uno de sus miembros a la Institución, para poder corresponder a ese voto de confianza gubernamental y ganar el de la Nación entera.

Vencer sin peligro es triunfar sin gloria

En aquel momento nos hallamos, ante una tarea de inmensas proporciones, frente a los precarios medios que se poseían, tanto humanos como logísticos y presupuestales. La violencia aún no había cedido, por tanto se deberían continuar atendiendo dos frentes: el de la convivencia pública y el de la guerrilla.

En el Congreso de la República se estudia de nuevo la departamentalización de la Policía, presentada a su consideración por políticos que añoraban los puestos que ya no usufructuaban para sus seguidores y la fuerza al servicio de sus fines partidistas y personales. Tan funesta idea es rechazada por toda la prensa en sus editoriales, a excepción del periódico El Tiempo.

“La voluntad recia y dura cuando se empeña, convierte las montañas en llanuras” Jose M. Pemàn.

Valga la pena esta cita para entender la inmensidad del reto y cómo lo asumieron los miembros de la Policía. No se puede ser inferior al momento histórico, el país está pendiente de resultados, de cada acto, intervención, niveles de seguridad y hasta de las conductas privadas de los integrantes de la Policía, y así, desde su más alto directivo, hasta el agente en la comarca más retirada en el país, asumen esa responsabilidad, dando el máximo de rendimiento en todas sus actividades; acrecientan sus virtudes, brilla el espíritu profesional, se enaltece el institucional y, con autoridad moral y legal, se acomete esta nueva y decisiva etapa de la Policía de Colombia, a fin de salir avante y airosa de este compromiso histórico.

Cinco categorías de oficiales constituían el escalafón para esta época; primero, de una parte, los altos mandos eran ocupados por distinguidos oficiales del Ejército en comisión. En segundo lugar unos pocos oficiales que, de la antigua Policía Nacional habían quedado, les seguían en los mandos intermedios. 

A continuación, en tercer lugar, las nuevas formaciones de oficiales que se graduaron a partir del año 50, estructuradas por la Misión de policía inglesa, que comenzaban a asumir los mandos medios. En cuarto lugar, oficiales de las Fuerzas Militares en uso de buen retiro, que al ingresar a la Policía se les reconoció el mismo grado y antigüedad y en quinto lugar, los mandos provenientes de las policías departamentales que, como se ha expuesto, eran seleccionados, nombrados y asignados sus grados, a voluntad del gobernador de turno y de sus jefes políticos, en su totalidad, sin formación académica de policía.

“Todo termina a fin de que todo vuelva a empezar, todo muere a fin de que todo reviva”. (Jean Fabrè).

En desarrollo de esta independencia, el Ejército termina la comisión a todos sus oficiales en la Policía y deja acéfalos los comandos ocupados por ellos y así, la Junta Militar comienza por nombrar a uno de la propia Institución, el de mayor grado y antigüedad, como Director General. 

Integrantes de la Junta Militar de Gobierno

Este nombramiento recae en el Teniente Coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya, quien le recibe el cargo al Coronel del Ejército Quintín Gustavo Gómez, que reemplazaba al titular, General Deogracias Fonseca, miembro de la Junta Militar de gobierno. 

El nombramiento del primer oficial de Policía para el cargo más alto de la institución, se sucede mediante el Decreto 0809 del Ejecutivo Nacional, del día 8 de mayo de 1958.


Coronel Quintín Gustavo Gómez Rodríguez
Director de la Policía Nacional
01 enero de 1958 - 07 de mayo de 1958
Teniente Coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya
Director de la Policía Nacional
 08 de mayo de 1958 – 31 de marzo de 1965



El Teniente Coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya, oriundo del Departamento del Huila, inició su carrera de las armas en la Escuela Militar en el año de 1934. Obtuvo su grado de subteniente en 1936, y se incorpora al siguiente año a la Infantería de Marina; desarrolla allí su carrera hasta el grado de mayor en 1950. Al siguiente año, ya retirado, ingresa a la Policía Nacional y tras cuatro años de brillante comando en Cartagena asciende a teniente coronel en 1955. Tan preclaro oficial desempeñó además la jefatura del F-1 en el Estado Mayor. Y para la fecha del nombramiento, había recibido la jefatura del F-4.



Fotografías tomas de la revista de la Policia Nacional. de Colombia

Los oficiales de mayor grado y antigüedad reciben los demás cargos que ejercían los oficiales del Ejército, y en consecuencia quedan: como jefe de Estado Mayor el Teniente Coronel Luis Enrique Puerto Rodríguez; rodeado de los siguientes oficiales: en el F-1 el Mayor Domingo Ignacio Valderrama D., en el F-2 el Mayor Alberto Bernal García, al F-3 el Mayor Luis Alfredo Rubio Parra y en el F-4 el Teniente Coronel Ernesto Polanía Puyo; como inspector General asumiría el Mayor Asdrúbal Romero Escobar.

A los comandos de unidades se destinan: el Teniente Coronel Bernardo Camacho Leyva en la unidad Bogotá, poco tiempo después recibe la dirección de la Escuela de Cadetes General Santander en donde reemplazó al Teniente Coronel Ramírez Merchán y es relevado en el comando de la Bogotá por el Mayor José Manuel Mendoza Escobar; el Teniente Coronel Juan Félix Mosquera, pasa a ser comandante de Cundinamarca; el Mayor Pedro José Jiménez Fandiño, es designado a la unidad Antioquia; el Mayor Pedro José Díaz Silva, al Atlántico; el Mayor Pedro Martínez Tovar, a Bolívar; el Capitán José Rueda Ortega, Boyacá; el Mayor Luis Tejada Zapata es nombrado en Caldas; el Capitán Hernando Mariño Sánchez, en el Cauca; el Capitán Campo Elías Fajardo, pasa al Huila; remplazado poco tiempo después por el Capitán Luis Alberto González Rivera; el Capitán Ernesto Ávila Mora, recibe el Magdalena; el Capitán Filipo Villarreal Revelo, para Nariño; el Mayor Guillermo Camelo Jiménez, en el Norte de Santander; el Capitán Manuel José López Gómez, para Santander del Sur; el Mayor Henry García Bohórquez, al Tolima; y el Mayor Jorge Galeano Gómez, en el Valle. Como secretario general ejercería sus funciones el Teniente abogado Gerardo Cújar Albornoz y como ayudante general el Capitán Jaime Carrillo Ortiz.



En su saludo de posesión, el Teniente Coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya, anotaba “Al llegar a esta posición que marcará la pauta en la nueva vida de la Institución, tomando las riendas de su dirección y organización, con el anhelo imperecedero de que ella se coloque a la altura de las circunstancias…en la nueva vida de la Institución invito a que, blandiendo en vuestras voluntades el firme interés, carácter y el propósito de servir a la patria, colaboremos en esta tarea de rehabilitación institucional en la cual estamos empeñados”.


Y al respecto agregaba el Teniente Coronel Bernardo Camacho Leiva en un editorial de la revista de las Fuerzas de Policía: “Durante este año la Policía ha visto, por primera vez en su historia, reconocida la capacidad de sus jefes al depositar el gobierno en el más capaz y equilibrado de sus oficiales, la responsabilidad inmensa de dirigirla y orientarla.”

Al comparar con fechas y situaciones anteriores y posteriores podemos detectar la gran responsabilidad y tarea a realizar que recayó sobre estos oficiales y quienes les acompañaban. Y, por sus realizaciones, logros, éxitos y la forma como correspondieran a ese llamado, han hecho posible alcanzar el nivel, que hoy exhibe la Policía Nacional colombiana.

Definitivamente, quedó atrás la era de las policías departamentales y partidistas; se mira con amargura y congoja esa época, la de los alguaciles, los serenos, los “chapoles”, los sirvientes de la autoridad o el político de turno, los peones a jornal para servir únicamente los intereses de sus jefes, al cumplir órdenes incondicionales para preservar el puesto, y se desliga, definitivamente al personal para su selección, nombramiento, grado y remoción, de las influencias personalistas y partidistas, además de implantarse nacionalmente la capacitación académica policial.

Doctor . Alberto Lleras Camargo
Y para esta nueva y definitiva etapa, se reencauza la Policía por sus orígenes y fines, se reestructura, se le va dando una organización acorde a sus funciones y ya no la estrictamente militar pretérita, comprendida, aceptada y respaldada por los nuevos gobiernos nacionales. Pocos meses después anotaba el nuevo Presidente de la República, el doctor Alberto Lleras Camargo, en un acto de graduación de oficiales:

“Por eso, la misión de la Policía es la más alta, la más noble, la más importante, porque para la inmensa masa humana la única autoridad con la cual se encuentra a diario y que representa para ella todo el poder, es la Policía. El gobierno, para muchos de nuestros compatriotas, no es sino la Policía. Y habrá buen o mal gobierno, arbitrario o justo, según opere la Policía”.

Y para darle mayor confianza a la Institución, en las labores en que estaba empeñada, a raíz de los debates que seguían adelantando en el Congreso, atrás mencionados, fija el gobierno nacional su posición y en un comunicado expone:

El gobierno no ha propuesto ninguna medida sobre descentralización de la Policía Nacional... Declara que en su opinión un cuerpo técnico, nacional, unificado, que preste a sus secciones un servicio eficiente y que esté constitucionalmente a órdenes de las autoridades civiles, es más conveniente para la nación que una desmembración de éste, con el riesgo constante de que se altere su misión y su composición para fines distintos del altísimo servicio a que está destinado”.

Y, en pos de esa reestructuración, llega la misión chilena para este mismo año, integrada por el mayor Jorge Aranda Parra, y por los capitanes Arturo Toro y Braulio Saavedra, que proceden a asesorar en los aspectos de mejoramiento de la función policial, la actualización de los reglamentos, en la capacitación de los cuadros de mando, en la preparación de expertos en las distintas especialidades del servicio incluyendo la fiscal, aduanas y carcelaria y en la preparación de las unidades montadas, así como la graduación de los primeros “maestros de equitación” que tanto brillo le dieran a la policía.




“La alegría de hacer se asienta en sembrar, no en recoger”.

Se construyen nuevas sedes, se levantan las primeras casas fiscales, inician labores nuevas escuelas de formación, el deporte exalta a la imagen institucional tanto a nivel nacional como internacional, se crea el museo histórico y de armas, la Caja de Sueldos de Retiro es objeto de reestructuración total y, así, los cambios se extienden a todo el país, sedientos dentro de esa soberanía, en ajustar la vieja y militarizada institución, a los objetivos primarios de ella.

Gestión del señor Coronel  Saulo Gil Ramírez Sendoya

Durante los siete años que rigió los destinos de la Institución realizó una extraordinaria labor digna de admiración y encomio.

Una de sus grandes preocupaciones fue la educación y el establecimiento de una cultura policial,    por lo cual adoptó el lema “Educación sin pausa”; entre sus grandes ejecutorias se encuentra la creación de las Escuelas de formación Pedro de Heredia, en Turbaco; Eduardo Cuevas en Villavicencio y Carlos Holguín en Medellín; dio especial impulso a las especialidades de ferrocarriles, turismo, policía rural y seccional Gorgona; fundó los departamentos de Policía Tolima, Llanos Orientales y Chocó; impulsó las comunicaciones con la División de Transmisiones;  en el campo del bienestar social inició la construcción de colegios para los hijos de los policías y los clubes de agentes y oficiales, así como la clínica  materno infantil en Ibagué.

Su permanente preocupación por el bienestar de la Policía lo llevó a desarrollar  un extraordinario plan de vivienda en todo el país, para lo cual logró que el Instituto de Crédito Territorial  autorizara para la Policía Nacional, el 10% de los planes de vivienda a nivel nacional,  igualmente obtuvo financiación especial del Banco Central Hipotecario, Popular y otros más.  

Con cuotas iniciales bajas y con los recursos de los ahorros, cesantías y vacaciones, los funcionarios  uniformados y civiles de la Institución pudieron acceder a su vivienda.   El capitán Lino Arturo Girón Trujillo, encargado del desarrollo de los programas de vivienda en  la Caja de Vivienda Militar recuerda cómo en la época entre 1962 a 1966,  se entregaron  viviendas en Santa Marta, Barranquilla, Cartagena, Ibagué, Pasto, Popayán, Cúcuta, Neiva, Bucaramanga y Jumbo; en Bogotá, en el barrio Kennedy y cercanías de la Escuela General Santander, especialmente. Esta política permitió reducir los tiempos mínimos de servicio para adquirir vivienda pasando de 14  años a menos de 10 y en muchos casos de  a 5 años para agentes y civiles;  a esta importante obra contribuyó enormemente el  entonces coronel  Bernardo Camacho Leyva, Subdirector de la  Policía.

Durante su dirección se expidieron normas que estructuraron  definitivamente  la Policía Nacional como el estatuto orgánico y los reglamentos internos.  Se definió el fuero penal militar para la Policía Nacional, se creó la Academia Superior de Policía y se contrató una misión policial norteamericana.

Su elocuencia, la firmeza de carácter, sus modales finos y su talento policial caracterizan su paso por la Institución que forjó con sabiduría, entusiasmo y patriotismo.

El día 31 de marzo de 1965, siendo mayor general, entregó la Dirección General al señor brigadier general Bernardo Camacho Leyva, lleno de orgullo y de inmensa satisfacción personal e institucional.





Como reconocimiento a sus eximias ejecutorias y como merecimiento a su permanente entrega, constante trabajo y la dignidad con que desempeñó su cargo,  el Gobierno Nacional, a petición de la Dirección General de la Policía Nacional, le otorgó el grado de general,  insignias que le impuso el señor Presidente de la República Andrés Pastrana, en ceremonia especial realizada en el alma máter de la Institución, el día 16 de mayo de 1999.

Al año siguiente, 2 kilómetros antes de llegar a su finca de recreo en el municipio de Garzón, fue asesinado por narcoterroristas del frente 'Teófilo Forero' de las FARC.



Como homenaje  póstumo a su fecunda vida y a sus calidades policiales, el curso No. 076 de oficiales con inmenso orgullo bautizó su promoción con su nombre, y la Policía Nacional, para destacar su brillante paso por la Institución le colocó su ilustre nombre al auditorio de la Seccional de Estudios Superiores de  la Policía Nacional.

Otro interesante capítulo de su notable presencia en la vida nacional, fue su paso como gerente de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional (mayo 1971 a abril 1975), en la que puso todo su empeño  y capacidad reorganizando la estructura y planta de personal, logrando a su vez la terminación y puesta en marcha de la primera torre, Hotel Hilton, como propósito fundamental de su administración; su dinamismo y su don de gentes dejaron una honda huella en este Instituto que lo recuerda con gratitud.  En reconocimiento a su obra la Dirección General de CASUR el 24 de febrero de 1999, le impuso la Condecoración “CASUR” categoría Extraordinaria. 


Que las generaciones policiales honren su memoria y sigan su diáfano ejemplo, recordando con gratitud su ponderada obra.

Helmut Kohl anotaba: “Un pueblo que no conoce su historia no puede comprender el presente ni construir el porvenir”, y agregaba Henry Bergson:

“El presente solo se forma del pasado, y lo que se encuentra en el efecto estaba ya en la causa”.

Así, el pasado siempre estuvo presente, no se trate nunca de ocultarlo; se debe estudiar y mantener como una lámpara viva en la puerta del futuro para iluminarlo.

Dentro de las deudas la más sagrada es el reconocimiento: a los mandos que en ese pasado forjaron el presente, a quienes nos han precedido a las alturas celestiales y a quienes aún nos dan el gratísimo placer y honor de acompañarnos.

Fuentes consultadas:
Academia Colombiana de Historia Policial- Cuaderno histórico No. 8 de mayo de 2002, paginas 29-30, Intervención del señor mayor general (RA) Carlos Alberto Pulido Barrantes, Presidente de la Academia Colombiana de Historia Policial, en la sesión solemne en homenaje al extinto  señor general Saulo Gil Ramírez Sendoya, acto realizado en el auditorio de la Seccional de Estudios Superiores de  Policía “Sespo”, el día 14 de agosto de 2001.

Academia Colombiana de Historia Policial- Cuaderno histórico No. 14 de mayo de 2007 a mayo 2008- Discurso de orden pronunciado por el académico correspondiente Coronel Gilberto Fernández Castro, para ascender a miembro de número, ceremonia realizada en el auditorio “General Saulo Gil Ramírez Sendoya” en el Centro de Estudios Superiores de Policía, el día 26 de septiembre de 2007.

Fuentes electronicas consultadas:





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