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martes, 15 de mayo de 2018

“LA POLÍTICA EN LA POLICÍA NACIONAL”





POLICÍA Y POLÍTICA

Policía y política es buen tema para desarrollar en el este blog.  Excelente para una audiencia que ve a su Policía Nacional de Colombia como un Institución imparcial, justa y sometida al estricto cumplimiento de la ley. 

Por esos ideales ha luchado la humanidad desde muchos siglos atrás, y sin embargo, aún hoy, en pleno desarrollo del siglo XXI, ni las instituciones son absolutamente imparciales y justas ni el morbo político ha dejado de rondar por los lados de quienes ejercen autoridad tan noble.  

Creo no equivocarme al afirmar que, desde hace 39 años, la policía colombiana en su filosofía y en el conjunto de sus actuaciones ha sido fiel a los postulados universales que inspiraron la creación de estos cuerpos.

Repasando la historia y el proceso y desarrollo de los policías, podemos aprender, y hemos aprendido muchísimo de las experiencias ajenas, pero considero que debemos hacerlo estudiando nuestras primeras experiencias, que son valiosas para nuestro futuro.

Para empezar quiero recordar que en Roma, 500 años antes de Cristo, durante la primera república se organizó quizá una inicial institución que debía encargarse de la vigilancia, constituida por funcionarios que se llamaron ediles, a quienes se encomendaron importantes funciones, consideradas hoy como el legítimo antecedente de la policía contemporánea, pues sus obligaciones consistían en: “… la vigilancia diurna de los sitios públicos, de los edificios privados y especialmente de los edificios sagrados para lo cual recorrían las calles y las plazas, visitaban los baños públicos, los juegos y las competencias atléticas restableciendo, si era el caso, el orden y la moralidad sin valerse de fuerza distinta a la que su dignidad les confería…”, dice Alvaro Castaño Castillo y agrega en su libro la policía su origen y su destino:” se considera que el sistema de los ediles constituyó el primer movimiento defensivo de la ciudad social contra la extralimitación de los ciudadanos”.

Busto del emperador Augusto
El emperador Augusto que llegó al poder 27 años antes de Cristo encontró un cuerpo de ediles en decadencia y para rodearlos de mayor respeto y dignidad asumió personalmente esas funciones que más tarde delegó a un cuerpo de magistrados integrado por senadores y cónsules  a quienes dio el nombre de Prefectus Urbi.  El desarrollo que en tiempos de Augusto tuvo la policía fue muy significativo, no solo en adelanto material y de comodidad para sus integrantes sino en el interés que puso en la escogencia y preparación de los funcionarios que necesariamente debían ser ciudadanos libres y no esclavos como hasta pocos años antes había sucedido.

Muerto Augusto, la institución fue perdiendo importancia en cuanto a la seguridad  de los ciudadanos y la tranquilidad de las ciudades, y finalmente, en tiempos del emperador Tiberio que sucedió a Augusto, empezó a ser utilizado este cuerpo tutelar para fines de carácter político; el emperador se sirvió de ella para contrarrestar la sigilosa intriga de sus enemigos político y los laboriosos funcionarios se tornaron en espías dirigidos desde el palacio imperial.  

Emperador Tiberio
Este episodio, afirma con razón el doctor Alvaro Castaño Castillo, significaba la primera invitación que se hacía a un cuerpo tutelar, para que desviando su vocación se convirtiera en parcial instrumento al servicio de mandatarios sobresaltados: la policía, ya lo veremos, presentará siempre a través de su historia, esta dualidad inquietante.  

En los regímenes ordenados será un cuerpo austero civilista y tecnificado, en los regímenes espurios o deleznables será una maquinaria de persecución.  “Este tipo de gobierno dirá invariablemente a la policía que su esencial encargo, el orden está garantizado con la supresión de las personas y las instituciones adversas a la paz pública y a la seguridad del estado.

Partiendo de este antecedente sin duda significativo, adentrémonos en nuestra historia que abunda en ejemplos de esta naturaleza, los cuales han ocasionado a la institución y al país serios problemas manchando el nombre de un cuerpo que debe tenerlo inmaculado, poniendo en grave peligro la tranquilidad pública y destruyendo con intervalos muy cortos, y varias veces la organización policial de Colombia.
Libertador Simón Bolivar

Limitémonos, entonces, a la historia de nuestra centenaria institución nacida en 1891 ya que antes de esa fecha no existió en el país un cuerpo policial estructurado.  El servicio, muy deficiente, se prestaba por funcionarios mal pagaos y peor entrenados y en muchas ocasiones por miembros de las milicias nacionales o pertenecientes al ejército; era tal la poca importancia que se daba al servicio. 

Como cosa anecdótica, recordemos que el propio Libertador Simón Bolivar en 1827 al expedir una serie de normas sobre policía estableció que los vagos podían ser condenados al servicio de policía a ración y sin sueldo.

En poblaciones pequeñas y en los campos el servicio se prestaba por ciudadanos de alta conciencia cívica, de excelente conducta y con detallado sentido de cooperación que desempeñaban gratuitamente  los cargos de comisarios de vereda haciendo su trabajo con honradez y orgullo y siempre con innegable eficacia.  Eran colaboradores con los alcaldes e inspectores de policía que los distinguían mediante el nombramiento, por el cual les conferían una autoridad delegada de la cual muy pocas veces abusaron.

POLICÍA NACIONAL

Comisario Juan Marie Gilibert
Fundada  la policía nacional en 1891y organizada como fue por el Cimisario Especial Juna Marie  Gilibert, inició tareas en enero de 1892 bajo un reglamento claro, severo, que completó todos los servicios que debían prestarse y la formación de quienes fueran incorporados. 

Sabias disposiciones las de este reglamento que se preocupó, expresamente, de la rectitud, la imparcialidad, la honestidad y la manera de prestar el servicio que diera a los ciudadanos la seguridad y a las autoridades la certeza de la justicia y la imparcialidad que debían ser columnas básicas para obtener el respeto y la obediencia de los ciudadanos a las órdenes y consejos que los policías dieran en el correcto desempeño de sus funciones.

La policía se iniciaba bajo un gobierno conservador y el señor Gilibert se vio precisado a incorporar a su reglamento que quienes ingresaran a la policía, en cualquier categoría, debían expresar claramente su filiación política.  

Así lo expresó claramente el reglamento expedido por el ministro de gobierno el 12 de diciembre de 1891 que dice: 

Articulo 166.- Juramento. –Cada uno de los empleados de la Policía Nacional deberá presentar el juramento profesional y político (óigase bien, político) antes de entrar en el ejercicio de sus funciones".  

La fórmula será: juro cumplir puntualmente las órdenes que me imponen los reglamentos del cuerpo de policía nacional y servir con fidelidad al gobierno.  “Como puede presumirse, todos los que entonces, ingresaron a la institución fueron sin duda alguna de la filiación del gobierno, es decir, conservadores.


Ver video sobre la génesis de los partidos politicos en Colombia

¿Por qué nació nuestra institución tan desviada de su destino desde el mismo día de su creación?  

No fue solamente porque se considerara que esa debería ser la esencia del cuerpo sino porque la república vivía tormentosos momentos que originaban guerras civiles entre los dos bandos políticos, que desde el mismo día de la independencia tan marcado nuestro doloroso destino. 

Lógico parece ser que en tales circunstancias se exigiera a quienes ingresaran a un cuerpo que, aunque de naturaleza civil como lo han sido desde el primer día de la policía colombiana, de todas maneras constituían una fuerza que podía ser utilizada en cualquier momento por el gobierno para defenderse de los ataques armados de que fuera objeto, como se demostró durante las guerras de 1895 y 1899, cuando por primera vez la policía fue incorporada al ministerio de guerra.

Con el triunfo del gobierno la paz se consolidó después de la guerra llamada de los“Mil días”.  La policía inició en firme la organización que debía llevarla al sitio que hoy admiran, no sólo los colombianos, sino los países de más avanzadas técnicas en estas materias.  


Ver video sobre la guerra de los Mil dias

Pero el recorrido no ha sido fácil, los avances de la primera mitad de esta centuria, fueron lentos y difíciles.  Se carecía de experiencia en todos los campos, los presupuestos siempre eran deficientes, no permitían un avance significativo en las diferentes áreas y la política siempre jugaba un papel muy importante en la escogencia de los directores, de los mandos, y aun del personal de vigilancia y de administración.

PRIMERA CRISIS

Con todo, los primeros 30 años del siglo XX, la policía alcanzó un grado de madurez y de eficiencia, pese a la pobreza de su presupuesto y a la deficiencia de los recursos humanos carentes de educación adecuada, mal pagados y mal entrenados.  A pesar de tales inconvenientes y a la composición, sin duda conservadora de sus integrantes, al sucederse el cambio político en el gobierno con la llegada al poder del partido liberal en 1930, la policía merecía que se le respetara en sus programas y en muchos de sus hombres.  

Dice el doctor Castaño Castillo y agrega… “No porque fuera en modo alguno una institución perfecta.  No estaba desectarizada totalmente; sus funcionarios no habían alcanzado el grado de cultura que hoy se les exige como atributo imprescindible y a ello se debía la rudeza con la que se expresaban muchas veces.  Pero no era un cuerpo obsesionado por la política. Comenzaba además a tecnificarse.  Estos aspectos han debido suscitar al nuevo gobierno por lo menos una comparación entre los miembros de la policía existentes y quienes, con el ánimo de entrar en ella, rodeaban ostentosamente al partido político triunfante… La policía supo entonces que los cambios de administración sí eran decisivos para su vida institucional y que no había estabilidad profesional cuando el escalafón se conmovía tan bruscamente.  

Presidente Enrique Olaya Herrera
Continúa el doctor Castaño “De todas las provincias salía una caravana de gentes que traían bajo el brazo los certificados encomiásticos de los jefes locales de su partido en los cuales se aludía especialmente a su actuación en el pasado debate electoral… desde entonces, y por espacio de por más de 10 años, circularon profusamente en las oficinas de la policía nacional esos expedientes llamados en lenguaje ordinario “cartas de recomendación”, muchas de ellas suscritas en papel sellado y elevadas al carácter solemne de certificados… se hacía acto de fe política para entrar a una institución que se reputaba apolítica, no solamente en cuanto a sus funciones, sino también al carácter de sus funcionarios, a quienes, en virtud de la ley 72 de 1930 suscrita por el presidente Enrique Olaya Herrera, se había suprimido el derecho al sufragio.  Este hábito fue prohijado, en forma maliciosa, por destacadas figuras de la política nacional, quienes estaban en la obligación de conocer el fundamento administrativo y no sectario del servicio de policía”.

Sucedió entonces la primera crisis política que determinó la sucesión de los comandos, la incorporación masiva de quienes presentaban constancias de haber sido luchadores infatigables en la contienda electoral y que, además, eran avalados por los directorios políticos.  Con esas gentes se sustituyó casi la totalidad del personal uniformado y aun administrativo causando traumatismos en la institución y en el país, que podemos considerar como la primera crisis sufrida por la policía por aspectos políticos.

 Reemplazado el personal de la policía por quienes se decían sostenedores del nuevo régimen, se pensó que era necesario instruirlo adecuadamente y para el efecto se contrató una misión de carabineros de Chile que llegó al país a mediados del año de 1936 y de inmediato se dio a la tarea de instruir, organizar y disciplinar a quienes entonces prestaban sus servicios.  

integrante de la Misión Chilena

Fue ésta, sin duda, la etapa que logró avances significativos entre los cuales se cuenta principalmente la creación de la Escuela de Policía General Santander cuya construcción se inició de inmediato habiendo sido terminada casi totalmente en 1940.  El 16 de mayo de ese año inicio labores con cursos de cadetes aspirantes a oficiales, agentes para ascenso a suboficiales y aspirantes a agentes y detectives.





































Fotografías que muestran el devenir historico sobre la creación de la Escuela de Policía General Santander 

Es indudable que esta etapa, bajo la dirección de los chilenos, fue la base para el desarrollo posterior de la institución, la simiente que habría de conducir a la seriedad de unos estudios que constituirían, como constituyen hoy, el éxito en la formación de todas las escalas de la jerarquía policial.  Hay que reconocer que durante el periodo de la influencia de la misión chilena no se habló de políticas de partido aunque en las altas esferas institucionales sí se seguía pensando más en las lealtades al régimen que las debidas al pueblo, a las autoridades y a las leyes de la república.

Alfonso López Pumarejo
Así estaban las cosas cuando subió al poder por segunda vez el doctor Alfonso López Pumarejo.  Sus partidarios que eran muchísimos, alborozadamente hacían ostentación de sus simpatías políticas y de su apoyo irrestricto al gobernante, sin disimular sus recelos de quienes permanecían en la burocracia oficial y, particularmente, miraban con preocupación a quienes en la policía consideraban como antipapistas o concretamente afectos al doctor Santos que había entregado el poder el 7 de agosto de 1942.  La policía fue una de las instituciones que más sufrió en su estructura. Los altos jefes policiales fueron dados de baja a los pocos días de acceder al poder el doctor López.

SEGUNDA CRISIS

En agosto de 1942 el nombramiento del director de la policía recayó en un ciudadano liberal, lopista y sectario llamado José María Barrios Trujillo, que desde el primer día de su posesión dejó conocer sus intenciones de “sectorizar” la Policía, prescindiendo para ello de quienes no fueran partidarios reconocidos del nuevo presidente.  
Doctor. José María Barrios Trujillo
Director de la Policía Nacional
11 agosto 1942 - 25 agosto 1943

No importaba que fueran ciudadanos de la más alta estirpe liberal, honestos y capaces para el desempeño de los cargos que ocupaban.  El lopismo, que no el liberalismo, se apoderó de todas las palancas del mando y se dedicó a escudriñar quién o quiénes pudieran estar en desacuerdo con las nuevas políticas llegando a pensar en conspiraciones inexistentes para derrocar al gobierno.  Uno de estos episodios tocó a la policía en forma dramática y la enfrentó abiertamente al ejército con el cual desde muchos años atrás se conservaban buenas relaciones.

En efecto, se escogió como jefe de vigilancia o subjefe a un coronel del ejército en servicio activo, que hacía demostraciones visibles de liberalismo y de lopismo a toda prueba.  Aspiraba el citado oficial a ganar méritos para obtener su ascenso a general.

No dudando en comprometerse en la más alocada carrera para descubrir lo que se llamó la conspiración del general Bonitto, conspiración a la cual pertenecía, según afirmaban, el conocido boxeador Francisco A. Pérez alias “el Mamatoco” quien, por frecuencia los cuarteles y aprovechaba para repartir una hoja o periodiquín que él editaba en el cual hablaba del mal gobierno.  La conspiración realmente no existía, pero quienes decían saber algo sobre ella comprometieron al gobierno fomentando en los altos círculos oficiales el temor, no sólo a la pérdida del poder sino a la posibilidad de que quienes ocupaban altos cargos pudieran ser víctimas de un atentado personal.


Así publicó la prensa capitalina,
el asesinato del boxeador "Mamatoco".
Fotografia tomada de: 

Parece ser cierto, según lo relata un alto funcionario que participó en algunas reuniones, que en aquella se habló o se convino en la necesidad de suprimir a quien se considerara capaz de llevar a cabo el acto criminal.  Mamatoco fue señalado por su ascendiente sobre sus amigos policías y la persona de menos importancia social y política.

El 14 de julio de 1943 fue encontrado desangrándose el cuerpo moribundo de Mamatoco que había recibido cerca de 14 puñaladas por la espalda, a mansalva y sobre seguro.  Los autores materiales según lo comprobó ampliamente la investigación, fueron 3 miembros de la policía en servicio activo. 

El teniente Santiago Silva, y los agentes Bohórquez y Avala fueron comprometidos para el acto criminal por el mayor Luis Carlos Fernández Soler, quien ejercía como comandante de la división de policía inmediata al palacio presidencial en la calle 8 con carrera 7.  Menos de un año antes de haberle iniciado la persecución política a los no lopistas en la policía la situación hizo crisis y se presentó uno de los desastres más grandes que la institución ha afrontado en su ya centenaria existencia. 
 
En la foto de arriba aparece el ex teniente Silva Silva (der.) con el investigador Castro Medina durante la reconstrucción del asesinato de Francisco A. Pérez, alias “Mamatoco” .
El 31 de agosto eran dados de baja el único teniente coronel y todos los mayores comandantes de división sin otra disculpa sino la necesidad de depurar la institución a la cual se consideró como incapaz, deshonesta y criminal.  No hubo investigación previa ni sindicación alguna que comprometiera los mandos.  Solo un comandante aparecía responsable del criminal atentado, pero ante el hecho político tan costoso era necesario tranquilizar a la población condenando a toda una institución que por más de 50 años había dado muestras de servir abnegadamente.  La policía le había hecho el 14 de julio el más grave daño a los colombianos: había desmoralizado a toda una institución y a sus componentes que avergonzados hicieron esfuerzos para demostrar su honestidad y su inocencia.

¿Por qué este hecho se señala como el más grave sufrido por la policía en 50 años de vida?  

Sencillamente porque rompió los diques que se había formado para encausarlo.  Los mandos fueron entonces entregados a oficiales del ejército, muy distinguidos, pero sin preparación para dirigir la policía, y de contera, se valió de un curso de abogados para hacerlos los comandantes en un periodo irrisorio de 3 meses.  Este hecho aumentó la desmoralización y rebajó notablemente la disciplina.  La política cobró fuerza y pese a los esfuerzos realizados por la escuela General Santander y la nómina de profesores llevados para orientar los futuros oficiales, los resultados aparentemente buenos no fueron suficientes.
           
TERCERA CRISIS

Doctor Mariano Ospina Pérez
Pocos años después en 1946 el partido conservador volvió al poder con el doctor Mariano Ospina Pérez como presidente.  Se repitió, entonces lo acometido en el año de 1930, aunque con menor gravedad ya que no se tocaron los mandos sino el personal subalterno, concretamente los agentes, no porque se retiraron los viejos servidores sino porque se buscó mantener un equilibrio político incorporando conservadores al escalafón de agentes. 

El reclutamiento se realizó principalmente en regiones de reconocida fe y disciplina conservadoras, naturalmente con la preocupación y la alarma de quienes se consideraban como candidatos a ser desplazados por sus creencias.

La política volvió a los propios cuarteles y se inculcó en la ciudadanía la certidumbre de que toda la policía estaba siendo vertiginosamente reemplazada por personal conservador cuando la realidad era muy distinta ya que apenas en 2 años se habían incorporado no más de 1000 agentes y ello sin reemplazar personal en servicio.  

Naturalmente los partidos se defendían por la prensa y la radio y nació entonces el remoquete de Chulavitas como referencia a una región del departamento de Boyacá, con vieja estirpe conservadora. El gobierno destruía tal vez sin proponérselo una policía que estaba apenas iniciando su capacitación después del colapso de 1943 y que, pese a sus antecedentes políticos había logrado que ello no se reflejara en el servicio.  Así lo había demostrado inequívocamente en las elecciones del 5 de mayo que determinaron el regreso del partido conservador al poder y además, así lo había reconocido el nuevo gobierno al afirmar que no alteraría la composición del cuerpo ni en sus sistemas, ni en sus programas, ni en sus hombres.

La policía apenas tenía tres años, desde el día que hubo de afrontar el sacudón de la baja de sus comandantes, con el pretexto de la corrupción que se dijo la estaba destruyendo y que no era tanta para justificar la insensata medida. 

Y esos 5 años en que había logrado adelantos indiscutibles no fueron suficientes para acabar de formar la conciencia justa, imparcial, recta y apolítica que le permitiera resistir la arremetida que por el lado del partido político triunfante se hiciera para equilibrar, con personal decididamente partidario del gobierno, el peligro que se creía representaban los viejos policías.  Naturalmente se agudizó la lucha y quienes se consideraban candidatos para ser reemplazados se aferraban a sus creencias y a los políticos de sus simpatías para sostenerse en sus posiciones, se sentían,  no sin razón, perseguidos y sin la confianza que debían tener en ellos sus jefes a quienes respondían con desconfianza y recelo.

Así estaban las cosas cuando el 9 de abril de 1948, a la una de la tarde, fue asesinado el doctor Jorge Eliécer Gaitán, jefe indiscutible del partido liberal, tribuno popular y poderoso jefe a quien seguían fervorosamente las masas y con ellas un altísimo porcentaje de miembros de la policía.  
Jorge Eliécer Gaitán

El caos se apoderó del país, muchas emisoras de radio en manos de los dirigentes revoltosos difundían consignas al pueblo con el fin de revocar al gobierno; hasta se llegó a afirmar que el doctor Gaitán había sido asesinado por la policía lo cual contribuyó a exasperar los ánimos en las filas de la institución donde muchas unidades de oficiales y tropa no dudaron en sublevarse y lo hicieron ingresando con las armas oficiales a las huestes populares que enardecidas e incitadas por las arengas de las emisoras rebeldes, iniciaron el saqueo del comercio y de las oficinas gubernamentales que fueron destruidas e incendiadas así como lo fue la resistencia de la Nunciatura Apostólica.  Bogotá, la ciudad más afectada por la revuelta que se atribuía a la influencia comunista, fue por pocas horas sede de una junta revolucionaria que se instaló en la 5 división de la policía, junta que integraron, entre otros, el propio Comandante, el Capitán Tito Orozco Castro y el ya fallecido presidente de cuba Fidel Castro que por esos días se encontraba haciendo proselitismo en el país.
  
La Policía Nacional no tenía ni mucho menos el poder que hoy ostenta, las policías de los departamentos, aunque se denominaban nacionales, eran simples organizaciones desarrolladas por los gobernantes y alcaldes y todas de sabor estrictamente político.  El personal nacional, que en un porcentaje muy alto faltó a sus deberes, originó con su actitud que a los pocos días de los luctuosos y terribles hechos que costaron muchísimas vidas e incalculables daños a la economía, se dictara una norma ordenando la baja de todo el personal uniformado.  Fue una injusticia grande por cuantos muchos, no solo quienes habían sido recientemente incorporados, sino viejos servidores fieles y honestos, se mantuvieron firmes en sus principios y en sus obligaciones, haciendo primar sobre sus sentimientos la lealtad a la institución y al país.  Más claramente, muchísimos liberales en las filas observaron una conducta que nada podía tacharse de subversiva.

Debe anotarse que la decisión no solo fue por causa de la política, falló el mando de las unidades pues muchas carecieron de comandantes suficientemente capaces.  Estaban bajo el mando de abogados comandantes de aquellos que en 1943 fueron incorporados a la policía como consecuencia de la crisis que desató el asesinato de “Mamatoco”.  Quizá otra hubiera sido la actitud de la policía el 9 de abril si aquellos oficiales dados de baja injustamente en 1943, hubieren estado al frente de las unidades que destacaron.

RENACIMIENTO FRUSTRADO                    

La Policía Nacional fue liquidada.  Por decreto de estado de sitio se ordenó el licenciamiento indiscriminado de todo el personal.  Sólo muy pocos oficiales continuaron en servicio activo entre los cuales los que estaban de planta en la Escuela General Santander el día fatídico del 9 de abril y también los que habían defendido valientemente las instituciones fuera de la ciudad de Bogotá.

Era necesario instruir una nueva policía, para el efecto se incorporaron a la Escuela General Santander tres compañías de ejército con sus mandos completos para ser instruidos en las labores policiales.  Se  dio, a los oficiales de planta, la responsabilidad total de perfeccionar los programas y dictar las conferencias para instruir tanto a oficiales, suboficiales y a soldados.  Clases intensivas, académicas permanentes, titánicos esfuerzos de profesores y alumnos permitieron que, a los pocos meses, ese personal iniciara tareas policivas en Bogotá.  

Para satisfacción de quienes orientamos ese personal militar puede asegurarse, sin equivocación, que aquellos militares transitoriamente trasladados a tareas policiales ejercieron sus funciones con lujos de eficiencia, con honestidad y con patriotismo ejemplares.  La naciente policía arrancó con un panorama despejado y con inmenso interés de alcanzar cuanto antes las metas que les permitieran la reestructuración de un servicio ejemplar que correspondiera a la política y filosofía de la Escuela General Santander.

Cuando las necesidades del escalafón militar demandaron los traslados de quienes estaban en el servicio de policía, fueron reemplazados por personal que no hizo ningún curso, ni recibió instrucciones algunas para el desempeño de sus nuevas tareas.  Los relevos se hicieron, no con el espíritu de continuar las tareas que se habían iniciado exitosamente sino como si se tratara del relevo normal  de una unidad militar a otra.  Esa equivocación empezó a desmejorar notablemente el servicio.  

Simultáneamente se llamó a desempeñar los cargos de oficiales de policía a personal militar de esa categoría política.  Se empezó, entonces, a inculcar nuevamente la política a una institución que había fallado y había sido liquidada, precisamente, por su adhesión a unas ideas políticas incompatibles con la imparcialidad que debe mantener el servicio policial.

Dentro de los que fueron llamados al escalafón de la policía hubo excelentes oficiales de meritoria trayectoria, inteligentes, respetables y dignos.  Sin embargo fueron más aquellos a quienes solo importaba su nueva posición para hacer maquinaciones políticas, que marcaron una época que no solo manchó a quienes obraron de esa manera sino que perjudicó notablemente al gobierno que pretendía defender y servir.  El 6 de septiembre de 1952, se realizaron las exequias de varios policías cruelmente  asesinados por bandas opositoras al gobierno; en el cementerio central se pronunció un discurso que enardeció los ánimos de los asistentes que determinaron la realización de una manifestación que se dirigió al centro de Bogotá.   La manifestación estaba conformada, en una inmensa mayoría, por personal de la policía en vestido de civil y notoriamente respaldada por mandos institucionales, manifestación que culminó con graves desórdenes que destruyeron e incendiaron los edificios deldiario El Tiempo y El Espectador y las residencias de Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo.





fotografía tomada de:



Teniente General Gustavo Rojas Pinilla
13 de junio de 1953-10 de mayo de 1957
No hay duda de que los disturbios, los atropellos permanentes y los actos arbitrarios en los cuales intervenía la policía y las agencias de inteligencia, abiertamente fueron determinantes para que el 13 de junio de 1953 asumiera la presidencia de la república el teniente general Gustavo Rojas Pinilla, comandante de las fuerzas militares que precisamente en la mañana de ese día, había sido dado de baja por el Presidente Laureano Gómez inmediatamente después de haber asumido nuevamente el cargo, desplazando al primer designado, el doctor Roberto Urdaneta Arbeláez, que lo ocupaba por enfermedad del titular.

La policía ya absolutamente política en sus ideas y en sus actuaciones, fue sin duda, en gran parte, determinante de la caída del gobierno.  Tengamos en cuenta que por segunda vez, en menos de 10 años, la Policía contribuía con sus equivocadas acciones a la caída de dos gobiernos, uno liberal en 1944 y otro conservador en 1953.


 Una de las primeras medidas del nuevo gobierno, fue la incorporación de la policía al ministerio de guerra para ejercer sobre ella un mejor control ( según Decreto 1814 de 1853).  Esa decisión fue para la policía de importancia indudable porque con ella se inició una reestructuración que aclaró los escalafones, dio de baja a quienes no merecían pertenecer a la institución, niveló los salarios y dignificó, de muchas maneras, la profesión que resurgía pronto con renovado prestigio.  Puede afirmarse que en el gobierno del general Rojas Pinilla la policía alcanzó el adelanto y la posición que nunca antes había logrado.




  VUELVE LA POLÍTICA                                    

Apenas tres años de revitalización volvió la política a mezclarse en asuntos policiales.  La institución, quizás por sus funciones o por su cercana dependencia del gobierno, es llamada frecuentemente a cumplir funciones muy diferentes a las que las leyes le señalan.  Así sucedió cuando, con el pretexto de respaldar al gobierno y protegerlo de enemigos no siempre reales, quienes manejaban los destinos policiales, que no eran profesionales de la institución sino de las fuerzas militares, unos en servicio activo y otros en retiro, incorporados estos al escalafón de oficiales de policía, vincularon la policía a no solo hecho hechos ajenos a ella,  sino abiertamente contrarios a garantizarles ni conservadores sino convertidos en irrestrictos partidarios del Tieniente General Rojas Pinilla, se mezclaron en actuaciones reprobables que en muy poco tiempo se consideraron como caída y consecuente retiro del Presidente de la República el 10 de mayo de 1957.  En su reemplazo el país fue gobernado por una junta militar designada por el presidente e integrada por 5 generales, la cual propició el retorno de la actividad democrática convocando un plebiscito y más tarde unos comicios para elegir el Presidente que asumiría el cargo a partir del 7 de agosto de 1958.

LA POLICÍA AL FIN RESPONSABLE

 Desde su creación la policía fue manejada por abogados, ingenieros, políticos, oficiales del ejército en actividad y retiro.  Unos lo hicieron con fortuna y condujeron exitosamente el desarrollo de las labores de policía, otros no tanto porque la política que practicaron prevaleció sobre los principios.


El 2 de mayo de 1958, tres días antes de celebrarse los comicios para elegir al presidente, estalló una revuelta de la policía militar que bajo órdenes de su comandante el coronel Gómez apresó en la madrugada a 4 de los generales de la junta militar.  El vicealmirante RubénPiedrahita, quien logró evadir los revolucionarios, llegó al palacio presidencial y desde allí dio las órdenes para restablecer la normalidad.
Vicealmirante Rubén Piedrahita Arango

La Policía Nacional aunque no tuvo una activa participación, si se vio comprometida en estos hechos.  El Director General, coronel del ejército y el Comandante de la Policía de Bogotá, también oficial del ejército en servicio activo, se comprometieron con el golpe pero en forma pasiva.  Unos pocos oficiales subalternos también fueron revolucionarios de forma pasiva.  Como era natural después de pasado el debate electoral que dio el triunfo al doctor Lleras Camargo, el gobierno abocó el problema de la policía que constituía uno de los puntos neurálgicos que debía resolverse con urgencia.  

Para efectos, el 8 de mayo se reunió en pleno la junta militar en asocio con los ministros de gobierno y de guerra con el fin exclusivo de resolver qué podía hacerse con la policía.  

El señor Teniente Coronel Bernanrdo Camacho Leyva tuvo la fortuna de estar trabajando en las dependencias de la presidencia y por tal razón fue convocado a las deliberaciones de la junta, en donde se le preguntó qué consideraba que debía hacerse con la policía para encauzarla por el camino verdadero.  Por ser, desde siempre, partidario de que la policía debería manejarse por sus propios hombres, no vaciló un instante en afrontar la situación francamente y expresarle a la junta que en todas las crisis padecidas por la institución,  sus directores desde su fundación habían sido ajenos a la profesión y que en su concepto la única salida lógica para la crisis era entregar la responsabilidad de los mandos a los propios oficiales de la policía y señaló cómo el indicado debía ser el más antiguo del escalafón que lo era entonces el coronel Saulo Gil Ramírez Sendoya.  


La junta oyó su propuesta y otras opiniones que consideró y consultó y en la tarde de ese 8 de mayo de 1958 el teniente coronel Ramírez fue nombrado como nuevo Director de la Policía Nacional.

Esta sabia decisión provocó entusiasmo en las filas policiales y despertó el inmenso deseo de corresponder no solo a la confianza del gobierno sino la esperanza de quienes anhelaban una policía eficaz, imparcial y justa.  

De ese 8 de mayo arranca la verdadera organización de nuestra policía actual que cumple ya 60 años ( desde 1958 a 2018) sin tropiezos que obstaculicen su desarrollo, lo que constituye sin duda una consolidación definitiva.  Los servicios se hicieron más eficaces, la política ha sido totalmente erradicada y hoy solo se tiene en cuenta la conducta, la capacidad y el desempeño de las funciones como elementos catalogables para la calificación que debe llevar al funcionario a mejores posiciones.

Puede decirse que la institución y sus integrantes han seguido los lineamientos trazados por el doctor Alberto Lleras Camargo, en célebres conferencias a los oficiales de las fuerzas armadas, pocos días después de haber sido elegido Presidente de la República.  

doctor Alberto Lleras Camargo
Dijo entonces: “La política es el arte de la controversia por excelencia, la milicia es de la disciplina.  Si las fuerzas armadas entran a la política y a la dirección de gobierno, entran inevitablemente a la disputa sobre si el gobierno es bueno o es malo.  Inmediatamente se forma un partido, el suyo, y el otro, el adversario del gobierno.  Dividen a la nación en vez de unificarla.  Es que aún con las mejores intenciones, no se puede gobernar a gusto de todos.  Eso es contrario a la naturaleza de las cosas.  Y el prestigio que cae sobre el gobierno no puede caer sobre una institución armada sin destruirla.  Cuando las fuerzas armadas entran en la política, lo primero que se quebranta es su unidad, porque se abre la controversia en sus filas.  El mantenerlas apartadas de la deliberación pública, no es un capricho de la constitución sino una necesidad de su función.

 La política institucional iniciada en 1958 ha dado sus frutos y frutos buenos.  Colombia cuenta hoy con una policía ajena a la política y garantía para todos los ciudadanos.  Contempla un formidable desarrollo, es capaz, es efectiva y sobre todo apreciada.   

Dios quiera que no vuelva a tentarla  la política y que continúe alejada de la influencia de políticos que siempre anhelarán atraerla a sus toldas.  

Estos son los deseos del país y de todos los servidores de la Policía Nacional de Colombia.

Fuentes electronicas consultadas:

Fuentes documentales consultadas:
Academia Colombiana de Historia Policial- Cuaderno histórico No. 5 de mayo de 1999, paginas 47-59, Conferencia pronunciada por el señor mayor general Bernardo Camacho Leyva (q.e.p.d), el día 5 de agosto de 1997.

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