«La historia es la maestra de la vida; en ella se reflejan todas las realizaciones del género humano y de las instituciones. Con la historia entendemos la evolución de la humanidad, y bebiendo de la fuente inagotable de sus experiencias evitamos incurrir en errores y podemos planificar el futuro».
Considero de vital importancia compartirles en el blog las reminiscencias que escribió para el año 2007 el entonces Coronel (RP) Rodrigo González Herrera, sobre el “Perfil histórico del suboficial de la Policía Nacional de Colombia”. el cual cita lo siguiente:
“…La Policía Nacional de Colombia es un cuerpo civil armado adscrito al Ministerio de Defensa con características muy particulares, cuya función esencial es la salvaguarda de la tranquilidad y seguridad ciudadana con base en las variables delincuenciales de momento.
El personal que compone dicho cuerpo lo integran hombres y mujeres; no uniformados y uniformados en los niveles de oficiales, suboficiales, nivel ejecutivo y agentes.
La historia policial que todos conocemos tuvo origen en el año de 1890, en virtud de la Ley 23 que dispuso la creación de un Cuerpo de Policía sustentado en normas jurídicas en cuanto a su esencia y finalidad, para hacer diferencia entre los funcionarios policiales y militares. Su gran promotor fue el Comisario Juan María Marcelino Gilibert, quien en 1891 y bajo los derroteros del Decreto 1000, organizó la Policía Nacional de Colombia. Sin embargo, la mencionada disposición, en su Artículo 2º, al señalar el personal que habría de integrar la naciente Institución, determina las jerarquías, de comisarios de tercera clase, oficiales auxiliares y agentes, pero no hace alusión taxativa a suboficiales. Deduzco, entonces, que el señor Gilibert la conformó sobre los lineamientos franceses y que los comisarios en alguna de sus categorías podrían asimilarse a la de suboficiales.
En los años 95 y en el 99 del siglo XIX se desencadenaron episodios graves de contiendas políticas y la Policía volvió a desintegrarse o distorsionarse. Durante el primer gobierno del doctor López Pumarejo se expide el Decreto 1715 de 1936, que en su Artículo 8º determina el escalafón de jefes, oficia- les y suboficiales y que los ascensos se producirán exclusivamente dentro del personal en servicio de conformidad con los requisitos que establecieran los reglamentos. Así mismo, dispuso que el Gobierno estableciera la escuela o escuelas de la Policía Nacional necesarias para atender a la formación de los oficiales, suboficiales y agentes, como también del perfeccionamiento del personal en servicio; al efecto y, como aspecto vital, dicta el Decreto 1277 de 1937 que crea la Escuela General Santander para la formación y perfeccionamiento del personal en referencia.
El término suboficial lo define el Diccionario de la Lengua Española como categoría militar, en la que se incluyen los grados correspondientes entre los de oficial y los de tropa. Categoría creada para atender al Servicio Administrativo de cada compañía o unidad equivalente y asumir de ordina- rio al mando militar de una sección o pelotón. Pero encuentro, también, que en el Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual de Guillermo Cabanellas, se define como: «categoría militar comprendida entre el grado de oficial y las clases de tropa».
En la formación de la voz que expresa la suboficialidad, concede una completa equiparación con la de oficialidad; pero en un plano jerárquicamente subordinado, tácticamente inferior y económicamente menos remunerado.
La profesionalidad, el gran conocimiento de la vida militar (quizá más elevado en cuanto a la tropa en la suboficialidad, por la convivencia mayor con ella) y el espíritu de cuerpo igualan a los militares de la clase media y de la superior en la milicia. La institución del suboficial se realizó en España en 1912.
Desde luego, se percibe o infiere que estas definiciones corresponden al suboficial de ejércitos regulares. Y, si bien es cierto que en algunos aspectos es correlativa con la de suboficial de la Policía, como en lo relativo al mando, al instructor y a la categoría en la cual se incluyen los grados establecidos entre los de oficial y los de tropa, también es evidente que en muchos más es discordante, como en la formación profesional, en su carácter civilista, en sus funciones y en su finalidad.
Precisamente, quizá la Policía en algunas oportunidades del pasado tuvo muchos tropiezos en su desarrollo y consolidación, por lo que nuestros legisladores hacían una simbiosis de estas dos profesiones.
En efecto, la distinción de la Escuela Gonzalo Jiménez de Quesada, como Alma Máter de la suboficialidad policial, data de 1958, mediante Resolución No. 0995 del 19 de abril, acto administrativo en el que se clasifican los diferentes niveles de formación y capacitación para la Policía Nacional, pues una cosa es la formación básica para poder ejercer la profesión de agente de Policía y otra muy distinta, pero en todo caso complementaría, es la capacitación, entrenamiento y actualización como parte constitutiva del desarrollo profesional, de los mandos medios de la Institución, es decir de los suboficiales.
En el año de 1942, se dicta una disposición de mucha importancia como lo fue el Decreto 1360, el cual reglamentaba el escalafón de los oficiales y suboficiales de la Policía Nacional y determinaba el procedimiento para hacerlo y, lo más importante, el Artículo 36 establece que para ser suboficial y por tanto para figurar en el escalafón respectivo, es requisito indispensable el ingreso a la Institución como agente y ascender rigurosamente a cada grado dentro de las condiciones establecidas, o sea, la aprobación de los cursos de especialidad o de perfeccionamiento en la Escuela General Santander.
Corrían los primeros meses de 1958, el 5 de marzo y por la necesidad de tener mejores espacios para la formación, la escuela es trasladada a un lote ubicado en la calle 100 con autopista norte; se hace una nueva reestructuración de la Policía Nacional, se establece y reglamenta la carrera profesional de suboficiales de la Institución, mediante el Decreto 2.687 del 10 de marzo del 58. Para dar cumplimiento a lo dispuesto en tal norma, la Dirección General de la Policía Nacional expide la Resolución 0995 del 19 de abril de 1958 y se le asigna a la Escuela Gonzalo Jiménez de Quesada la misión de formar y capacitar agentes de vigilancia para ascender al grado de cabos segundos, pensándose en el objetivo primordial de implementar la carrera del mando medio institucional, en el ejercicio de coman- dar unidades básicas de vigilancia y su posterior participación en el campo administrativo, logístico y docente, de acuerdo con los niveles académicos alcanzados en cada uno de sus grados, consecuente con la experiencia en el afianzamiento de la trayectoria institucional y del mismo proyecto de vida elegido.
El 26 de junio de 1959 en la Escuela de Suboficiales Gonzalo Jiménez de Quesada, se clausura el primer curso de suboficiales, se les imponen las jinetas de cabo segundo a 175 agentes; el proceso había sido iniciado por 220 policiales. En la parte académica de la Escuela, se desarrollan las facilidades para incrementar los mandos medios policiales; es por ello por lo que las instalaciones de la calle 100 con autopista norte, en muy poco tiempo cumplieron su ciclo.
El mando policial, consciente de esta necesidad inicia gestiones y logra, a comienzos de 1970, concretar la adquisición de los predios de la hacienda San Benito, donde funcionó la Escuela Ricaurte, posteriormente Escuela Apostólica y Seminario Menor.
Estos predios se encuentran ubicados en el kilómetro 20 de la vía que de Bogotá conduce al Municipio de Sibaté. El 4 de enero de 1971, siendo presidente de la República el doctor Misael Pastrana Borrero, ministro de Defensa el señor Mayor General Hernando Currea Cubides, director nacional de la Policía Nacional el señor Mayor General Bernardo Camacho Leyva, el jefe de Departamento Docente el Coronel Héctor Pineda Gallo y el director de la Escuela Jiménez de Quesada el Teniente Coronel Víctor Alberto Delgado Mallarino, se da comienzo al traslado de las dependencias a su nueva sede, que culmina el 16 de marzo de ese mismo año y desde esa fecha el tricolor nacional, el verde blanco de la Policía Nacional y el verde blanco, azul y rojo de la Escuela Gonzalo Jiménez de Quesada, ondean permanentemente en el espacio de tranquilidad de las sabanas de Sibaté, municipio del departamento de Cundinamarca.
El 24 de febrero de 1975, dentro de la profesionalización y mejoramiento permanente del talento humano, la Dirección General de la Policía autoriza la incorporación directa de bachilleres para que ingresen al escalafón de suboficiales de la Policía Nacional; por lo que son seleccionados 140 jóvenes colombianos, quienes conforman la primera incorporación directa que lleva el nombre del insigne expedicionario y naturalista «Francisco José de Caldas», de los cuales egresaron 85 cabos segundos, el 1 de diciembre de 1975.
En 1979 la Escuela Gonzalo Jiménez de Quesada se honra al recibir el primer curso de agentes femeninas, durante la dirección del Mayor Henry García Bohórquez, momento histórico que da vida a la actividad laboral de la mujer en la Institución y que enmarca una consideración importante al haberse incorporado 33 alumnas bachilleres integrantes de la compañía Policarpa Salavarrieta «las polas», en honor a la heroína de la revolución criolla, de las cuales 31 recibieron las jinetas que las identificaron como cabos segundos.
En el año de 1980 se inician cursos especiales de formación femenina y así mismo se diseña un programa académico para la formación de los llamados «suboficiales de los servicios o profesionales». El Decreto 41 del 10 de enero de 1994 y el Decreto 132 del 13 de enero de 1995, que crean el Nivel Ejecutivo de la Policía Nacional, denominan al Instituto como «Escuela de Policía Gonzalo Jiménez de Quesada».
En el año 1984, la Dirección General de la Policía Nacional, consciente de los problemas de orden y seguridad del país, mediante la Resolución 7174 organiza el Centro de Operaciones Especiales (COPES), acogido en las instalaciones de la Escuela, con la responsabilidad de incrementar la preparación técnica y física de unidades, a nivel nacional e internacional, para continuar la ardua e incansable lucha contra el secuestro, el narcotráfico, el narcoterrorismo y delincuencia organizada.
Para la institución Policía Nacional es consecuente observar la participación activa de la suboficialidad en la consolidación de los cimientos orgánicos a través de la historia.
Al realizar una reflexión descriptiva del perfil histórico del suboficial como un solo cuerpo que integra al personal del Nivel Ejecutivo a partir del grado de subintendente, pretendo esbozar, a manera de puntuación, su desempeño profesional.
La jerarquía institucional está relacionada con la complejidad de comandar, dirigir y liderar al personal uniformado y no uniformado que integra la Institución; por consiguiente su desempeño se desarrolla en su ámbito, iniciándose con la designación como comandante de unidad básica de policía y proyectándose en la estructura organizacional en posiciones según su trayectoria, en los procesos de ejecución, control y supervisión; para dar fortaleza al cumplimiento y desarrollo de la política institucional, siendo en ciudades, municipios e inspecciones el representante institucional, y, en el orden administrativo, logístico y académico el eslabón ideal en los equipos de trabajo.
De hecho, el suboficial se considera esencial en la comunicación del nivel directivo y el operativo, porque cumple diariamente con el rol de supervisor. Realiza procesos de retroalimentación y aprendizaje continuo, afianza la doctrina y la ética profesional policial respecto a la eficiente, eficaz y oportuna actitud frente a la función que aquel demande del personal uniformado y no uniformado, como facilitador en la toma de decisiones conducentes a elevar la calidad de la función en la atención a la comunidad, también como vigilante de sus derechos y obligaciones.
Un antecesor, el señor Coronel Luis Javier Velásquez Abad, en su libro «Cuentos para reencuentros» obra publicada en el año 2005, evoca unas locuciones apropiadas a la ocasión, en palabras que me permito referenciar a continuación, como aporte al proyecto de vida elegido por este puñado de hombres y mujeres que conforman los mandos ejecutivos en nuestra Policía Nacional:
«Amigos de la cuadra, próximos colaboradores, oportunos servidores que generan realidades y sensaciones de seguridad en su recorrido, son los mandos medios de la Policía Nacional, quienes invitan a compartir en las calles, veredas y sitios de reunión tranquilidad y confianza.
Cabos segundos, conocedores de la comarca, los amigos del punto de encuentro, los encargados de la seguridad del sector; permiten que el ciudadano se sienta acompañado y capaz de ejercer sus actividades dentro de un clima de tranquilidad y posibilidades.
Cuando se encuentra a cabos primeros y subintendentes desarrollando acciones de Comando, se hacen patentes hombres y mujeres capaces de ejercer control sobre lo encomendado.
El ciudadano encuentra en los sargentos segundos e intendentes a servidores públicos capaces de enfrentar emergencias y dificultades a las que nunca se negarían por difíciles que puedan encontrar.
Fortaleza en las decisiones y definidos como los comandantes de la seguridad local, los sargentos viceprimeros e intendentes jefes, son los llamados a ser los Comandantes de nuestros municipios, integradores de sectores y buenos mediadores de conflictos, responden puntualmente por las problemáticas domésticas y las libertades individuales.
Destacado investigador, posicionador, son algunas de las características más importantes con las que se conoce a un mando, sargento primero, subcomisario, quien inspecciona y conjuga permanentemente los verbos hacer, crecer, respetar, corregir y disciplinar. Director acompañante del día a día, caracterizado como jefe capaz y escudero fiel de sus comandantes.
Sargentos mayores y comisarios, guardianes y defensores de la bandera, símbolo de lealtad, virtud y poder adquirido por la experiencia.
Hombres y mujeres que ejercen el mando en función del pueblo, signados para comandar la defensa territorial, administrar bienes y constituir- se en pilares de la democracia local.
El texto pretérito, brinda un abanico de posibilidades pertinentes y adecuadas para la ocupación de cargos por parte de la suboficialidad institucional; resta entender y comprender hasta qué punto, dentro del ideal de ser, se presente el ser.
Con la sanción presidencial de la Ley 62 de 1994 por medio de la cual se origina el Nivel Ejecutivo en la Policía Nacional de Colombia, con el fin de profesionalizar la Institución en general y los mandos medios en particular, se inicia un nuevo ciclo al interior institucional.
El ideal de los gestores del cambio, radicaba en subir los niveles jerárquicos de manera paralela a los académicos, para ofrecer de tal manera una mejor calidad en la prestación del servicio a la comunidad.
Al implementarse el Nivel Ejecutivo, como una exigencia en el mejoramiento del profesional de policía, se observaron diferentes puntos de vista por parte de los antiguos suboficiales, algunos de los cuales continuaron con el propósito de culminar su carrera en el grado de sargentos mayores; otros suboficiales observaron en la dinámica institucional una oportunidad de cambio y emprendieron el reto del posicionamiento de una nueva estructura jerárquica que no desconoce el legado de la suboficialidad, su rol y autoridad, homologándose en grados y competencias.
No se escapa a la historia, y con mayor razón, tratar de describir apartes que nos permitan entender las diferentes circunstancias, motivo del fortalecimiento continuo institucional; el considerar las falencias notorias en el personal de agentes y el mismo personal no uniformado, que al cumplir con los requisitos exigidos en la ley se homologara con el ingreso al Nivel Ejecutivo, y en los cuales quedara un vacío en la formación del ejercicio del mando y dirección, que contradice sus perfiles académicos, técnicos y profesionales, los cuales son igualmente fortalezas para el proceso de profesionalización técnica.
La Policía Nacional, en busca del profesional ideal, asume la formación, capacitación y entrenamiento de sus integrantes, con miras a promover en ellos los conocimientos y competencias que necesitan para el cumplimiento de sus funciones y de las misiones, procedimientos y tareas propias de su profesión.
Es el caso de la Escuela de Suboficiales, instituto de educación superior que me honro en dirigir y desde donde, con generosidad y aprecio, damos la más cordial bienvenida a los honorables miembros de la Academia Colombiana de Historia Policial, a nuestros invitados especiales y a quienes nos visitan y comparten con nosotros el entusiasmo de estos cincuenta y siete años de historia.
La gran mayoría del personal uniformado está integrado por el Nivel Ejecutivo, en sus diferentes grados, desde patrullero hasta comisario. Se está apreciando así un 61% del total de la población activa de la Policía Nacional de Colombia (según parte geonumérico de la Dirección de Talento Humano-enero 2007), lo cual constituye, una ardua y beneplácita responsabilidad para la Escuela, comprometida en los procesos de capacitación, actualización y educación continuada de los mismos.
La óptica académica se refuerza a posteriori, al confrontar los resultados de apreciación de las diferentes evaluaciones curriculares que se realizan en cada una de las cohortes desarrolladas durante los ciclos programa- dos y teniendo presente el diseño de los planes, programas y propuestas de mejoramiento con el fin de adecuar el Nivel Ejecutivo con respecto a su mando y dirección frente a las necesidades sociales en general e institucionales en particular.
La necesidad sentida, en primer lugar, desde la Dirección de la Escuela por su responsabilidad directa de orientar y direccionar todos los procesos de capacitación; así como también las fases de concursos y cursos de profesionalización para la gestión policial, es la de alcanzar el deber ser académico desde la transversalidad del ser más humano, en la interpretación y aplicación de los Derechos Humanos.
En razón de lo anterior, me permito compartir con ustedes las apreciaciones técnico pedagógicas que apuntan a un horizonte prospectivo del perfil histórico del suboficial en la Policía Nacional.
Del contenido esquemático propuesto para la educación mediante la Ley 115 de febrero de 1994, podemos destacar que los factores más relevantes en la formación de un profesional, son los que tienen relación con los procesos formativos, puesto que se ha hecho una clara distinción entre los aspectos esenciales para la educación de los seres humanos y ellos son:
Los procesos cognoscitivos que se refieren a la formación del intelecto, de las capacidades de adquisición, búsqueda y generación de conocimientos científicos, tanto del área social como del campo de la naturaleza y la tecnología; este aspecto es flexible, no puede ser adquirido de una vez para siempre, su desarrollo avanza de acuerdo con el proceso científico, técnico, y siempre es posible lograr su incremento mediante la instrucción y la capacitación.
Todas las carreras profesionales tienen la dinámica de cambio, del incremento de los conocimientos; unos adquiridos decenios atrás, pueden ser reemplazados por otros de acuerdo con el avance de la investigación, la tecnología, porque los conocimientos no son definitivos, son hipotéticos y ciertamente tentativos.
Los procesos formativos han hecho distinción para destacar que en la formación integral de la persona, son más importantes los procesos de capacitación de la estructura de la personalidad que los propios conocimientos adquiridos; por ejemplo: si una persona mediante un adecuado proceso de formación adquiere el hábito de querer aprender, siempre tendrá ventaja sobre una persona que habiendo aprendido algo una vez no lo revisa permanentemente, ni lo perfecciona; por lo tanto la personalidad se estructura de manera lógica sobre capacidades naturales, sobre hábitos y procesos formativos, sobre los cuales se levanta el edificio siempre cambiante del conocimiento y de la técnica.
En nuestro Instituto, hemos tenido a bien desde lo humano, proponer un perfil que históricamente se adecue a los requerimientos sociales e institucionales, porque puede ocurrir que en la educación de una persona son insustituibles elementos cognoscitivos y procesos formativos, es necesario conjugarlos para obtener un perfil; no obstante la suma mecánica de estos elementos no es suficiente si no contamos con un enfoque específico sobre la profesión que pretendemos ofrecer para cumplir con los requisitos que exige una educación superior; hemos dicho que de acuerdo con el papel jurídico, político, social y cultural que se le asigna a la Policía Nacional, sus miembros, su comunidad profesional, docente y operativa está encaminada a formar un hombre y mujer con las notas de ser un profesional educador y líder de la comunidad, garante de la paz, la convivencia y los Derechos Humanos: nuestro suboficial de la Policía Nacional de Colombia.
Una vez definido el propósito, en el fundamento de la profesionalidad policial, podemos conjugar los elementos cognoscitivos, formativos y tecnológicos capaces de conducirnos a la obtención de un profesional de tal naturaleza.
El suboficial de la Policía en su calidad de miembro de la institución, debe tener una conciencia acrisolada, ya que esta misión debe ser únicamente desempeñada por hombres y mujeres que aprestigien su autoridad con un comportamiento incorruptible y ejemplarizante, que los distinga de los demás ciudadanos, y los obligue con su proceder a respetarlos, a confiar en ellos, a dignificarlos y a no mancillarlos jamás.
Su conducta privada y su actuar profesional deben desenvolverse sin ostentaciones, sin alarde y sin emplear innecesariamente modales de severidad, sin expresiones de prepotencia y, ante todo, con un alto grado de disciplina, honestidad, prudencia, lealtad y criterio.
Debo resaltar la importancia que para la Institución tiene el estamento de los suboficiales en su generalidad, que ante el número insuficiente de oficiales, desempeñan con altura y éxito cargos y misiones de responsabilidad dentro del organigrama institucional a nivel nacional.
De ello amerita mencionarse: la actuación en la «Policía Militar», creada en el año 1952 con 3 batallones, para solucionar problemas de orden público en los departamentos de Tolima, Boyacá y Llanos Orientales. Allí varios ofrendaron sus vidas en la misión de mantener el orden jurídico del país. Igual actitud de espíritu profesional dieron en la creación y afianzamiento de las nuevas especialidades como las de Policía Vial, de Ferrocarriles y Protección Juvenil. También algunos suboficiales, con el máximo grado en el escalafón y previo el lleno de requisitos, fueron ascendidos al grado de tenientes, otros fueron enviados al exterior a especializarse en diversas áreas del servicio en el campo deportivo y en diferentes disciplinas. Igual- mente sobresalieron, y deben mencionarse los nombres de: Luis Eduardo Jiménez, Manuel Cabrera, Francisco Muñoz y Benjamín Jiménez.
En mención especial quiero recordar y destacar en el devenir histórico institucional, el nombre de un suboficial que ha dejado huella imborrable en este claustro; el inolvidable Sargento Mayor Luis Alberto Torres Huertas, llamado «El Sargento de los Niños», creador y promotor de la Policía de Protección Infantil, hoy Policía de Infancia y Adolescencia; servicio que tantas satisfacciones ha dado a la sociedad y a la Institución.
Así mismo, se dio la organización del Club de Suboficiales, por parte del Sargento Mayor don León Pío Acosta; la creación de la fiesta grande de los boyacenses, «El Aguinaldo Boyacense», por el gran visionario y hombre de amplia proyección el Sargento Primero Carlos Julio Umaña Torres, y la composición del Himno oficial de la Escuela de esta categoría Gonzalo Jiménez de Quesada, cuyo autor de la letra es el Sargento Primero Pablo Emilio Beltrán.
Con la anterior remembranza, producto del estudio juicioso y el apoyo de algunos colaboradores inquietos por la formación, capacitación y actualización de los suboficiales de la Policía Nacional, quiero invitar, motivar y comprometer a seguir recopilando antecedentes que permitan construir un futuro perfil, cada vez mejor, de nuestro mando ejecutivo institucional.
Para finalizar, quiero expresar mis más sinceros agradecimientos a la Academia Colombiana de Historia Policial, por la oportunidad que me brindó para compartir algunas de las apreciaciones y acciones emprendidas en busca de la excelencia en el desempeño de nuestro suboficial..."